martes, 22 de diciembre de 2015

Villancicos cantados en ingles alpujarreño


Este año las navidades me va a tocar compartirlas con todos aquellos benineros que dejaron su tierra para incorporarse a una que no era propia ni en su idioma, ni en su forma de configurar estos días. Sobre todo añorando a toneladas esos mismos días vividos en su pueblo de procedencia. Me pasa lo mismo con todos aquellos que veo errantes, que a la legua se les nota que no son nativos, que no se la  tierra de donde vienen, que no se su idioma y sobre todo que no se si a ellos les ocurre como a mí me ocurre; en estos días estoy fuera de todo, como una gaviota en un campo de fútbol o un balón flotando en un lago. Es una situación que en otros momentos de mi vida me hubiese dado por beber (aunque no recuerdo estar borracho tan solo una vez en mi vida en la matanza de mis abuelos que cogí por mi cuenta una botella de anís) para pasar borracho todo ese tiempo, pero en estos momentos, me siento sereno compartiendo en la añoranza con parte de mi familia la Misa del Gallo (no sé si habrá en el pueblo donde me encuentro ya que he visitado diez veces la iglesia, estaba abierta pero no había nadie) en el piso de un bloque de apartamentos. 
Foto del eterno Camarón de la Isla 
Estar en un grupito flamenco con todos los instrumentos propios de estos días como se suele decir en Cádiz, (mi tierra adoptiva),  compartiendo todas esas cosas propias de estos días como siempre recuerdo he estado desde que vivo en mi querida tierra gaditana. Este año me ha tocado compartir la soledad de todos los emigrantes de mi tierra Andalucía  cuando llegaron por primera vez a Cataluña. Comparto la soledad en estos días con todos aquellos emigrantes que intentan llegar a nuestro continente y ven como los que viven en dicha tierra se divierten y ellos, los recién llegados les miran de lado como diciendo: “Que estarán haciendo esta cuadrilla de chalaos”. Lo de chalaos era el calificativo que utilizábamos en Benínar para explicar en una sola palabra aquello que no se comprendía o no éramos capaces de explicar.
Muy cerca de donde vivo existan dos residencias de ancianos que a la hora de la Misa del Gallo, iré a la puerta de cada una de ellas con una botella y dos copas, las llenaré, una me la beberé y la otra la dejaré en la puerta de cada una de las residencias que seguro que en esos momentos estarán en el undécimo sueño.
Seguro que al otro día cuando se despierten sus cuidadores, dirán que un chalao dejó una copa en la puerta de entrada, por supuesto que no dirán ni razonarán que el chalao que dejó  la copa de vino de madrugada quería compartir la soledad con el que en esos momentos estuviese despierto.
No se cuento tiempo estaré en este bando de personas fuera de sitio o fuera de sistema de mis estructuras mentales, de los que no celebran la Misa del Gallo. Antes de dormirme esa noche cantaré con la boca cerrada hasta quedar ronco los villancicos de siempre, beberé y comeré pestiños hasta que me entre el sueño.

Al fin, que no me puedo quejar ya que en la asociación de vecinos de mi bloque aquí en Inglaterra, se reúnen periódicamente y me ha invitado. La primera vez me he quedado un poco fuera de juego al ser todas mujeres (¿30?) menos yo. Había una que traducía que me decía que mientras las mujeres se reúnen en una casa los hombres se ven al bar. Yo he llevado de aperitivo tapitas de morcilla. 
Lo mejor ha sido cuando han empezado a cantar villancicos en su idioma y yo que me sabía unos cuantos  he dejado el pabellón español con dignidad al cantar dichos villancicos, como he podido en ingles, (ingles alpujarreño por supuesto).  
Me han pedido que cante un villancico de Cádiz. Les he mirado a los ojos y le he dicho al intérprete:
- ¿Ellas saben acompañarme con las palmas?.

martes, 8 de diciembre de 2015

El Cielo para un alpujarreño es mejor con árboles y prados


Me llega a través de este medio que se ha marchado para siempre (es un decir ya que las personas no desaparecen del todo siempre y cuando nos acordemos de ellas es lo que me dice Díaz Roda cuando me ha dado a noticia)  Antonio el de Lola Díaz, o el de Rosendo a los noventa años. Ley de vida. El que me dijo en una de las últimas veces que hable con él:

-         ¡Niño! Para que seguir plantando si lo que he sembrado se ha secado. Para que seguir batallando por el agua si no llueve y cuando lo hace es torrencialmente destruyendo todo lo que encuentra a su paso. Con el paso de los años el agua, la tierra, la siembra son superiores a mis fuerzas.
Hoy es un día especial. Antonio ha estado paseando casi toda la mañana por el centro del Reino Unido, por la rivera  de un río caudaloso. Nada más entrar en dicho espacio mi paisano me llego de golpe como si lo tuviese delante. El pensar que existe otra tierra, otro mundo donde todos los deseos se cumplen, donde las buenas intenciones están por encima de las malas, donde existe el Cielo prometido lo que nos enseñaron y a donde recurrimos para coger fuerzas y seguir batallando. 
Antonio y Lola siempre fueron positivos daban ánimos porque se esforzaron hasta la extenuación en radiar  lo negativo.
Antonio el de Rosendo ha estado compartiendo casi toda la mañana lluviosa acompañándonos a mi nieto Marco y a mí paseando por un bosque mágico.
El encuentro se produjo en el puente (como no iba a aparecer un puente) que cruza el río. Yo estaba contemplado el gran caudal  cuando se me acerca un anciano y comienza a hablarme en ingles. Le contesto que no conozco dicho idioma y por ello no le entiendo. La sonrisa a Antonio (juraría que era Antonio) le ha llegado de oreja a oreja, me ha dado un abrazo y me ha empezado a hablar con palabras propias de los alpujarreños que apenas si durante todo el tiempo que hemos estado juntos yo apenas si me ha dado tiempo a contestarle. Con la de personas que uno llega a conocer y situado a miles de kilómetros del Cerro de las Viñas. ¿Porqué era Antonio el de Lola Díaz el que ocupó mi mente todo el tiempo?. En él se daban todas las coordenadas. Es que tenía razón en todo lo que decía. Era una verdad tan palpable que mi comentario estaba de sobra. Me decía:
-         Ya liberado convertido en espíritu  he querido venir a un sitio como este 


