domingo, 27 de junio de 2010

EL 99.

Tenía pensado colgar un artículo titulado “las cortinas de la Moncloa”, (por lo del chiste del suegro que le dice a su yerno, ...), pero el visitar a la mujer donde estuve parando en Málaga cuando estaba estudiando, me ha dado otro tema para desarrollar.

Aunque no he colocado ningún comentario político, opiniones sobre la actuación de determinados políticos, las tengo y sobre todo en estos tiempos en que (no todos los profesionales a la política, por supuesto, no se puede generalizar), tanto juego nos dan para largar de ellos.

En uno de sus escritos decía Muñoz Molina después que un determinado político ganase en unas elecciones:
- “Como si me hubiese tocado la lotería estoy de contento, puesto que dicho político desde que se levanta hasta que se acuesta meterá la pata muchas veces generará en mí todo tipo de comentarios”.

Hoy no le toca a la política, mi comentario se centra en algo que me ha tenido la cara y el ánimo a tope toda la tarde. Coincide que termino de darme cuenta que es el número 99 de temas colgados en esta blog, y, como el cien por cien nadie lo logra a no ser que seas propuesto para la canonización y eso está al alcance de muy pocos al menos en el 2010, mi querida Señora Juana, la mujer que me entregó no solo su amistad, su casa y sobre todo su cariño, ahora que se encuentra postrada en su butaca, bien merecía una visita, compartir unos cuantos besos, abrazos y sobre todo sin tener en la muñeca el reloj.

Qué alegría poder recordar tantos momentos mágicos vividos con ella y con mis compañeros universitarios.

Fue a última hora cuando dice la Señora Juana a su hija:
- Cuéntale lo de la cartera.
- Mamá, que estás diciendo. Le contesta su hija.
- La que tenía dentro la foto de un caballo.
Dice la hija de la Señora Juana:
- Fue un detalle que nunca se nos olvidará.
Continúa el relato Puri:
Resulta, que una de las veces que volviste de Coin (mi rostro reflejaba que estaba contando una historia que yo no me acordaba).
¡Que sí!.
Tienes que hacer memoria.
Te encontraste una cartera que tenía tres mil pesetas de las del año 1973, y la foto de un caballo. Le dejaste al conductor del autobús nuestra dirección por si aparecía el dueño. Cuando llamaron a la puerta preguntando por ti y por su cartera, el hombre no podía pronunciar palabra puesto que no hacía más que llorar.

Decía aquel coino:
“Yo era pastor en un cortijo, vendía las cabras y con dicho dinero me vine a Málaga a buscar trabajo. Estábamos pasando mucha hambre toda la familia”.

Espero sentado en la puerta que yo llegase de la universidad (o vaya usted a saber cuando un universitario regresa a casa de donde regresa) comenzó a abrazarme y llorando sin dar más explicaciones se marchó.

Aunque aquella acción me saliese para permanecer siempre en el recuerdo de la Señora Juana y su hija, las circunstancias han querido que no sea el cien por cien que lo que hago sea correcto aunque lo intente, ni que lo que ha ido apareciendo en todos los escritos logre el cien por cien que sean comprendidos.

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