viernes, 22 de noviembre de 2013

El miedo de todo a un euro.

 
Después de pasar tres días en La Alpujarra y reflexionar sobre el tema de los asiáticos con este último comentario quiero terminar con lo de los chinos al Sur de Granada. Mis ideas en todos los conceptos de lo que representa, de cómo se piensa en mi tierra o pensamos los alpujarreños y de cómo sospecho que piensan y actúan los chinos que me encuentro todos los días en todos los comercios de mi ciudad y sobre todo en los polígonos industriales, creo que no encaja ni debe de encajar.

Pensaba que si los asiáticos hubiesen llegado a La Alpujarra ésta sufriría una transformación hasta el punto de perder su identidad. Sus jamones, sus quesos, las castañas, el aceite, el vino, etc., su comercialización estarían en manos de dichos comerciantes chinos y por ello a estos productos les pasaría como les pasa a la ropa, bolsos, zapatos, etc., que se pueden comprar en sus establecimientos. Pensaba que al apoderarse de la comercialización de lo que allí se produce los productos de mi tierra perderían lo auténtico, lo genuino que en la actualidad tienen.

En lo referente a gastronomía no me he encontrado ni pizzerías, hamburgueserías, ni nada que tenga sabor a chino. De vez en cuando me encontraba con una tienda de pueblo, es decir que ni los  mercadonas ni sus colegas han puesto su chiringuito en dicha tierra.

Mientras que en las ciudades por la noche nos podemos encontrar con gente que busca que comer en los contenedores de basura, a los moradores de La Alpujarra les sobra de todo. Tienen castañas que no son capaces de comer, las manzanas, granadas, membrillos, etc.,  se pudren en el suelo debajo del árbol y en los huertos, se ven tomateras sin recoger, coliflores que se dejaron subir por no tener consumidores y almendros que no se recogieron en su tiempo al lado de las carreteras esperando que alguien los abaleen, higueras que sus frutos están en el suelo esperando a los animales que llegan de otros continentes para que se alimenten. Tampoco me tropecé con furgonetas en la carretera ofreciendo dichos productos, como por ejemplo las vemos en las carreteras de la costa, desde Motril a La Mamola.

Terminado el ciclo anual de los frutos con las castañas, ya estaban floreciendo los nísperos que son los que comienzan el ciclo de las frutas.

Bendita tierra La Alpujarra que produce alimentos sobre todo frutas y hortalizas el triple (por decir una cantidad) de lo que necesitan los que allí viven.

Las diputaciones de Granada y de Almería deberían poner chiringuitos para que los que los que la visitan puedan comprar todos los libros publicados sobre dicha tierra para que los que repiten una y otra vez antes de llegar concreticen las rutas a seguir.

Contaminado mejor dicho distorsionado por los medios de comunicación y después de pasar años sin recorrer la ladera sur de Sierra Nevada y después de pasar allí tres días visitando pueblos, en mi caso he vuelto a ordenar como estaba en mi cabeza el cómo es mi tierra. Desde los años setenta que me marché definitivamente de ella sigue siendo la tierra descrita en la Biblia, “donde mana leche y miel”. La tierra prometida donde me gustaría terminar los últimos días de mi vida.

Me he tropezado con unos cuantos Gerald Brenan, (que dicho sea de paso nunca entendí todo lo que dicho escritor escribió de mi tierra), con unos cuantos autobuses de turistas en Trevelez y pare Uds., de contar. Todo me lo he encontrado como lo dejé hace cuarenta años. Ni Canal Sur ni todas las TV juntas han podido modificar sus calles, sus costumbres, sus acequias y sus huertos.

Claro que les gusta a mis paisanos alpujarreños los Carnavales de Cádiz (aunque dicho sea de paso las letrillas casi nadie las entiende), las ferias, las sevillanas y los fandangos y sobre todo los caballos, pero ni se han comprado uno, (siempre fue un lujo tener un caballo que nadie se lo permitía), ni han perdido el tiempo en el empeño de saber bailar unas sevillanas, ni se han puesto a disputarse entre ellos para ver quien saca el paso de Semana Santa con más lujo, ni saben que diferencia existe entre portadores de trono y costaleros. Me gusta mi tierra que no se ha dejado contaminar ni por los pisha, ni los miarmas, ni por el killo, ni por los de la malafolla.

