martes, 26 de mayo de 2009

UNA ALPUJARRA DISTINTA

CENCERROS QUE SE PERDIERON.

La época en que los campos de La Baja Alpujarra se llenaban de sonidos de cencerros y campanillas desde El Ejido hasta Ugíjar. Tiempos en que en todos los pueblos se olía a queso fresco y requesón.

Por estas fechas los cencerros con múltiples sonidos se escuchaban por todos los montes que rodeaban a Benínar.

Los pastores ya colocaron hace días a todas las matriarcas - heredados de madrea a hijas - y machos de la manada su cencerro para que todos los miembros se fuesen acostumbrando al sonido mientras estaban con la cabeza amorrada comiendo en el campo o mientras se sacudían la cabeza. Había que ir metiendo en la cabeza de cada uno de los animales los sonidos propios de la manada.

Les quedaba poco tiempo para salir del pueblo con dirección a las laderas de Sierra Nevada donde se concentraban todas las manadas de La Baja Alpujarra.

Las dos manadas - una de cabras y otra de ovejas - de Los Marines o de tantos otros cabreros - del que fuese nuestro pueblo – tenían que tomar todas las medidas para que ningún animal se despistase al estar en tierra totalmente desconocida o se pudiesen mezclar con otros rebaños al encontrarse perdidos-as.

Nuestra paisana Encarna no hacía más que decir a todos los que se encontraban por la calle – al ser preguntada de la eminente salida de la manada para la sierra – “que le daba mucha pena tener que quedarse en el pueblo y no poder marcharse con su marido al tener los hijos tan seguidos y tan pequeños”.

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