  donde todo está verde, los árboles son inmensos de los que se necesita dos o más personas para abrazarlos y por los caminos en las cunetas se pudren las de los árboles en invierno. El abono que siempre soñé para mis árboles y para mi huerto. Y como no si en ese sitio hay un beninero nadie mejor que él para saber de qué hablamos. Existen tantas palabras que sin querer se omiten pero confías que el que te esta escuchando comprende en el más amplio sentido de contenido al haber vivido muchos momentos de la misma clase y casi auténticos que una expresión de la cara es suficiente para seguir intentando explicarte.
Ahora que ya los años no cuentas, quería encontrarme con una tierra como esta. Que el agua me empapase. Que no me importase meterme en el barro. Que no tuviese que esperar mi turno para regar ni llenarme de paciencia viendo como el hilacho de la Fuente de la Cañarroda era tan delgado o tan canijo que el llenar tan solo un cántaro uno se podía hacer una buena soga partiendo de un buen manojo de esparto. Ver este caudal de agua es creer firmemente que no existe la miseria.

Ya estaba cansado de vivir en una tierra donde se van secando las fuentes, donde las cosechas todos los años son canijas, donde se ha inventado el riego por goteo para aprovechar el agua, (no se cuento tiempo durará el invento cuando no se tenga agua) donde desde hace muchos años no caían las gotas de lluvia por mi cara y me importaba diez pepinos llegar a mi casa chorreando. Ya porque estoy muy mayor, pero si esto lo llego a descubrir en mis años más joven hubiese viajado muchas veces a esta tierra y hubiese salido   a pasear cada vez que lloviese y me hubiese revolcado en esas praderas verdes, donde las ovejas están pastando.
Recuerdo que Antonio el Sordo, cuando visito Cádiz en los viajes del imserso por primera en su vida el título de todas sus conversación y argumentos se centraban en que en aquella tierra están las cunetas llenas de hierba y las máquinas la siegan en los prados. Con el trabajito que nos ha costado a los benineros recopilar un manojo se hierva  para que comiesen los conejos del corral.
No imagino al Cielo sin este tipo de clima, sin que llueva casi todos los días ni que la hierba llegue a secarse en ninguna época del año. Campos siempre verdes.
Toda mi vida entre los secanos de El Meloncillo, Las Coscojas, Cintas y tantos otros, más secos que la esparteña un yesero y jamás imaginaba que en otra parte del mundo existiese este paisaje. Ahora comprendo a toda esa gente que huye de los desiertos de África o de Oriente Medio de sus países y se marcha al menos donde llueve.

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Te acuerdas en aquellas fechas en que las acequias estaban bajo mínimos que solo daban para regar a los huertos de cabecera y que los que estaban en la parte de abajo tenían que regar sus parras a base de cántaros de agua de la Fuente del Murallon. Te acuerdas como se miraban los que podían regar cuando se encontraban por la calle con los que se les secaban las plantas.
La tierra, la lluvia y el sol donde aparezcan en su justa medida ése es el Cielo y ya que para mí los años no cuentas es donde quiero permanecer siempre.
La hierba era tan escasa para los animales, que ello implicaba que sus dueños también estaban acostumbrados a pasar fatiguitas. Imagina lo que he sufrido viendo como los olivos, almendros, higueras, etc, que cuando los sembrabas y el año era bueno en aguas crecían un metro, pero como los años buenos escaseaban, esas mismas plantas se quedaban canijas durante un tiempo hasta que se secaban.              
Menos mal que fui de los benineros que más recursos tubo. Fui parralero, quiosquero, medianero, albañil, etc., intenté por todos los medios trabajar en mi tierra donde aparecía un trabajo con un poco de futuro. Quise arrimar el hombro siempre y ser positivo para cambiarle el semblante a los que me rodeaban, pero el carácter de las personas se pueden cambiar pero por más vueltas que le he dado a la cabeza lo que no es posible que ya no es posible cambiar  es la imagen de los niños  chapoteando en los charcos de la plaza:
“Que llueva que llueva, la Virgen de la Cueva, los pajaritos cantes, …”

El caudal de los ríos y por ello el de las acequias. las sementeras a un metro de altura, los maizales con más de dos metros, el musgo en los balates y en los troncos viejos etc. Es la lluvia la que decide donde y cuando hemos de escoger la tierra donde vivir. Es el Cielo donde quiero estar eternamente, donde no falta la lluvia.
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¿Tu recuerdas en alguna ocasión el musgo sobre las piedras de los balates?
¿La lluvia ha abandonado La Alpujarra o nosotros o nosotros no cumplimos los pastos que exige al agua y por ello nos abandono?.

domingo, 1 de noviembre de 2015

No era solo el luto, lo peor era no tener la faltriquera vacía.