Dr. Antonio Castillo Martín
Las aguas de Sierra Nevada. A. Castillo (1993)
De las 42 lagunas de aguas relativamente permanentes que hay en la Sierra, la mayor parte se localizan en la vertiente Sur; casi la mitad, unas 17, se conservan en la cuenca del río Trevélez, y 11 más en la cuenca del río Poqueira. En la vertiente Norte solo existen unas 10 lagunas de aguas estables.
Son muchas las acequias que aún se conservan, pero vale la pena deleitarse contemplando algunas de ellas, como la acequia Alta de Capileira, la acequia Baja que corre paralela a la anterior, la acequia de La Andadera, la de La Cabaña Vieja en La Hoya de La Mora, la acequia Chica de la loma del Calvario, la de La Fuente y Papeles en la loma de Maitena, la de las Albardas y Bacares en Trevélez, la de los Castillejos en Bubión...

Las lagunas son el corazón y las acequias las venas principales que alimentan a la infinidad de huertos que tiene cada pueblo. Las acequias y los huertos heredados de todos los pueblos que pasaron por La Alpujarra. ¡Dios que herencia!.

jueves, 14 de noviembre de 2013

La tía Lola



Que trabajito me cuesta ir a visitar a una persona cuando me dicen de ella que está en el hospital y que apenas conoce a nadie. Eso me ha pasado con mi tía Lolica la de mi tío Ramón. Lo último que sabía de ella es que mi hermano la había visitado en el hospital y tenía agotados todos sus sentidos.

La última vez que le visité en su casa me acompañaba su hija y estaba llena de vida y disfrutando como jamás había disfrutado. Me decía su hija que desde que llegaron a El Ejido, ella y su marido visitaban con frecuencia donde se reunían los jubilados y cuando se murió su marido en vez de ponerse de luto, ir todos los días a la iglesia por la tarde y por la mañana a la plaza a comprar,  encerrarse en su casa todo el día como era costumbre en todas las mujeres beninaras, ella, posiblemente influenciada por sus colegas del hogar del pensionista,  se incorpora con todas sus fuerzas en dicha panda de viudas (tal y como aparece en ese programa nuevo de la TVE) y pasa sus mejores días de su vida.

Atrás había quedado pasar de vivir en el Cortijo de la Mecila a vivir en una casa prestada por sus suegros. De cargarse a sus espaldas todas las mujeres mayores  ( en las últimas bocanadas de Benínar,  cuando murieron todos los viejos de golpe asustados por los barrenos y explosiones por la construcción del pantano) que había en el pueblo y asistirlas como si se tratase de un familiar cercano. Sufrir el destierro que vivimos todos los benineros, llegar a El Ejido y volver a empezar otra vida diferente y distinta de cómo vivía en su pueblo alpujarreño.

Atrás deja todo aquel pasado lleno de dificultades y penurias, que no todos las benineras  de su generación supieron dejar atrás, lo de coger un cuchillo, una faca y cortar aquellas ataduras invisibles impuestas por una sociedad primitiva  que vivieron  la guerra y la posguerra. Esta beninera es el caso opuesto a su paisana Bernalda Alba (de García Lorca) optando por vivir y dejar vivir.

En un momento dado en aquella visita, su hija abre el armario donde su madre tenía toda una colección de vestidos de fiesta que se ha puesto cada vez  que se organiza cualquier guateque en el hogar del pensionista. No conozco a ninguna beninera de su generación que tuviese un armario como aquel ni tan repleto de complementos. Bueno, en honor a la verdad puede que fuesen del mismo temple o carácter que Rosario la de Paco Ginebra, pero Rosario (con el permiso de sus dos hijas) no tenía un armario tan repleto como aquel. Me decía mi prima, que cada vez que quiere alegrase el día, abría el armario se ponía el vestido, cerraba los ojos y volvía a revivir momentos especiales que estaban colgados de aquellos vestidos, de aquella fiesta, de aquel día.

Empiezo a dar escobazos a todos los recuerdos que tengo de ella y tan solo me quiero quedar con aquel armario repleto de vestidos de fiesta y recordarla un lunes, un martes, (), que en un momento dado, cuando quería revivir un día especial, apartaba la mesa, las sillas del salón, hacía un hueco, se vestía y volvía a bailar, y bailar, y bailar, (), hasta caer rendida.    
   

