viernes, 10 de agosto de 2012

LAS PALOMAS DEL CEJOR



Cuando los de mi generación (recién estrenada la adolescencia) empezamos a visitar la balsa que tenía Juan el Nene en el Cajor para bañarnos, además de sentir la sensación de estar caminando por  un lugar mágico donde el silencio es roto por tus propios pasos. Lo que más nos impresionaba era aquellas paredes de roca verticales (se nos decía de pequeños, que existían lugares tan estrechos que pasaba muy justo el mulo con los dos capachos de los que iban a vender tomates a Adra) y el vuelo rasante de las palomas que vivían en aquellos tajos. Comentábamos entre nosotros, que aquellas aves no realizaban vuelos normales. ¿Podría ser como consecuencia de ser hostigadas continuamente por los cazadores a sabiendas que una vez abatida en el vuelo donde llegasen a caer era imposible tener acceso para cogerla?. No sé si dicho comportamiento de los cazadores (de aquellos tiempos difíciles y difíciles de encajar en los actuales), hoy sería la misma.  

Puede que aquellas palomas fuesen emigrantes, las llamadas (columba aenas),  zuritas, o pueden que fuesen (columba livia) mensajeras o ninguna de las dos, lo cierto es que mi admirado maestro me contaba una historia que no fue ratificada por el protagonista (emigrante en Cataluña) cuando nos encontramos y le pregunté sobre el tema.

Contaba mi maestro Frasco: “Después de estar fuera del pueblo tres años por la guerra y otros tres por el servicio militar, estando en Ceuta para embarcar para la península, me encuentro con Antonio que llevaba un paquete envuelto en retales totalmente tapado, que una vez solos, fuera del bullicio me dijo que eran palomas mensajeras que su sargento se las había regalado”:
-         -  ¿Crees que te van a durar mucho tiempo – le preguntó mi maestro - las palomas en el pueblo?.
-         -  Pues no lo sé. Si ocurriese lo que estas pensando, al que las mate, le mato la burra, el mulo o las gallinas del corral.

Las peripecias de todo lo acontecido que contaba Antonio con  la  llegada al pueblo de aquellas palomas fue una noticia mucho más relevante que las noticias que llegaron a Beninar durante los tres años de guerra. Cansados los benineros de tres años de noticias sobre la guerra la llegada de aquellas aves, fue el principio del fin. Pero aquellas palomas no podían continuar en una casa del pueblo por ser una de las diversiones más ocurrentes de los críos y siempre amenazadas por los gatos, siendo estos animales la base de la pirámide del hambre en el pueblo, (aquellos gatos tenían que ser domésticos, pero alimentarse de forma salvaje), pero sobre todo, el problemón, era, que comían grano tan escaso en aquellos tiempos de posguerra para las personas, que casi eran contados en la era.

Cada grano en aquellos tiempos era tan importante en Benínar que los críos después de estar aprendiendo a identificar los números y las letras, su familia le había encomendado irse corriendo al trigal a espantar a los gorriones. La carga de responsabilidad de los infantes benineros es para otro tema.

Antonio el mensajero pide permiso a Juan el Nene y es trasladado el palomar a una especie de vivienda que había junto a la balsa en el Cejor.
A Antonio nada más llegar al pueblo le pica la mosca que por aquellos tiempos estaba haciendo estragos en Benínar. Cuando las larvas de aquel insecto (parecido al descrito por García Marquez en Cien años de Soledad) comenzaban a moverse dentro del cuerpo de  algún beniner@, el pueblo les resultaba agobiante, afectándole al sueño y ocasionándole un  humor de perro. 

Aquel recién licenciado, de una guerra y de la mili  guardaba en su bolsillo la carta de un familiar que le había encontrado trabajo en Cataluña. Más pronto o más tarde el infectado tenía que emigrar pero había dado su palabra de cuidar de por vida a aquellas palomas y aquellos animales se hacían querer.  A Antonio  le llega a la mente una idea que en cierta medida le va a descargar de la responsabilidad de dejar a aquellas palomas abandonadas: Educarlas para que fuesen libres. 
Logra construir de madera un simulacro de escopeta con la intención de enseñarles a que reaccionasen al ver una persona con un arma en las manos. Tenía que lograr que volasen en forma de zis-zas no describiendo una parábola como hacían las perdices. Antonio razonó en más de una ocasión, que si por cualquier motivo fracasase en Catañuña, quizás, con la escusa de haber dejado desamparadas a sus palomas, fuese el argumento para volver de nuevo al pueblo. 
A Antonio se le ponía el cuerpo totalmente tenso cuando escuchaba la palabra fracaso. Entre la mili y la guerra aprende a escribir y llega al pueblo con las palomas y una libreta. Fue elaborando el folio emotivo para explicar,  justificarse  ante  los paisanos de allí como a los de aquí la razón de volver de nuevo al pueblo con el achaque de las palomas.  
El colombófilo beninero ya ha fijado cuando será un emigrante y va a depender de cómo reaccione la tercera generación de pichones. Antonio el mensajero,  escribe en otro folio  una lista  de quien debía despedirse cuando se marchase con la primera generación de pichones. Cada verano, otoño, etc., cada cambio de estación mientras educaba a los pichones fue eliminando de aquella lista poco a poco despidos emotivos por diversas causas. Desengaños o sueños rotos. Cada vez  mas paisanos eran tachados de la lista hasta llegar a la conclusión, que cuando se marchase del pueblo solo se despediría de sus palomas.

 La última vez que visité el Cejor, ante mis ojos estaban los mismos tajos, las mismas matas, los mismos barrancos, los mismos espartos, el mismo silencio pero no encontré ninguna paloma. Sentí la misma desolación que me invadió minutos antes cuando visité el cementerio a escasos cinco minutos del Cejor. De aquel espacio había desaparecido tanto Antonio como sus palomas.
¿Quizás a Antonio le llegó a Cataluña una de sus palomas mensajeras (cuando más lo necesitaba) con una propuesta de vivir en otra tierra que habían encontrado las palomas donde podían estar juntos  el beninero y sus palomas?.