 
La imagen de Barbarica dice tanto para los benineros que en ella veo representa lo que fue la dura realidad de vivir la vejez en Beninar para una parte de la población. Es verdad que siempre estaban en su entorno rodeados de sus familiares y de sus seres queridos. En la actualidad se come pero están tremendamente solos. Cuando ya dejaban de trabajar por motivos de la edad, gran parte de ellas regresan a su casa en el pueblo procedente de los cortijos con las faltriqueras vacías.
Cuando yo conocí a dicha mujer estaba labrando en un cortijo que tenía Antonio Cabras en la Cañarroa. Aquel cortijo cosechaba tan poco que sus labradores no podían caer en la tentación del engaño. Ella y su marido eran los encargados de labrar  aquellas tierras sembradas de almendros y escasos olivos. Cuando ellos abandonan el cortijo  nadie retomó la labranza de aquellos secanos. Agotados por la edad, se vienen a vivir al pueblo a una casa que hacia esquina con la plaza y una de las calles de acceso.  
Poco tiempo le duró el marido a Barbarica y como era costumbre en todas las benineras, era vestirse de luto toda su vida y en aquella edad mostrar una miaja de compasión ante sus paisanos. En el armario de su casa (si es que lo tenía) tendría colgado un vestido para ponerse mientras se lavaba el de diario, una muda y otra sin estrenar para la mortaja. 
Aquella familia ni escuchó nunca "cotizar a la Seguridad Social ni por supuesto tenía una paga para su vejez". Ni el sueldo de toda su vida de trabajo le dio para ahorrar dinero para la jubilación. Aquella mujer vivía prácticamente de lo que le llevaban sus vecinas para que comiese, cuando se acordaban de ella. Un visito de leche, no;  su edad no le permitía dominar un animal, una cabra y sobre todo los ánimos no estaban por llevarla a que comiese todos los días por los caminos, o que le armasen una bulla por meterse en alguna propiedad para que aquel animal comiese. Tampoco tenía a su disposición comer huevos ya que su casa era de las pocas del pueblo que tuviese corral. Además tampoco tendría dinero para comprar trigo a las gallinas. Amasar el pan fuera estaba de su alcance, ya que su casa no tenía un horno y mucho menos harina ni leña para calentar el horno o la chimenea. Barbarica mal vivía de la generosidad de la gente. Pero lo de aquella mujer no era un caso aislado en el pueblo. Podría empezar a poner nombre con sus apellidos del estado en que vivían las personas mayores de Benínar sobre todo aquellas que no tenían hijos o sus hijos se habían marchado del pueblo. Cada una de estas personas tiene una historia. Sigo con la historia de Barbarica.
Un día como tantos otros, se me ocurre visitar a mi abuela. Me dicen que no estaba y que estaba en casa de Barbarica. Entro en dicha vivienda y me encuentro a la dueña, mi abuela Mamanona y su prima Gaicos, sentadas alrededor de la mesa camilla y nada más entrar me ocultan lo que estaban haciendo, mejor dicho lo que  empezaban a hacer. Su cara les delataban que estaban ocultando algo en compinche. Mi abuela me contaría días después, que ella comparte con sus amigas lo que yo le llevo a escondidas de la tienda de mi madre.
-         Mira niño, - me decía mi abuela- cuando tú me traes un bote de leche condensada, la conciencia no me deja tranquila si no lo comparto con mis amigas, ya que ellas jamás podrían probarla si yo no las invito. Yo se que tú te la juegas, sacando de la tienda de tus padres la leche, los plátanos, las galletas, etc., y me las traes para que yo me lo coma, pero yo no puedo empezar a comer y mis amigas están pasando hambre. Lo cierto es que dicha comida si yo no se la llevo ellas no pueden comprarlas.
Niño un tazón de leche lleno de migajones de pan antes de dormirme sería dormir si no en el Cielo si cerca de él.    
Del presupuesto que me habían asignado mis padres para seguir un trimestre más estudiando en Almería, me fui a casa de Encarnilla la Ogirre (tenía una manada de cabras y repartía leche por el pueblo) y le dí una cantidad por que llevase a mi abuela todos los días un poco de leche.
No sé cuantas veces sonreiría al día Barbarica ya que motivos no tenía desde luego, sí lo hacía cuando nos tropezábamos en la calle; es de suponer que aquella sonrisa contenida era por haberle contado mi abuela a sus amigas que le había contado a su nieto lo del bote de leche condensada. 

domingo, 18 de octubre de 2015

La generación que no bebió aguardiente.

 

Esa copita de anís al clarear el día, bebida a sorbitos, con la azada, la oz, el manejo de esparto bajo el brazo, aquellos momentos mientras que se comentaba lo acontecido en el pueblo, era más gratificante que la cervecita que hoy nos tomamos los benineros-as en cualquier terraza ya que aquellos sabían lo que tenían pendiente de hacer en ese día, en ese mes, en esa época del año en concreto, sabían donde se habían dejado el tajo en la vega, en el secano en la acequia, ... La palabra aburrimiento aún no se conocía en aquel pueblo. Eso copita de anís que se tomaban nuestros mayores antes de ir al trabajo en el que el tiempo lo marcaba el bebedor durante toda su vida antes de empezar el trabajo las generaciones de después se lo perdieron.   

La familia de los Pérez, se dispersa como tantas otras, no es la única familia que decide romper con lo establecido, con la tradición, con las costumbres, que no se sienten unidos para nada al negocio familiar donde generaciones tras generaciones de sus antepasados han vivido dentro de un entorno y unos vecinos.

Puede que a la nueva generación de los Pérez les influyese estas tres nuevas apariciones, pero cuando se es joven lo normal es enfrentarse con coraje a todos los desafíos. Hasta aquellos momentos, y después, lo que era normal, era emigrar, en bastantes ocasiones a América conseguir suficiente dinero para volver al pueblo y con lo ahorrado mejorar el status social de la familia, parecerse a los ricos del pueblo. Hacerse una de las casas más grande del pueblo como en la que vivían los Pérez, en el mejor sitio y hasta con balsa de agua es de suponer que alguno de ellos ese dinero vino de América como el oficio.

