sábado, 31 de julio de 2010

PAMPLINAS

No pretendo empequeñecer las formas y maneras que utilizaron mis padres o todos los beniner@s para darme la educación que demuestro ante los demás. Es la educación que ellos heredaron y por ello trasmitida, pero sin sufrir una pequeña revisión en cada generación anterior. He escrito mis padres y mis paisanos, puesto que nuestra, mi forma de reaccionar, tiene como base lo que se aprende en casa y en el caso de Benínar lo que aprendíamos en la calle. Desde casi comenzar andar ya estábamos entre paisanos y delante de nosotros en su su forma de actuar teníamos los actores, los buenos y los malos, los que teníamos que aprender de ellos (de los buenos que sus acciones eran palpables) y los que no debíamos de imitar (los comportamientos dudosos los que actuaban no con buenas intenciones). No entraré en el tema de la AUTORIDAD, (base fundamental en la educación) al tener distintas valoraciones los de mi generación a los que nos preceden.

En mi casa, o en toda la educación a mis hijos se utilizaron y se sigue utilizando expresiones que si pasásemos las vacaciones en mi casa, la que teníamos en Benínar, seguro que unos cuantos de mis paisanos al escucharlas seguro que dirían: Pamplinas.

Lo más moderno, la forma de localizar en el móvil a mis hijos: Nene o nena. Aunque en la actualidad sean unos profesionales y estén trabajando para lo que se prepararon, para sus padres al utilizar la palabra nen@, es manifestar que esa dependencia afectiva mutua no debe retroceder lo más mínimo. La expresión: Mi vida, tanto mi mujer como el que escribe, cada vez que la utiliza, la dice de verdad y además, es un sentimiento que seguro tenían mis padres y todos los beniner@s, pero, muy poco utilizada.

En la salida o en la entrada a casa, pero sobre todo cuando se sale de viaje: El beso y el abrazo. Dichos gestos salían de forma espontánea cuando la gente se marchaba a Barcelona o a cualquier sitio de España. ¿Que dichas expresiones fuesen cotidianas entre padres e hijos en el pueblo?. Raro. Raro. Raro.

Todos los beniner@s, se esforzaban por darle a sus hijos la mejor comida y mejor cocinada, el máximo de bancalillos pero en cambio los sentimientos de ternura no recuerdo si no se daban por lograr que los beninerill@s se hiciesen “fuertes ante la vida” (como se educaba a los gladiadores) o por seguir la tradición de no manifestar los sentimientos de afecto y cariño ni en público ni en privado. Luego pasa lo que pasa, que cuando los seres queridos no los tienes, siempre te queda ese nudo que te indigesta los recuerdos. Ese montón de besos y abrazos no dados o reprimidos. Entre analizar si era o no era el momento o qué pensarían los que estaban delante, (…), otra ocasión desperdiciada. Carga que se lleva en la espalda que en sus momentos se tenía que haber descargado.

No recuerdo a nadie que en éste sentido diese un paso al frente, convocase a todos en la plaza, se colocase en las escalerillas y dijese:
¡Pero esto qué es lo que es!. ¡No podéis continuar reprimiendo vuestros sentimientos!. ¡No tenéis que ocultaros para que no os coja infraganti, dando un beso o un abrazo!. No tenéis ninguna base en que apoyaros que los sentimientos para vuestros seres queridos se tienen que tragar; y sobre todo, dicho comportamiento no forman parte del chismorreo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Las relaciones padre-hijo de ahora no son las de nuestros padres o abuelos.
Todos recordamos que antes, llamar "padre" era por respeto y si se decía papá una somera torta cruzaba nuestro rostro ¿por què? Era lo que la sociedad de aquella época demandaba, la relación padre-hijo eran escasas en la infancia y se iba acrecentando con la pubertad porque se tenía que trabajar pero el vocablo padre siempre iba delante de cualquier expresión o muestra de cariño.
Gracias a Dios nosotros no hemos continuado con esa "tradición", permitiendo a nuestros hijos lo que no supieron darnos y que tanto añorábamos, abrazos y besos y poder hablar de tú a tú a nuestro "padre".
Saludos.

paco maldonado dijo...

Con lo que has escrito, me ha llegado a la memoria un trance (episodio), cuando llegamos por primera vez mis padres y yo a Almería.
La situación se centra en unos personajes, “muy ilustrados y muy cultos” y tres catetos delante de ellos. Los catetos somos los beniner@s.
El beninerillo, cada dos por tres no hacía más que decir: papa o mama (sin puntualizar papá, o mamá).
Cuando logró mi madre tenerme a su alcance, me pegó un pellizco (…). Cuando pedí explicaciones por la agresión dijo mi madre:
- Nos has dejado en ridículo hijo, con tanto repetir papa o mama, ante personas “tan distinguidas”.
- ¿Qué tenía que decir?.
- Padre o madre.
Explicarle a un mocoso la importancia de las tildes y los escalones entre gente refinada y la gente de pueblo, lo fui aprendiendo lentamente.
Como decía un torero: “Mas cornas da el hambre”.

paco maldonado dijo...

Mi madre me dejó un problema sin resolver, puesto que en Benínar todo el mundo decía: papa o mama. Cuando yo empecé a decir en el pueblo padre o madre, nuestros paisanos me decían con sorna: ¡Mira que fisno!. ¡Habla como la gente de la capital!.