domingo, 12 de julio de 2009

Garbansos
Unos compañeros de universidad, nos visitaron hace unos días y nos fuimos a almorzar a San Lucas con solo la intención de estar contemplando donde termina el Guadalquivir o donde comienza el Atlántico, o al revés. Es un lugar que para el que escribe tiene un valor incalculable, puesto que allí es donde se cree comenzaba La Atlántida, por donde entraron los fenicios y sobre todo los romanos para la construcción de Itálica y dejarnos tanto.

De eso estaba yo hablando cuando llegó unos momentos de silencio y le pregunto a Araceli:
- ¿Dónde trabajas en Barcelona?.
- En un hospital de veinte plantas, en la planta diecinueve, donde casi todos las mañanas llego antes que nadie para ver salir el sol. Ando unos pasos y puedo contemplar, el masiso de, …
- ¿Quieres decir el macizo?.
- ¡Ya estamos!. Hablas lo mismo que mi hija.
No viene a cuento, pero tenía ganas de decírtelo. Te contesto a lo que me preguntaste antes.
Estoy hasta las narices que tú me preguntes, como lo han estado haciendo todos los días todos mis paisanos – se refiere a los de Moriles – sobre si mis hijos “se sienten catalanes o se sienten andaluces”. Eso es lo mismo que cuando a los niños se les preguntan: “¿A quién quieres más a papa o a mama?”.
- A papá o a mamá.
- ¡Mira!, ¡Mira!. No me vuelvas a tocar las narices.

Desde siempre Araceli se ha pronunciado, por “la vendita hora de marcharse a Barcelona”. En su pueblo, tanto sus padres como sus vecinas, la tenían totalmente encorsetada y encontró su libertad, casándose y viviendo en una ciudad en la que “las costumbres y los controles entre vecinos, a ciertas personas le impedían salir a volar, cada vez que se le antojese”.

Esta mujer, vibra, se emociona y se le saltan las lágrimas, cuando les cuentan sus familiares mayores, todo sobre la Guerra Civil, las fiestas de la vendimia o las costumbres del pueblo de Moriles. A la vez, espera que el día de San Jorge, le regalen una rosa y un libro.

Se enfada con aquellos andaluces que manifiestan: “Sentirse incómodos con los catalanes y con sus costumbres”. Ella es la primera que cuando escucha cualquier queja en este sentido, se levanta, y le dice a los “andaluces incómodos”, “que se marchen al lugar donde ellos creen que estarían más cómodos”.

Araceli, desde hace bastante tiempo ha superado todos los niveles de hablar y escribir el catalán, puesto que para su trabajo tiene que presentar dichos conocimientos. Habla catalán – dice ella, ratificado por el marido – perfectamente y se encuentra cómoda viviendo como vive en Hospitalet.

Una vez relajada, reconoce que tanto a ella como al marido le es imposible desprenderse del deje de su lugar de nacimiento y con la edad que tiene, no realizará el más mínimo esfuerzo, por diferenciar, las s, de la c, o las c, de la z.

Dice que un día, entra su hija a casa, con un cabreo impresionante, se dirige a los tarros de cristal donde estaba escrito: garbansos, asucar, etc.
La madre le pregunta a su hija:
- ¿Se pude saber que hases?.
- ¡Que no son garbansos, que son garbanzos!. ¡Que no es asúcas, que es azúcar!.
¡Que me han dejado en ridículo en clase, cuando yo he defendido que en los tarros de cristal de mi casa, ponía garbansos y asucas!.
- ¡Mamá, gar-ban-zos!. ¡A-zú-car!.
Además, no se dice ma-ma, se dice ma-má y pa-pá.

Aquel tiempo en que los dos hijos siempre estaban en la defensiva intentando que tanto su madre como su padre, utilizasen las s, las c y las z correctamente, ha pasado y sus dos hijos – como los hijos de nuestro tiempo – aún continúan en casa y las relaciones entre padres e hijos, el que escribe certifica que son espléndidas.

Araceli, después de exponer otra vez – digo otra vez, puesto que hace más de treinta años que los que vivimos en tiempos de estudios en un mismo piso cuando estábamos en la universidad nos reunimos todos los años al menos un día – sobre “el sentirse o no sentirse catalana o andaluza”, Araceli dice que se siente catalana y que se siente andaluza.
Continúa diciendo:
- Rechazo de plano a todas aquellas personas que pretenden restar en vez de sumar. Tengo derecho a tomar la cantidad de cultura que quiera de Andalucía como de Cataluña. Creo que el espacio que tengo para la cultura catalana no le resta para nada espacio a la cultura que tengo de donde nací.

Araceli mira al marido para que él también se pronuncie al respecto a lo que el marido asiente con la cabeza.
El marido toma la palabra y dice:
- Estoy comprometido con todos los movimientos de mi barrio. Intento en mi tiempo libre lograr para mi barrio y mi comunidad, todo lo que legalmente se pueda conseguir. Cuando veo una carencia, soy el primero en acudir a donde sea y como sea y jamás le pregunto donde ha nacido, si es blanco o si, … y sobre todo contesto en el mismo idioma con el que se me pregunte, siempre y cuando lo sepa, claro está.
Lo que si estamos seguros tanto mi mujer como yo, es que nuestros hijos, por la leche que han mamao, nunca serán separatistas.

No se lo dije en aquellos momentos, pero después de rumiar lo hablado, en cierta medida, me he sentido incómodo, al querer, que mis amigos, que han nacido en Andalucía y viven en Cataluña, se pronuncien “si se siguen sintiendo andaluces o no”.

Creo que los benineros que están viviendo en Cataluña, estoy totalmente seguro que me darían la misma contestación que me han dado mis amigos de universidad.

Qué cicateros, que orgullo desperdiciado utilizamos sin sentido, los benineros, que decidimos quedarnos en Almería, en Andalucía, cuando casi siempre terminamos preguntando lo mismo, cansinamente lo mismo: “A quién quieres más, a papa o a mama”. O lo que es lo mismo: “A quien quieres más, a Andalucía o a Cataluña”.

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