Los tres posibles motivos de la desaparición de la destilería fueron:     

Pedro Antonio de Alarcón en el 1874 que se edita el libro LA ALPUJARRA.
Pero la principal riqueza  de Murtas y uno de los ramos más importantes de la producción alpujarreña  consiste en la producción de aguardiente perdiéndose la cuenta del número de alambiques que hay establecidos, …
-        -  La filoxera arrasa con todas las cepas de las lomas de La Alpujarra.
Según el diplomático francés:
Gemma Molleví Bortoló* y DaVid v sSErrano e gGiné** en el 1878 aparece el foco en Andalucía la  expansión de la enfermedad fue relativamente rápida. Donde se convirtió en plaga y arrasa con todos los viñedos.
-         -. El gobierno implanta unas cuotas a todos aquellos productores de licores entre ellos el aguardiente.

/decretos.../10-de-1904-mar-28-1904.p... Por el cual se dispone administrar por cuenta del Gobierno la renta sobre producción y rectificación del aguardiente.

-         - Las nuevas generaciones  no aceptan aquella forma de vida, al ser contagiados por el exterior y deciden marcharse del pueblo y ningún argumento familiar ni de gente influyente del pueblo  va a modificar su decisión de marcharse.

Pienso que el último argumento es el que más posibilidades  en el cierre de la destilería.

Cuando llega el momento de reaccionar cuando el pueblo entero está enterado que se va a construir el pantano y que todo aquello, casas y huertos se destruirían las generaciones que nos toco en aquellos momentos ser jóvenes, en su gran mayoría ya habíamos decidido marcharse del pueblo y montar sus raíces en otros lugares.
Me preguntaba Indaloxes: ¿Si en la actualidad existiese físicamente Benínar cómo sería el pueblo?. Estaríamos como ocurre en la actualidad en Hirmes, Darrical o Locainena.
No le contesté, pero ahora le contesto: Viviríamos allí unos cuantos viejos, como ocurre en la mayoría de los pueblos alpujarreños y vendrían emigrantes para atender a los viejos y cuidar de los huertos.   
Antes de todo esto, durante toda la mitad del siglo pasado, hasta  comienzo del 1900, de tener el pueblo por encima de los mil habitantes, pasa a la mitad de siglo a tener menos de los quinientos habitantes cuando llega la noticia de la construcción del pantano. Toda aquella gente joven que había antes y después de la guerra civil del 1936, se habían ido marchando poco a poco principalmente a Cataluña, (los que se marcharon a América volvieron con dinerillo que lo invierten en comprar fincas den el pueblo) bajo la influencia de aquellos pioneros que se marcharon, encontraron trabajo y fueron llamando al resto (o los que estaban en el pueblo insistían en marcharse) de los benineros-as con el argumento que allí encontrarían un mejor trabajo y un sueldo mucho mayor que el que tenían en el pueblo.  No es una exclusiva de Benínar que los pueblos se quedasen sin gente joven, creo que se puede decir que en todos los pueblos de La Alpujarra ha ocurrido lo mismo. En la actualidad: ¿Cuántas escuelas quedan en los pueblos alpujarreños y las que quedan, cuantos son los críos que acuden  a ellas?.

Aunque sea saltarme a otro tema, tengo que poner que la mayoría de todos los emigrantes que llegan a nuestras costas, vuelven a repetirse lo mismo que cuando nosotros fuimos emigrantes, todos traen una dirección o un teléfono de un paisano que los está esperando en Europa para cobijarlos mientras encuentran un trabajo y pueden montar su hogar. Cuando yo llegue a Barcelona recién casado, llamé a mis paisanos, la familia de los Fernández que aunque llegamos a las tres de la madrugada allí estaban ellos despiertos esperándonos y acogiéndonos en su casa.

De los Pérez que se marcharon,  uno logro  ser alcalde de uno de los pueblos más grande de la provincia Roquetas. Otro hermano desarrolla su profesión en uno de los bufetes más importantes de Madrid. El tercer hermano se quedo en el pueblo. No tengo noticias de cuantas veces se reunieron periódicamente ni de cuantas veces volvieron por el pueblo una vez conseguidos sus objetivos. De ellos no guardo imagen en mi mente de haberlos visto por el pueblo desde los años cincuenta y después, pero si me los imaginaba entrar por la puerta de aquel lugar que mantenía el olor a aguardiente cuando yo esta dentro. Seguro que ellos lo tendrían en su mente y de forma progresiva con el paso de los años.

jueves, 24 de septiembre de 2015

El último matriarcado de Almeria


                 La foto se titula: El último matriarcado - Los mosou

Yo he vivido en un pueblo, Benínar, donde el matriarcado  era palpable y ese estatus, esa forma de ser social no se cambia ni se planifica a ser de otra forma en tan solo un siglo.

Cuando Indaloxes en su escrito en Plaza de Benínar apunta sobre el encuentro de una bebé ahogada en el río:
Se organizaron partidas para buscar a la madre, nada se encontró, solo el río conoce ese secreto”.
En la Benínar que yo conozco, no se organizaban partidas ya que todo estaba calculado y previsto.

