jueves, 21 de febrero de 2019

Seguir viviendo mientras la cabeza se va vaciando

Hace unos meses que se murió mi querida Lola Blanco. A los noventa años.Su mente vacía por completo y en la soledad y sin apenas nadie que la visitase. En un piso en el centro de Granada.
Seguro que pensaría lo que he escrito, siempre compartimos, millones de toneladas de palabras cuando estaba en su casa de Benínar y era la reina, todos acudían a ella cuando algo necesitaban.
Seguro que Lola se acordaría una y mil veces de la parafernalia que se montó en Benínar con la muerte de la Señorita Salud y ella moría  solíca. Sola en Grana. Como muere una maznolía en cualquier plaza de Granada.

Terminando de escribir lo de mi amiga Lola me llega la noticia que ha muerto mi amiga Luchi. Con tan solo setenta y cuatro años. De ser una persona dedicada a cuidar de los demás mayores que tenía a su alrededor, en menos de veinticuatro horas se ha muerto. Ambas personas Lola y Luchi siempre dedicados a estar pendientes de los demás. Pienso que Lola ha estado viviendo casi quince años, que "no mereció la pena seguir viviendo". Es el tiempo en que a Lola se le fue vaciando la cabeza hasta quedar totalmente vacía. Quiero terminar como ha terminado Luchi.  Sobre todo no terminar con la cabeza bacía. 

Nadie va a llorar por mi
aunque me muera en Granada.
Ni el Darro ni el Geníl,
pondrán color a sus aguas.
Yo que soñaba que era el sitio.
Que Granada era el cielo
cuando yo era la dueña
de cielo y tierra, que si quería volaba.
Allí me compré una casa.

Cuando llegué en plena juventud
las campanas repicaban.
Y con el paso del tiempo
las escucho y no repican
escucho como doblan a muerto.
Ahora que me voy haciendo vieja
confundiría a mi madre Lola Blanco
con Angelicas o Adela.

Nadie pide hablar conmigo.
Para muchos ya estoy muerta
ya nadie me pide nada.
¿Qué pasará cuando cumpla los noventa años?.
Los benineros dirán:
¿Pero Lola que estaba aún en Grana?.
¿Se ha muerto a los noventa?.
Lola Sánchez Lola Sánchez
La reina de La Alpujarra
Igual que fue Ben Humeya.

Los réditos a toda una vida
son aceitunas secas duras como piedras,
Son almendras con gusanos, picadas
que nadie, nadie, se ofrece
a cogerlas y tirarlas
Las tiene encima la mesa
y van creciendo y creciendo
como yedra en la muralla.

Son noventa primaveras,
nadie viene a visitarme,
y aunque la puerta
de mi casa, siempre ha estado abierta,
está, guardada por telarañas.
llenica, que rebosan.
¿Nadie  tiene algunos trapillo
para venir a quitarlas?.
Veo cerca ese día
que  la memoria me falla
como el culo a las canastas


Por la garganta me sube
un río de sangre vieja.
Mis palabras al no salir de mi boca
y si salen equivocadas,
se han convertido en cuchillos
que se clavan lentamente
que me desgarran el alma
que me recorren al despertarme
de los pies a la cabeza,
lentamente, muy lentamente, con calma.

Ni los rosarios rezados
ni tantas misas del alba.
Parece que los demonios
que viven en esta Granada
 han cogido mis rosario
y tantas misas diarias, y una a una
se las han dado a  los moros,
y estos los han tirado
a las fuentes o a las balsas
que tenemos en la Alhambra.
Que se los coman los peces
las culebras y musarañas.

Mi memoria es una fuente
que se secó, no da agua,
nada hay de favores y palabras.
Cada vez que soy más vieja
me pasa como a las fuentes
Del Murallón, Cañarroda, …
que en Benínar se han secado
como la cabeza mía
se está quedando vacía
Cada vez que abro la boca
escucho la cantinela,
me contestan: Pero Lola,
que no se te entiende nada.

Tantas ayudas prestadas
cuando vivía en Benínar,
mi casa, mi despensa,
mi dinero, mis consejos,
la ayuda de mis palabras
para que olividasen penas
tanta entrega a los demás
no han servido para nada.

Ese morir que no llega
 “Dios te sal María, …”
Que lo repito mil veces
rezo todas las mañanas
y mi voz se va apagando
y vuelve a ser otro día
que no sirve para nada.
¿Quién me quiere?.
¿A quien yo quiero?.
Se me ha secado el amor
la memoria, las palabras.
Esa muerte que no llega,
que no se a quien invocarla.
Yo se que Juanico el Nene y Lolica,
mis queridos padres,
piden a Dios que de una vez me vaya
pero nadie los escucha
a toda puerta que llaman

Ay pena penita  negra
de este vivir sin sentido
condenada cada día
a vivir de la silla a la butaca
de la butaca a la cama,
en esta calle sombría
en el centro de Granada.

Que nadie llore mi muerte,
que no doblen las campanas,
que no se le ocurra a nadie
poner lápida en mi tumba,
ni nadie derrame una lágrima.

Hermano en vida hermano
frente a frente en  la cara,
¿para qué esperar al duelo?
¿Por qué esperar un te quiero
del amigo, al que admiras, al que amas,
cuando ya se acabó todo
cuando estas dentro la caja?.

Estoy segura que ese día
Como les pasó a mis cuñadas
Seguro faltaran hombros
Para transportar mi  caja.