lunes, 2 de julio de 2018

La mejor sonrisa que recuerdo


Sonrisa que representa la plenitud. Regalada
Eugenia llega a Benínar en el 1970, cuando aún la tormenta no había destrozado la vega ni habían llegado los malvados seres del pantano. Llega un momento en que empiezan las obras de la presa y Eugenia dice: “No podíamos soportar que a nuestra vivienda llegasen piedras procedente de las explosiones de los barrenos para la construcción de la presa”.
En este escrito intentaré enfocarlo (tal y como me lo han pedido), en la incidencia que tienen sobre los benineros, la llegada de una familia canadiense, que  deciden quedarse a vivir entre ellos, con sus  cuatro hijos menores. ¿Cuál es la razón de elegir Benínar de todos los pueblos visitados en La Alpujarra?. ¿Puede que fuesen la cantidad de naranjas que estaban en el suelo en los naranjos de los Fernández que a sus hijas les impactan?. ¿La vega?. ¿Las parras?. ¿Los huertos?. ¿Los frutales?. ¿Puede que fuese la disponibilidad ofrecida por la mujer del alcalde, Carmen, entrañable que siempre fue seria y totalmente desinteresada?. ¿Sería aquel rosal en aquella terraza que tenía la casa de Andrés el Regalado, con una alfombra de pétalos de rosas, en aquella terraza de aquel rosal que ocupaba todo un parral?. ¿Sería que Angelicas les obliga a toda la familia a sentarse en el portalillo, les puso delante cestas llenas de frutas?. Además aquella beninera era capaz de decir: ”Hasta que no se terminen, hasta que se agoten  aquí no se levanta nadie”.  ¿Sería que sus dos hijas menores siempre que lo deseaban tenían burras a su disposición para pasearse?. ¿Sería que el padre, Aurelio tenía cestas y cestas llenas de todas las frutas de los huertos de Benínar que podía convertirlas en mermeladas?. ¿Sería que era en el único pueblo que la hija del alcalde, Maricarmen  tocaba la guitarra y las veladas eran tantas, cuantas fuesen necesarias y sin estar controladas por el reloj?. Las veladas en aquel silencio, (controlado siempre por el perro)  en la puerta del alcalde, las voces, la guitarra,  solo unos cuantos las vivieron en vivo y en directo pero imposibles  expresar las sensaciones, jamás se pudieron describir con precisión. Allí se cantaba de todo y en todos los idiomas. Fueron tantas las coincidencias que refleja este escrito y no escritas, que lo cierto, es, que aquellos dos o tres años vividos en Benínar van a marcar para siempre a los canadienses, tanto a los padres como a los hijos, a la gente de aquel pueblo muchos más. Cuando digo a muchos más, también me refiero a todos a aquellos extranjeros que son invitados por la familia canadiense a visitar La Alpujarra y dormir en su vivienda. Gracias a las maravillas que Eugenia refleja en sus cartas. Llagan canadienses, ingleses, franceses, etc. Visto desde ahora, en el 2018, si la familia canadiense no la expulsaran los barrenos para la construcción de la presa, sin duda hoy nuestro pueblo estaría lleno de extranjeros como hoy está Mijas, Coín o Alhaurín. Eugenia y su familia lo hubiesen logrado ya que era corresponsal en España de una revista (no recuerdo en estos momentos su nombre) que era editada semanalmente en inglés y en francés, es decir llegaba a medio mundo.               
Nada más llegar al pueblo, Eugenia no se desprende de su diccionario, son muy pocas las palabras que dominaba y además se sumerge en La Alpujarra, la España más aislada con un lenguaje peculiar con personas mayores  que posiblemente no habían viajado ni a su capital Almería. Cuando se equivoca, no utiliza la palabra apropiada los benineros le corrigen con una sonrisa y ella así lo entiende. No sabe como corresponder a tanta amabilidad, a tantas donaciones de papas, aceite, garbanzos, , … todo lo de temporada; tantos, que semanalmente tenía que llenar su coche y llevar lo que no podía consumir a los amigos dejados en Aguadulce.