Hay principios que duran mucho tiempo y sobre todo si se refiere a la continuidad de la especie, que cuesta mucho eliminar. El comportamiento del macho o padre sí que ha evolucionado con el paso del tiempo pero la madre que nos parió sigue siendo la madre que nos parió, dio teta, etc, etc. Los hijos siempre en Benínar han marcado el jugo de una pareja, la razón de la existencia del pueblo.
Yo viví en Beninar la llegada de bebés en madres solteras y la reacción de la población era ayudar a la madre a sacar adelante a aquellos recién llegados aunque no estuviese planificada  su presencia. Bien por la influencia de la Iglesia o la reacción de la propia población, (...), por la supervivencia, como se decía en el pueblo: “A lo hecho pecho”.  
En el 1870 estamos hablando de una población que en Benínar, en cierta medida no es estable, gente que llegaba y no siempre se quedaba. Las estadísticas muestran que desde ese año, hasta últimos de ese siglo, llega a tener el pueblo por encima  del millar de habitantes, por la demanda de la mano de obra que en aquellos tiempos requerían las minas de plomo.   

En aquella población todo estaba controlado, no existían los secretos, todo estaba bajo el control de todos. Allí se sabía cuando se llegaba, cuando se marchaban y las razones de organizar el viaje. Por supuesto que los que se marchaban tenían sus argumentos, pero “las chismosas” (aquellas matriarcas tenían que encontrar la razón de todo) “sacando puntas  y señales”.  Nada de lo que ocurría a su alrededor se le escapaba de su control.
Aquellas matriarcas sabían interpretar lo que decía una cara, lo que significaba un gesto, pero sobre todo los ruidos a su alrededor. A aquellas benineras les llegaban los sonidos nítidos de sus vecinos y no controlaban, estaban pendientes por si necesitaban en cualquier momento ayuda.

Otro control sobre la natalidad se realizaba sobre el padre. Todos los niños-as que nacían fuera del matrimonio antes de que naciesen ya se sabía quien era el padre de la criatura. En la propia lógica si aquellas mujeres no habían salido del pueblo, un macho la dejó preñada tenía que ser del pueblo. Nadie viaja y menos las solteras, y que cuando  tenían que salir iban con su correspondiente controladora.
Si una mujer soltera se quedaba preñada, era un desafío para las “chismosas”, para encontrar el padre de la criatura. Y lo conseguían. Y aquel progenitor tenía que escuchar las conclusiones de las chismosas. A aquellas mujeres no se les escapaba nada “ni tenían pelos en la lengua”. "Le hablaban de tu al lucero el Alba" (sobre todo si el lucero era beninero). Si en la alimentación el padre se desentendía, allí estaban aquel grupo de matriarcas, para que el alimento no faltase; y "se le restregase al padre cuando encartaba" su escasa o nula atención a lo que engendró.

Siempre existió una especie de comité de mujeres que cuando aparecía un problema de trascendencia, daban la cara al problema y era cuando las “chismosas”  reculaban ya que dicho problema quedaban en las mejores manos.    

El matriarcado era tan fuerte y con unos resultados que las respaldaban que cada una de ellas se consideraba imprescindible y en aquella civilización realmente lo era. La mayoría de los niños se les conocía en el pueblo por ser hijo-a de fulanica, no por su apellido. Bueno. Como todas las reglas tienen sus excepciones también habían críos identificados con el apellido de su padre.

Si algún paisano está pensando que yo puedo deducir que aquella criatura podía ser de los gitanos que acampaban en el río, tampoco podría ser de aquellas familias que periódicamente aparecían acampadas debajo del puente ya que dicha población, me refiero a los gitanos, siempre han demostrado ser respetuosas con la vida.


Si apareció un bebé ahogada en el río por lo vivido en aquella población de Benínar , seguro que su madre o sus padres no pertenecía a aquella población. 

PD.
He colocado dicha foto por llamarme mucho la atención por aquellos pueblos indígenas por la similitud que guardan con los beninaros. Somos barridos de la faz de la tierra por el "llamado progreso". Entre otras razones.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Me duele más la pérdida del olfato que las articulaciones



 

El olor me llena de recuerdos.
El olfato, el sentido centinela.
El que  siempre está en vela.
En el que siempre confiamos, y nos fiaremos siempre,
aunque estemos a oscuras sin luna o sin estrellas
El que me avisa y me prepara,
me condiciona los pasos
me acerca o me retira.
Quien me prepara el cómo será la escena.
Que recibimos al nacer sin influencias.
Como el alfarero una masa de barro
que iremos formando siempre.
La orza, llenándola, de aromas y de esencias  
que hicimos y hacemos cada uno a nuestra manera.
El que nos une a la tierra de procedencia.

La llave de la memoria del fichero de la cabeza,
el que sabe en qué estantería está el documento,
qué página de nuestra historia tenemos que abrir.
El que nos llena de añoranza y nos serena.
Cuando te digo o te dije te quiero
será cierto o no tan cierto
dependiendo a lo que huela,
lo que muestras o demuestras.
Los olores siempre nos invaden
de los pies a la cabeza
dependiendo donde naces


Por las calles o veredas  que atraviesas.

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viernes, 28 de agosto de 2015