Allí donde te has ido tía Lola, busca a los benineros y contágialos de tu alegría y de tus ganas de vivir. Levántalos de donde están sentados (tal y como hacías en las fiestas de San Roque, cuando comenzaba a tocar la banda de música) y ponlos a bailar que los que están bailando se les cambia el semblante.

martes, 12 de noviembre de 2013

Antoñico el de Emilia


Sin duda alguna hoy sería un día de luto total, de los pocos que nos  podíamos encontrar en Benínar, de cuando se cerraban  todos los establecimientos, de cuando los agricultores se aderezan buscaban en el arca la mejor ropa y aplazan las labores del campo, aparecían los monaguillos jubilados y los que se estaban reclutándo para que doblasen la campana cuanto más tiempo mejor, para que en aquel valle se enterasen hasta las piedras del Cucanal, que la brisa que llegaba del Cejol llevase a toda La Alpujarra entera que se enterraba a uno de los benineros más importantes, más ilustres, más cercanos  que habían nacido en el pueblo, que a pesar de su categoría, siempre se puso a nuestra altura. 

Me llega a la memoria el día en que falleció otro colega de Antoñico el de Emilia; Eugenio Sánchez  Quero, que cuando llegó a Benínar la noticia que había fallecido a los treinta años en el Hospital de Ugijar ejerciendo su profesión de médico se organizó un grupo de hombres para traer desde ese pueblo hasta el nuestro, a hombros, (por el lecho del río lleno de piedras de todos los tamaños) el féretro, para enterrarlo en nuestro cementerio.

Cuando ejercía su profesión de médico y a su vez como alcalde de Berja, abandonaba el pleno del ayuntamiento al recibir la noticia que había llegado un beninero grave (como fue el caso de la madre del que está escribiendo) para atenderlo y no se separaba de su cabecera hasta verlo recuperarse.  Cuando se le preguntaba el importe de su trabajo, solía decir: ¿Tu me vas a pagar con dinero?. Con toda la confianza del mundo reclamaba algo de la matanza, unos soplillos, unos buñuelos, un pan de higo, unas aceitunas partidas, algo relacionado con la estación por la que estábamos pasando, y era cuando los soplillos alcanzaban la categoría de delicate, cuando lo que se producía o elaboraba en su Benínar adquiría la categoría de excelencia.

Nos decían sus hijas la última vez en el Cerro de Las Viñas: 
Ya estaba muy mayor, pero que añoraba tremendamente su tierra, su Benínar. 
Cuando escuchamos aquellas palabra, el que escribe y todos los de mi edad para arriba, se nos encogió el alma que dijese aquella frase, puesto que todos padecíamos de lo mismo, todos estábamos enfermos de añoranza de nuestra tierra de nuestro pueblo. Nos daba en el lado del alma donde más nos duele, donde se concentran nuestros males. El volver a sentarnos  en el Poyo del Reducto y hablar de nuestras cosas; de volver a vestirnos de morillo en las fiestas de Moros y Cristianos, de volver a oler la hogaza salida del horno, el ver desde la Caña Roda todas las chimeneas con un chorro de humo tieso al clarear el día; estar sentados con la cuchara en la mano delante de una salten de migas con sus engañifas rodeado de los seres queridos, etc. Todo eso para nosotros tiene la máxima categoría porque nos llega al alma y porque lo podíamos compartir con el beninero que había llegado con su esfuerzo y tesón donde jamás había llegado un beninero ni por supuesto llegará.

Nos enteramos los paisanos que era pediatra cuando pidió traslado y se marchó de Berja. Para nosotros era médico completo, puesto que lo mismo sanaba a los benineros de un ictus, del dolor de lumbago, de dolor de estómago, como de un fuerte resfriado.

Allí donde llegaste ayer, por donde vayas pasando, seguro que estarás preguntando, donde se encuentran los benineros para juntarte con ellos, y volver de nuevo a retomar las tantas tertulias que dejaste medio terminar, pero sobre todo para seguir ejerciendo como médico completo a todas las familias benineras.   