Aurelio no duda poner su coche a disposición de todos aquellos benineros que con urgencia tenían que realizar un viaje a Berja o cualquier otro lugar. Es cuando están empezando los invernaderos en la zona del poniente y es cuando la familia de Eugenia se siente totalmente desbordada por llevar siempre lleno el maletero del coche  de todos aquellos géneros que  cosechaban  los del pueblo.
¿Qué incidencia tiene la familia canadiense en Benínar?. La mejor de todas. A los benineros se les permite, se les da la oportunidad de demostrar que son capaces de ser acogedores. Que son capaces de compartir todo lo que daban los huertos, los corrales, los gallineros. Ser bondadosos. Que las habladurías, los chismes y comentarios negativos sobre una determinada persona cuando se les contaban a Eugenia, aquella canadiense le daba la vuelta como un calcetín y el calcetín mostraba sus mejores colores, los originales.
Eugenia logra poner en contacto unos hermanos que no se conocían, unos en Francia y otros en Benínar por culpa de la guerra civil. En el pueblo costaba trabajo aceptar que una misma persona hablase en francés y en ingles, como ellos decían: “De forma natural”.
Había un chico con bastantes limitaciones; ella da su diagnóstico y ayuda al chaval y a su familia aceptar aquella situación con naturalidad. Hoy sería: Lllega por primera vez al pueblo la rehabilitación a un chaval discapacitado.
Al dedicarse su marido al tema de la alimentación, Eugenia dedica todo su tiempo a escribir y averiguar el cómo devolver a todos los del pueblo tanto como los benineros les habían dado de forma espontánea y desinteresada. Nadie como ella para acariciar mientras escuchaba a los ancianos, hombres y mujeres del campo, rudos, criados y acostumbrados o educados al escasísimo contacto humano. Escucharlos. Eugenia les decía que sus historias eran las mejores que había escuchado y que eran interesantísimas. Cada cual con su historia se pasaba por la casa de Eugenia y salían la mar de contento-a al ser puntuada de aquella forma por una extranjera. 
Eugenia decía que hasta las golondrinas le habían elegido a ella, al techo de su despacho para que disfrutase del proceso de nacimiento de los golondrinillos. ¿Cómo devolver a las golondrinas aquella elección, aquel regalo?. Los benineros se preguntan: ¿Los nidos de golondrina son un regalo?. ¿Si los nidos de los pájaros siempre existieron en todas partes y ellos no habían descubierto ese significado tan importante?.
Es tal la huella que dejó Benínar en toda la familia Doucet, que en la actualidad, sin ir más lejos en el mes de noviembre pasado, en el 2017,  una de sus nietas con su marido vuelve a visitar la zona una vez más. No sé cuantas veces lo hizo, pero me atrevo a decir que muchas veces más que algunos de los hijos de Benínar que se marcharon a Cataluña. Dos de sus hijos viven desde que se jubilaron todo el invierno en España. Uno de sus hijos está casado con una de Berja y trabajando en todo el Poniente de Almería. Para acabar; una de sus nietas que trabaja en Quebec TV, (comparando como si fuese TVE) nos visitó recientemente.
¿Cuántos canadienses, ingleses, franceses, alemanes, acuden con frecuencia a La Alpujarra por lo descubierto y explicado por Eugenia?. Sé que son unos cuantos sin que los familiares y amigos de Eugenia sepan, lo qué organismo oficial o local gasta puñados de euros con el argumento de promover el turismo alpujarreño.
La última vez que vi a Eugenia Doucet fue en facebook, en una foto rodeada de: ¿Nueras?. ¿Hijas?. ¿Nietas?. ¿Biznietas?. Qué más da, Eugenia siempre ha estado rodeada de los suyos. Es la única beninera que ha llegado a esta edad manifestando que tiene todo lo que necesita. Hora que vive en Canadá como cuando vivía en La Alpujarra le visitan sus once hijos y todos sus descendientes.
Si el lector quiere disfrutar e interpretar una sonrisa repleta, la que le ha costado noventa años aprender posturas para mostrarla, la sonrisa que le arranca otra al que la contempla,  mira su sonrisa, la de Eugenia Doucet y verás donde se expresa la plenitud, de lo ma-mejor-dermundo.