martes, 22 de junio de 2010

LAS FRUTAS DE BENINAR

Recién estrenado los sesenta por determinas circunstancias, por enfermedades familiares, el que escribe no había llegado a la adolescencia, y las circunstancias le obligaron a estar al frente de la única tienda, (en la actualidad serían las tiendas de veinticuatro horas donde se puede comprar de todo y a todas horas, con la diferencia que en la mía se podían comprar tres varas de tela, medio kilo de arenques y hasta unas albarcas, por ejemplo) que había en Benínar.

Cuando se arrancaba del almanaque el mes de abril y aparecía mayo, el consumo de determinados productos, crecían la venta de una forma alarmante. Los productos en concreto eran los que en aquellos tiempos se creía que podían hacer frente a las diarreas.

De forma colectiva desaparecían los estreñimientos de la población en la misma medida que iban tomando color las brevas, melocotones, duraznos, sandías melones y todos los productos de las huertas.

Los estragos más importantes y primarios aparecían en los beninerill@s al dedicar todas las tardes después de la escuela a guardar la cabra asignada tal labor por sus padres.

Con vista de lince, se enteraban antes que nadie de la población de las frutas que empezaban a madurar y como los gañanes pesaban casi igual que los jilgueros, (aquellos alpujarreños tenían menos grasa que la pantorrilla de un gorrión) trepaban por el tronco, por las ramas y llegaban a las copas de los árboles donde las personas mayores no podían llegar. Un adulto podía ver el color rosa aterciopelado de un melocotón, de una breva rallada, etc., que habían tomado las primeras frutas, pero la persona mayor medía lo que pesaba su cuerpo y lo que podía aguantar la rama, es decir, se le hacía la boca agua de la primera fruta de la cosecha y como además en el pueblo nadie se había inventado las escaleras, para apoyarlas en el árbol para trepar sobre ellas, el adulto, tenía que esperar mientras que los imberbes se convertían en felinos esperando en el brazal a que el lugar quedase despejado.

Un melocotón con color a las mejillas de una moza alpujarreña, era una tentación para madrugar antes que nadie o estar en el campo hasta que cayese la noche para conseguir los mejores manjares que nacían en todo el valle de Benínar.

Aquellos infantes que pasaban falta de todo e incluso de una comida básica o monótona, (migas, puchero, judías, lentejas), cuando llegaban los meses de mayo y junio, las frutas eran devoradas con agonía por todos los trepadores de ramas.

Recuerdo perfectamente ver a beninerillos, que se descosían los pantalones el espacio que podía abarcar el ojete, para llegado el apretón allí donde estaban se ponían en cuclillas y para rematar la faena la primera piedra a su alcance.

Las madres eran las primeras que se daban cuentan del estado de deshidratación en la que había entrado su hijo de tanto comer fruta y era cuando acudían a que yo les vendiese principalmente bacalao para hacerle un caldito de pescado a su niño que estaba en la cama, con una cara más blanca que las paredes encaladas y con unas diarreas que no había forma de cortarlas.

El dicho que se decía en Benínar:
“Más vale una buena panzá que cien panzaillas”, seguro que tal dicho salió de la boca del querido, recordado y añorado doctor, DON EMILIO DURÁN MEDIAVILLA.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Las ganas de comer tambien se dejaban ver en las bodas, los había tan tragones que se ponian malos ¿recordais?

paco maldonado dijo...

Situaros en pleno verano cantando las chicharras (como suenan las trompetas en los mundiales de futbol). Un chaval sobre unos diecisiete años.
La madre le había puesto en el cenachillo un trozo de tocino cuando tiene el color amarillo pajizo, rancio, rancio. Después de comer a medio día le entraron unas descomposiciones una tras otra, que al pobre no le daba tiempo de uno a otra.
El chaval ( sé que vive en Cataluña, que me acuerdo del nombre y tendrá sobre unos setenta y pico de años), tomó la determinación de quitarse los pantalones y siguió cogiendo almendras la mitad de la jornada sin pantalones ni por supuesto ni carzoncillos.
Todo el mundo de cachondeo, pero el chaval cumplió su jornada de trabajo y con los pantalones en condiciones para entrar en el pueblo de forma honrada por la ramblilla.
Que el culo lo tenía como un bebedero de patos, pero con los pantalones sin manchas.
El tocino rancio en Benínar hacía estragos.

Jazmín dijo...

Jajajaja!!!Paco me he reido con lo q has contado en el comentario .

Con lo buena q es la fruta, y aquella de Beninar recien cogida q sabia a gloria, porque será q a las nuevas generaciones no les gusta la fruta????creo q algo debe influir en eso, pero no se lo q puede ser.

Saludos.

Anónimo dijo...

Que exajerado que eres Paco, con lo de la diarrea del "pobre" de la almendra. Se pincharía los...y si no se agachaba...me lo imagino en "pompa" como decíamos en Benínar.

Saludos, Juan Gutiérrez.

Charo dijo...

Paco, pienso lo mismo que Juan en el comentario anterior. Pero te puedo decir que me ha dado por reir tanto, que estoy escribiendo este comentario y aún no he parado de reir y reir.

Un saludo de Charo Ruiz Baños

ACUARIO dijo...

Teba asalir la nariz larga como a pinocho o noseriastu elque porno ensusiar los pantalones. te los q
uitates.saludos