Del aguardiente de los Regalaos ni siquiera nos queda el olor




Ha estado en casa unos cuantos días mi hermano y en una de tantas  conversaciones me dice:
-         A tu padre en una temporada le dio por beber anís y para que lo dejase  tuve que hablar con todos los bares de la zona para que no le vendiesen.
Me decían los que se lo vendían que saben quién era el que compraba el  por preguntar por el anís de los Regalaos. Ya sabes el que seguro vendía Pepe Pérez.
-         Le pregunto: ¿Pero Pepe Pérez  llegó a vender aguardiente?.
-         Haber de donde pudo sacar el dinero para costear una carrera para cada uno de sus hijos. Otra explicación no encuentro. Bueno también contarían con los fondos  que cobraba su madre de maestra. Es de suponer que aquella familia vivió de las rentas del aguardiente, ya que finquitas no tenía como otras familias con aquellas casas.
El tema me entró en la cabeza y la forma de quitármelo de encima es escribiendo sobre él. Tengo que añadir que en esta historia también como en tantas otras está Eugenia Douced la canadiense que cuando llega a España en los años setenta con cuatro hijos de edad escolar después de recorrer muchos lugares para quedarse a vivir, decide quedarse en Benínar y precisamente alquilando la casa de los Regalaos. Esta canadiense tiene el don especial que siempre nos preguntamos los del montón: ¿Como es posible que dicha persona diese con ese espacio único, que nadie fue capaz de percibir, de adivinar que acumulase tanto, magnetismo, interés y misterio?. Donde se fabricaba en Benínar la bebida espiritual.
Eugenia en cierta ocasión me dijo:
-         Cuando cojas una historia investiga, pregunta, pero no la dejes sin terminar.
Aún recuerdo su carcajada cuando regresaba de lavar de aquella habitación que olía a aguardiente, y yo le decía que olía a borracha.  
Lo cierto es, que  aquella habitación en la C/ Los Naranjos durante un tiempo allí hubo un negocio que no se sabe cuando empezó ni cuando termino, tan solo encuentro en el recuerdo un trozo de tiempo, donde la historia puede encajar, que es entre  mediados y final del XIX en que aquel negocio existió. Tiempo suficiente para que las paredes de aquella habitación junto a una balsa de agua, sin ninguna chimenea por donde saliese el humo de la destilación, es de suponer que saliese por la puerta de salida o de entrada y por ello sé impregnaran de olor a aguardiente y que casi un siglo después siguiese oliendo el recinto.
La filoxera está en la punta de su desarrollo en el 1886 (casualidad que el anís del mono, tomado como referencia  comenzase a producirse en el 1870) que elimina de la fax de la tierra de la costa mediterránea  casi todas las cepas la base para la obtención  de dicho licor. También había que plantease que  se utilizase o no  lo que queda después de obtener el vino  (grappa al escobajo) como materia prima ya que lo que queda después de obtener el vino habría que traerlo de la zona de La Contraviesa, de Turón o Murtas.

Pedro Antonio de Alarcón en su visita a La Alpujarra escribe:
“Pero la principal riqueza de Murtas y uno de los ramos más importantes de la producción alpujarreña consiste en pa producción de aguardiente. Perdiéndose la cuenta de la cantidad de alambiques que hay establecidos en el lugar y sus cercanías, …”
Otra pregunta que he planteado a los mayores de Benínar es la palabra alambique y me han contestado: ¿Qué, esoqueesloes?.
No es mi intención seguir profundizando en la “bebida espiritual” (según lo define al aguardiente la Guía Repsol: destilación de fermentos de materias agrícolas. ) que se destilaba en Benínar, puesto que lo que me llama la atención es como se replantea aquella familia la continuidad del negocio.
Significativo és la existencia en Benínar de tan solo cinco casas construida de tal forma que tenían tres puertas de entrada al edificio, la puerta principal por donde entraban los señores, la puerta de servicio y la puerta del corral por donde entraba la caballeriza. Todas estas casas pertenecían a familias “ricas o que habían sido ricas”, pero la determinación de sus herederos, aquellas viviendas estaban ocupadas por gente mayor  (después de la guerra civil del 1936) y que sus retoños enfocaron su vida en otros negocios o en otra forma de “buscarse la vida”, como se decía en el pueblo.
Otro dato importante es que la procedencia de aquellas “viviendas o fortunas”, tuviesen su origen en la explotación de las minas de plomo durante casi todo el siglo XIX, pero en el caso de los Regalaos, no se daban las circunstancias, ya que en aquellos tiempos la destilación de los sobrantes de la producción de vino, (no estoy seguro que solo se utilizase como base lo que quedaba del racimo de uva) tenía una técnica, se necesitaban unos preparativos, una comercialización que aquel Regalao que comienza el negocio tenía que partir de una financiación de una especialización, de  unos conocimientos adquirido en otro lugar y que “la morriña”, con reales en el bolsillo, llega a su pueblo, Benínar y monta una destilería. 
La historia comienza mucho antes  que comenzase a vender aguardiente la familia de los Regalaos.

Continuará.


martes, 4 de agosto de 2015

El trompetista que hizo pecar a las mozas benineras.







Jovencitas benineras
Foto tomada del foro de Benína 
En este tiempo en que con frecuencia vemos en TV la fashión plus, donde aparecen todas las tendencias en moda y formas de vestir, cada vez que veo dichas imágenes me acuerdo de cómo vestían en mi adolescencia las mujeres de mi pueblo, Benínar ,y,  en cierta medida el reconocimiento a la costurera oficial que tubo Beninar con diferencia a las demás aficionadas de sus paisanas.



Las mozas que aparecen en la foto eran las que marcaban tendencia en la ropa, las que podían ir  fuera del pueblo a comprase vestidos en la capital. Eso no estaba al alcance del resto de todas las mozas.

