miércoles, 17 de marzo de 2010

EL LECTOR DE ENCICLOPEDIA

Hace unos meses que se murió en el pueblo de mi mujer en Coin Juan Romero habiendo cumplido los noventa años.

Como los beniner@s siempre tenemos medidas y comparaciones alpujarreñas, cuando lo conocí comencé a llamarle Julio. Tenía el mismo cuerpo, casi la misma cara y la misma expresión como el Julio que yo me había cruzado infinidad de veces en mi infancia, por la Rambla de Murtas con un par de mulos. Apenas mantuve conversación con él, pero las “lenguas benineras” decían que aquel hombre era una excelente persona.

Continuo el relato pensando en aquel HOMBRE BUENO de los Cortijos de Turón, que casi cuando deje de ver a Julio me tropecé con Juan Romero, que para el que escribe era como se solía decir en Benínar: “Julio y Juan eran dos gotas de agua” .

En el verano pasado su hija (la de Juan) nos invitó a una comida en una casa que tienen en el campo y allí estaba su padre. Me senté a su lado y le pregunto:
- ¿De todos los libros que has leído, con cuantos te quedas?.
- Yo he leído muy pocos cuentos o novelas. Desde que empecé a ir a la biblioteca yo siempre cogía uno de los libros que forman la enciclopedia, Espasa Calpe y en su lectura me encuentro.
Cuando me canso (…). A mis años la vista la tengo cansada, me pongo a escribir las conclusiones de lo que he leído. Para que no se me olvide escribir ya que me costó tanto aprender.

Era la primera vez que escuchaba a una persona que desde que se jubiló en vez de ir a jugar una partidita de cartas o de dominó en el bar de la esquina, todos los días se marchaba a la biblioteca y leía uno de los tomos de la enciclopedia y siempre salía con dicho libro para terminar de leerlo (una parte) en su casa, a la vez que escuchaba la radio.

Su nieta (número uno de su promoción en la Universidad de Económicas de Málaga) que estaba escuchando, dice:
- He salido tan lista a mi abuelo. Qué lástima que mi abuelo naciese tan pronto.

Viéndome acorralado ante una persona que llevaba cerca de los treinta años leyendo una enciclopedia y a una número uno de la universidad, se me ocurre salir, como se suele decir “por la vía Tarifa” y le digo a Juan:
- Te encuentras estupendamente a tus años atenido por tu hija.
- ¿Qué quieres (me contesta Juan) que me parezca a la foto que se ve de Albert Einstein?.
Ese hombre fue toda una eminencia, pero estaba totalmente desatendido por su familia.
¿No has visto los pelos que tenía siempre?. ¿Los pelos de las cejas, orejas y de la nariz?.
Yo soy un afortunado puesto que todos los fines de semana si no es mi nieta es mi hija, me cogen, me pegan un repaso y me dejan como un San Luis.

Juan (en otra ocasión) me contaba que no sabía leer hasta que se fue a la guerra. Al vivir su familia en un cortijo muy lejos de la escuela, las tareas del campo le impidieron aprender a leer y escribir. Lo enseñaron, entre trinchera y trinchera un amigo estando en la Guerra Civil de España. Cuando termino la contienda y cumplió con el servicio militar volvió de nuevo a trabajar en el campo. Dejo de trabajar como agricultor, y, una vez jubilado el tiempo lo dedico a lo que siempre le había apasionado: Leer para quedar asombrado todos los días lo que está escrito en una gran enciclopedia.

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