lunes, 8 de junio de 2009

UN POCO DE LECHE PARA LOS DESNUTRIDOS.

Sentados en los escalones de la puerta de servicio de la casa de Rosarico La Leche, unas cuantas benineras, conversan a la espera que llegue Barbarica con la burra donde en sus aguaderas traerá los cántaros de leche de las cabras recién ordeñadas en los corrales de La Cañarroa.

A las manadas de cabras y ovejas les quedan escasos días para marcharse a la laderas de Sierra Nevada donde pasarán todo el verano y parte del otoño y por ello en Benínar se dejará de vender leche.

Se les complica la alimentación a las personas que necesitan del tazón de sopas, - por ello están las madres allí sentadas - para salir del estado que presentan totalmente flacos y ojerosos.

Rosarico le dice a la asalariada que amarre la burra en una de las rejas de la casa que quiere hablar con ella.

- Este año tenéis que dejar al menos cuatro cabras que estén dando leche, de las mejorcillas, ya que se las tendremos que dejar a las que están sentadas en la puerta. Se lo dices a tu marido que las seleccione.

Las que esperan con el cuenco en la puerta se sienten aliviadas al ver el rostro sonriente de Barbarica que les está dando a entender, que en tan solo dos o tres días ya tienen permiso para ir a recoger las cabras.

El alquiler de dichos animales será abonado a los dueños de las cabras partiendo almendras, esfarfollando, blanqueando (…) en definitiva en mano de obra que es lo que podían ofrecer los pobres a cambio de un tazón de leche diaria.

Puede que si la necesidad fuese apremiante Rosarico dijese que alguna de ellas que esperase para recoger ese día un requesón o uno de los quesos que diariamente se hacían en un cuarto pegado a la cocina que tenía aquella casa una de las más grandes de Benínar.

pacor. maldonado

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