Para participar en las fiestas todos los años las mozas tenían que estrenar vestido ya que si no fuese así estaban condenadas a estar los tres días en las escalerillas de la plaza vestidas de diario con su delantal contemplando como las afortunadas se divertían.  
Al grito de todas o ninguna todas las mozas programan reuniones, programan una novena al patrón del pueblo  para encontrar entre todas las mujeres  aquella que tuviese el don de cortar patrones para confeccionar vestidos con la misma facilidad con que ellas eran capaces de lavar en el río, encarpar, (en Beninar era la palabra utilizada para polinizar los racimos de uva),  o hacer de forma correcta todos los menesteres de una mujer de su casa. El soporte papel (patrones que años despues fueron aparecindo en revistas especializadas) para el diseño o para cortar los patrones, el papel no llegaba a La alpujarra.  En Beninar solo había papel de estraza en las tiendas, tan escaso, que  un grupo de mujeres acudían a que se le pesara en la tienda sin el papel para que lo que pesaba el papel fuese en mercancía.  Si hasta a los niños solo se les entregaba un solo libro donde estaban todas las asignaturas y dicho libro era para todo el tiempo de escolarización. Tampoco el papel de periódico  ni el alcalde conocía el nombre de los de aquella época. Puede que los conociesen el cura, el médico y el secretario, pero en sus casas no había periódicos. Al pueblo no llegaba ninguna publicación. Escribir una carta se le encomendaba su compra del folio y el sobre a aquellos que iban de viaje a Berja.
En un momento de la historia del pueblo aparece Rosa la costurera  que se imaginaba los patrones que configuraba un vestido y cogía las tijeras, con un desenvolvimiento asombroso. 
Lo que aparece a continuación es una historia que se argumentaba de la siguiente forma. 
Cuentan que Rosa se encontró en un momento de su vida en una esquina de la iglesia una canasta (fabricada  con  cañavera) con hilo, alfileres, agujas, dedal pero faltaban las tijeras. Las tijeras llegan a las manos de Rosa cuando toma la decisión de aceptar aquel don que le había regalado San Roque. ¡Ohú  las tijeras!.  En aquel pueblo que la mayoría de los pantalones y vestidos pasaban de generación a generación y lleno de remiendos hasta que las mozas no cumplían la mayoría de edad no se les podía regalar unas tijeras y que además demostrasen a sus abuelas y vecinas que las utilizarían correctamente. Tener tijeras implicaba tener un reconocimiento especial por parte de la población. Cuantas morían en el intento de que le consintieran tener unas en propiedad.
Recuerdo (si se me permite) que la difunta Lola Flores, cuando le mencionaban las tijeras tiraba puñados de sal a sus espaldas para evitar el “mal bajío”.    
Cuando Rosa cogía las tijeras no podía equivocarse, en cada movimiento se jugaba la reputación puesto que a la hora de comprar a la gitana Loreto los metros determinados, recurrir a comprar un nuevo trozo había que encontrar a la gitana, en primer lugar por cualquier pueblo de La Alpujarra y en segundo lugar, ¿le quedaría algún retal de dicha tela?.
Todas las mozas van a pedir autorización al cura para hacer una novena para que surgiese de entre todas una costurera con arte que se imaginase el  vestido para la talla de cada una de ellas. Puede que fuese San Roque el patrón del pueblo el que obligase (ser creativa es un don y en aquellos tiempos dicho don tan solo lo concedía San Roque) a Rosa la del Puente a ser creativa, que de unos metros de tela sacase un vestido.  Lo que es constatable, es que en aquellos años todas las mozas para las fiestas estrenaron vestido nuevo.  
La señal que el patrón les había concedido la costurera es cuando  aparece Rosa nada más terminar la novena con unas faldas estrechas, tan ajustadas, (que ella se las había confeccionado) que era incapaz de subir las escaleras que había entre la plaza y la iglesia. Todas las mozas de rodillas emocionadas dan gracias al patrón por haber atendido sus súplicas.
Aún recuerdo que Doloricas la de la tienda lo primero que puso a la venta en su tienda eran unos fardos de tela que compraba en la capital en la calle de las tiendas. Aquel acontecimiento que en el pueblo se confeccionasen los vestidos fue todo un acontecimiento.


Benineras en la playa
Foto tomada del foro de Benínar

No recuerdo cuantos fueron los años en que todas las mozas todos los años estrenaron vestido, pero llegó un año en que la costurera se queda ciega y por ello se acababa de estrenar vestido en las fiestas.     


No tengo referencias quien fue el que, o la que, puede que fuese Loreto la vendedora de fardos de ropa la que intenta justificar la ceguera de  Rosa con el siguiente argumento:
La culpa que la costurera se quedase ciega era un castigo a las jóvenes  por su comportamiento en las últimas fiestas de San Roque donde no tuvieron un comportamiento cristiano. Todas pecaron.  La culpa estaba en que  llegase entre los músicos de la Banda de Música de Ugíjar un trompetista que quitaba el sentido. Pecaron todas ellas aunque difícil de reconocer en público que habían soñado con escaparse y perderse por entre los maizales o las matas blancas de los cerros con el músico el trompetista. Nadie como aquella gitana para dar con argumentos creíbles ante aquella sinrazón de la ceguera de la costurera.
                          Chriss Botti concertista de jazz. 
Lo cierto de esta historia es que en Benínar antes  de Rosa no hubo ninguna costurera y nadie la sustituyo y que Rosa revoleó las tijeras y fue recuperando la visión lentamente, pero ya dedicada a otros menesteres como fue el oficio de molinera. No volvería  a coser para las mozas y que la gitana Loreto dejó de venir al pueblo vendiendo retales de tela.
Aquellas máquinas de coser de pedal (que en el pueblo se podían contar con los dedos de una mano) que compraron nuestras abuelas fueron perdiendo su utilidad y las hijas o nietas de aquellas abuelas las tienen en su casa como mesa de entrada debajo de un espejo y fue tirado a la basura toda la maquinaria que se utilizaba para coser. Conforme fue Rosa recuperando la visión, jamás hizo el más mínimo comentario de aquellos vestidos, de aquel don que solo a ella le había concedido el patrón del pueblo ni quien le  escogió a ella para aquel " mal de ojo" de perder la visión por un tiempo.  

miércoles, 22 de julio de 2015

Ahora tan solo les faltan devotos.



