miércoles, 22 de diciembre de 2010

BARBARICAS O BARBARIDAD.

Mi pariente Maldonado Calvache, nadie como él tiene autoridad demostrada dentro de la Alpujarra para decir:
- “Al ser una comunidad aislada casi todos los alpujarreños somos parientes, al tener unos cuantos siglos para que en un determinado momento se produjese la unión en matrimonio, la mezcla de los distintos apellidos”.
Eso me lo dijo en la Facultad de Farmacia el día catorce de este mes de diciembre.
Dejemos que sea mi pariente el que demuestre el linaje de los alpujarreños para centrarme en la otra sangre, la sangre del cerdo, la que es imprescindible para la mejor morcilla.

En el anterior artículo hacía referencia que las alpujarreñas siempre llevaron una morcillica de oro (para mí la media luna musulmana) en el pómulo de las orejas, que se heredaba de madres a hijas. En el presente quiero entrar en otro eslabón del pasado que es la sangre del cerdo (para los musulmanes la sangre del cordero). De ella salía el alimento más efímero, el más perecedero el que más pronto había que consumir, la que todo el que tenía la posibilidad de celebrar una matanza, estaba en la obligación (que mandaba la tradición), que de aquella casa tenían que salir platos de morcilla caliente para todos aquellos paisanos que su pobreza le impedía alimentar durante el año a dicho animal.

Recuerdo que mi abuela Mamanona me decía:
- “Como a Barbarica se le tiene como pobre, es en la casa del pueblo que dura la morcilla en aceite durante todo el año, de tanta como acumula (que le regalan) en el tiempo de las matanzas”.
Aquella viuda que fue aparcera durante toda su vida y cuando le llegó el final del ciclo, el agotamiento, el reconocimiento que tenía que dejar su puesto en el tajo, puesto qué, ella ya no podía rendir, se marcha a su casa, en el pueblo a vivir los últimos días a sabiendas que dependía su alimentación de la bondad de sus paisanos. ¿Cuántas barbaricas nos podemos encontrar en cualquier suburbio, de cualquier ciudad?. Que barbaridad que solo nos acordemos de los ancianos que hoy viven "en las llamadas residencias" tan solo por estas fechas.

Parece que muchas tradiciones van desapareciendo, ésta en concreto la mantienen todos aquellos que acuden a los actos litúrgicos de estos días llevando o llenando las despensas de Caritas para casi todo el año de todos aquellos alimentos que no son perecederos. Aquí en la ciudad donde vivo, entre las parroquias y las cofradías en éste tiempo acumulan toneladas de alimentos que son destinados para el comedor de Caritas durante todo el año.

2 comentarios:

José Antonio Díaz Roda dijo...

Recuerdo el día que se murio Barbarica.
Iba siempre a misa de riguro negro con su mantón alrededor, acompañada de Asunción, María "La Pabila" y tu abuela Antonia.
Feliz Navidad.

paco maldonado dijo...

Te falta a la prima Gaicos de mi abuela.
No solo iban a misa, las tertulias eran frecuentes.
Yo creo que a mi padre y a mi madre siempre le faltó un grupo como el que tenía su madre, Mamanona para parrafear sin tener para nada el tiempo previsto.
No me acuerdo el nombre de uno de los de la generación de mi padre que me decía su hijo:
"Le ponemos la TV y se pone a hablar con el primero que aparece, ..., en pantalla".
Es más, también me decía:
"Cuando mi madre le dice de acostarse, contesta mi padre:
- No podemos dejarlo (al que estaba en la pantalla) con la palabra en la boca y acostarnos".