martes, 15 de diciembre de 2009

¿GRAFFITEROS EN BENÍNAR?.

Retomo un trozo sobre lo que publiqué el año pasado por estas fechas en Benínar.com sobre la primera Navidad que pasaba en el pueblo don Francisco, el último cura que pertenecía a la diócesis de Granada. Tan solo fueron dos años, !pero que dos años (…), en los que puso al pueblo “patas arriba”!.
Después nos llegó don Antonio (Dios le doto de muchos dones pero no para el cante y menos en latín) ya de la Diócesis de Almería. Este don Antonio debería firmar un pacto (con la mejor voz que había en aquellos momentos que era Lola Ruiz), puesto que, cada vez que había que entonar una canción, el pobre cura carraspeaba para que entonase nuestra paisana lo que correspondía en aquellos momentos del oficio religioso. Vamos que don Antonio “cantaba (el adjetivo se lo puso el cura que le sustituyó) tan mal, que era capaz de desafinar un carro sin frenos cuesta abajo y por el empedrado de una de las calles del pueblo”.
Para potenciar el cante en la iglesia estaba el reverendo. Si se cantaba, se cantaba, y si no se cantaba carraspeo que se ahorraba.

Al tema de la Navidad con el cura recién llegado a finales de los años cincuenta.

Don Francisco convoca a los monaguillos para el sondeo preliminar de cuanta gente sabe cantar, cuantos tocar instrumentos, que villancicos se conocen, etc.
Conclusión:
- Tocar las campanas (dice el cura a los acólitos) y que todo el pueblo acuda a la iglesia.
- ¿De qué forma sr. cura?.
El cura se les queda mirando y pensando que él personalmente les había dado un curso teórico-práctico a sus discípulos sobre cómo había mover el gajo de la campana si se trataba de un entierro, tocar a fuego, tocar a (…). En cura contesta:
- ¡Agloria!.

Al ser convocados por el cura a toda la gente del pueblo a la iglesia para organizar la Navidad, cuando ya el recinto estaba lleno y todos en silencio puesto que en aquel sitio todos tenían que estar callados, - era en el único lugar del pueblo donde todos los benineros permanecían callados, para asombro de propios y extraños, y donde nada más entrar las mujeres se cubrían la cabeza con un velo y los hombres se quitaban la bilbaína, - aparece el cura por la puerta de la sacristía y en ese momento un beninero se levanta y comienza a entonar:
Que revolución, madre, que revolución, / que el Dios Soberano correr paisanos que ha nacido Dios. (Bis).
Le llevaron polvorones, turrones y caramelos, / paquetes de mostachones y tocinitos de cielo (Bis).

Se calla el beninero y el cura le pregunta:
- ¿Dónde aprendiste el villancico?.
- Señor cura.
Con permiso. Termino de llegar al pueblo y he estado haciendo la mili en Jerez de La Frontera. En caballería. Allí es donde lo he aprendido y muchos más.
- Buena tierra para los villancicos, - le contesta el cura, - sobre todo en el Barrio de Santiago, donde los gitanos les ponen un toque especial.
- ¿Le canto otro?.
- De acuerdo.

Señora María, venga usted corriendo, / que el niño chiquito se está entreteniendo, / se está entreteniendo, se está entreteniendo, / en pintar la mula de blanco y de negro.
- ¡Por Dios!. ¡Qué letra, más incitante para los niños del pueblo!. Esa descartada. Graffiteros en Beninar. No.

Bueno era aquel cura para no tomar medidas drásticas.

Se coloca en la puerta de salida de la iglesia y le va diciendo uno a uno que entonen la canción que sepan y de esa forma, los va dejando dentro a los dotados para el cante y a los demás les dice que vuelvan a la mesa camilla a sentarse al calorcico del brasero.

En aquella noche comienza los ensayos para las navidades únicas e irrepetibles en Benínar, puesto que en las siguientes, el cura se había enfadado con todos los benineros, porque el día de San Roque habían estado bailando, “!pecaminosamente(…)!. ¡Pecaminosamente bailando!” en mitad de la plaza.

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