La  letra de un fandango de Huelva dice: Aunque me voy no me voy, / aunque me voy no me ausento/, aunque me voy no me voy, / me quedo en el pensamiento. Nuestro orgullo, nuestra Historia de ser benineros quedaría manca o coja si tú no formases parte de ella.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Sigo sin encontrar un chino en La Alpujarra. II



En uno de los trancos que existen en todos los pueblos de La Alpujarra, donde se sientan los vecinos para charlar, una persona mayor con ganas de conversar, al ver que paso por delante de él me pregunta:
-         ¿De dónde es usted?.
-         De Benínar.
-         ¡Dios!. ¿De ese charco que se ve a lo lejos?.
-         Sí señor. Allí me bautizaron y allí pasé mi niñez y mi juventud.
-         Si no lleva prisa podía sentarse a mi lado para hablar, ya que los alpujarreños cuando nos ponemos a charlar, no tenemos que ir explicado, cada dos por tres lo que significa cada palabra.
¿No le han preguntado alguna vez que son las migas?. ¿Ud. Cree  que con decir: Aceite, agua y harina se ha dicho todo?. Con lo que ha significado un plato de migas para los alpujarreños. Por él me fui a trabajar a Alemania y por él volví.
Pega un brinco, se gira y me dice:
-         ¿No será usted., un político?.
-         No. Un simple jubilado de muchas cosas.
-         También es verdad, ya que no estamos en tiempo de elecciones y por ello no suelen aparecer  por estos pueblos. No sé cómo le he podido confundir.
Yo recuerdo un día en la que la gente comenzó a llegar a la plaza del pueblo, tantas como cuando son las fiestas.
Cuando me enteré de la razón del revuelo en el pueblo yo le decía al que me encontraba:
!No veas!. Se van a poner moraos. Les va a salir el jamón por las orejas.
Pues resulta que se iba diciendo de boca en boca por todos los pueblos de La Alpujarra:
“Han llegao unos cuantos señoricos de la capital, y al parecer, se cuenta, se dice, bla, bla, bla,… “.
Se mete la mano en el bolsillo el alpujarreño y me da un recorte de periódico. En él ponía entre otras cosas:

Unos 30 millones de euros son los fondos públicos que prevén invertir la Comunidad andaluza y la Administración del Estado en los 63 municipios de la comarca almeriense y granadina de la Alpujarra, con la ejecución del Plan de Zona a Revitalizar contemplado en el Programa de Desarrollo Sostenible del Medio Rural 2010-2015

A la reunión, presidida (…) por la directora general de Desarrollo Sostenible del Medio Rural, han asistido el delegado de la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta, (…)  representantes de la Administración General del Estado y de la Diputación, del Grupo de Desarrollo Rural Alpujarra-Sierra Nevada y agentes socioeconómicos.

¡Anda ya!, (me dice mi compañero de asiento que le decía a sus paisanos). Sois más inocente que las Ánimas Benditas!. Esos políticos que  vienen a La Alpujarra es para jincarse un buen plato alpujarreño. Yo fui a hablar con el alcalde y le dije:
-         Cada vez que salgo o entro del pueblo para ir al huertecillo me juego la vida. Me va atropellar un coche. No existe una acera. ¿Qué pasa con un médico en el pueblo?.  
Tan solo esas dos cosas y os dejáis de pamplinas.
¿Sabes lo que me contestó elpamplinas del alcalde?, que me fuese a vivir a El Ejido que allí tengo hasta hospital.

Me siguió diciendo mi compañero de tranco que él sabía tres idiomas como todas las personas mayores del pueblo ya que todos fueron emigrantes y que él tuvo la suerte de ir invirtiendo sus ahorrillos en reformar la casa, comprar un huerto  y ahora vive como un marajá él y su señora, en la misma casa donde vine al mundo. Muchos paisanos quieren volver y no pueden. Por muchas cosas. Me da una pena tremenda cuando empiezan a argumentar que no pueden volver.

Se levanta y me dice que le siga y me va señalando casa por casa y contándome la historia de sus dueños. Me sigue razonando que los que se fueron a Cataluña, apenas si regresan mientras que los que se fueron a algún país de Europa si que regresan o está en sus deseos. Que me gustaría seguir escuchando la filosofía de este alpujarreño tan llena de fundamento.

Cuando encontré la ocasión, me despedí, muy a su pesar porque yo realmente lo que buscaba era encontrarme con algún chino que aún no había encontrado.