Me decía mi amigo Antonio compañero de la universidad que en Trigueros, pueblo de la provincia de Huelva,  cuando estallo la Guerra del 1936, el comité se reunía en la iglesia del pueblo. Eliminaron todos los santos que había en la iglesia y que cuando llegaron a San Antonio Abad, patrón del pueblo nadie se atrevía a ponerle las manos encima y se aprobó por unanimidad que se le dice el número uno del carnet del partido comunista. Un problema menos para aquellos revolucionarios que se disputaban el número uno del carnet.
En Benínar ocurrió que aquellos alpujarreños eran mucho más lanzados, en este caso a San Roque, el patrón, lo arrojaron por encima del puente al agua del río pero como la escultura es de madera, fue flotando en el agua hasta llegar a una presa y allí se la encontraron y la guardaron  escondida hasta que terminó la guerra.
Lo que intento por todos los medios averiguar es la reacción de aquellos  benineros,  del mil novecientos treinta y seis ante todos los santos que tenía la iglesia. Es de suponer que actuarían como los de Trigueros. Bueno peor, ya que a San Roque, se lo quitaron del medio sin pensar que existían los milagros.
Todo esto sale a colación por ser reciente la fecha de volver a juntar a todos los santos que había en la Iglesia de Benínar (que fueron repartidos por las iglesias cercanas cuando destruyeron la iglesia por “razones del progreso por la construcción de la presa”) en una ermita reconstruida en la pedanía de Hirmes.
He visto en la cara de mis paisanos la satisfacción de tener otra vez ante su mirada a todos aquellos santos juntos y mucho más cuando han escuchado repicar de la campana.
Aún tenemos entre nosotros (y quiera Dios que sea por mucho tiempo) a paisanos que por su edad vivieron en aquellos días en que el cura escapó por los pelos vestido de mujer camino de Berja y como aquellos nuevos dueños del pueblo tomaron posesión del edificio de la iglesia. Aquel inmueble quedó en manos de personas que les importaba un carajo aquellos santos.  Parece que ha quedado borrado de la mente de la  otra parte de benineros que ocurrió en aquellos tres años. Ni está escrito en ninguna parte. Es de suponer, que  todos aquellos santos que había antes de la guerra fueron quitados de en medio y que los que en la actualidad veneramos son figuras que fueron llegando al pueblo después que terminase la guerra en tan solo diez años. Sigo suponiendo que el interior de la iglesia sufría una remodelación para ir colocando en sus nichos a los santos que llegaron. En mi niñez se decía que la Virgen de Fátima fue comprada por Emilia en agradecimiento al sanar su hijo Pedro por pasar una larga enfermedad. De la llegada de las demás imágenes, nadie me contó nada.   
Recurro a dos imágenes la de Málaga por mi tiempo en dicha ciudad en la universidad y la imagen que en la ciudad donde vivo Algeciras que levanta pasiones. Todas aquellas ciudades o pueblos que estuvieron un tiempo en el bando de los perdedores de la guerra eliminaron parte del patrimonio religioso y Benínar, Málaga, Algeciras entre otras ciudades sufrieron dichas pérdidas.
Señor de Algeciras, una imagen de Jesús Cautivo obra de Carlos Bravo Nogales en 1944.
 El Cristo de la buena Muerte, el que procesionan  La legón  en Málaga sufrió varios ataques y mutilaciones antes de ser definitivamente destruida en 1931 durante la quema de iglesias y conventos de Málaga del 11 y 12 de mayo de ese mismo año 1931. Hoy en día, fue esculpida en 1941 por Francisco Palma Burgos, inspirándose en la imágen original de Pedro de Mena.
Lo que realmente me llena de interés de todo lo acontecido últimamente con la reconstrucción de la Ermita de Hirmes de lo último vivido por  los benineros es el interés mostrado por volver otra vez después de 85 años  a la reconstrucción de la ermita, volver a llenarla de santos, de los cuales tan solo se sacan en procesión  dos imágenes, la Virgen del Carmen y San Roque. La Virgen de Fátima, San José, San Marcos, La Inmaculada, el Corazón de Jesús, el Niño Jesús que fueron procesionados en el día fijado en el calendario, en mi niñez y juventud cada año, y, es más, cuando no llegaba la lluvia y los campos estaban secos se sacaba en procesión a San Marcos para que fuese propicia la lluvia. Me pregunto: ¿Cuántas velas se les encenderán a las imágenes no procesionadas y cuantas-os benineros se pondrán de rodillas delante de  dichas imágenes para encomendarse o encomendar sus impotencias?.
Todos decimos: ¡Por fin todos vuelven a estar juntos!. Para mí  dicha expresión no encaja en mi mente, que  estos herederos (los jóvenes sobre todo) del patrimonio de Benínar entiendan “lo de por fin están juntos” ya que se caracterizan por su escepticismo y por las escasas veces que encienden velas (carecen de santos de su devoción o son otros santos distintos de los que están en Hirmes) y se ponen de rodillas ante los santos de sus antepasados.
Hace escaso tiempo he estado en Inglaterra y la mayoría de las iglesias están vacías, nada más entrar en ellas da la impresión que el culto de antes ha desaparecido, que la juventud no acude a ellas y ya murieron los creyentes. Por último me aparece con frecuencia en mi mente la siguiente pregunta: ¿Qué le dicen a nuestros hijos y nietos las imágenes que nosotros hemos logrado juntar otra vez y veneramos?.
Que de milagros tienen que ponerse a obrar todos los santos de nuestra Ermita de Hirmes para que la juventud repartida desde Algeciras a Cataluña para que los beninerillos-as se les hagan devotos, se encomienden a ellos y que suban a verlos y les enciendan media docena de velas. Una por cada antepasado.