viernes, 24 de septiembre de 2010

TIEMPO DE CAÑAVERAS.

Recuerdo el nombre y el boca a boca de casi tod@s l@s beniner@s cuando un paisano se le ocurrió cortar las cañaveras fuera de temporada. Se corrió la voz por el pueblo que a un paisano se le habían puesto los testículos, casi (perdón por las comparaciones), como el volumen del burro del molinero. En los madriles se dice “como el caballo del Espartero”. Nadie era capaz de imaginarse tal tamaño y por ello todos los paisanos aplicaron la técnica de “hacerse el encontradizo” para ver en vivo y en directo lo inédito, lo descomunal. Los entendidos del pueblo en dicha materia (como en tantas otras) le pusieron un determinado nombre (lo que hoy conocemos como alergia), que aquel espectacular volumen era como consecuencia de ser un agonía (adelantarse a los demás) y cortar el mejor manojo de cañas, las más largas y las más gordas que habían nacido en las reviras del río en todo su recorrido. Aquello que había llegado a aquel extremo, a ser de tal tamaño que no le cabía entre las piernas, nuestros paisanos no encontraban otra explicación que las cañaveras en una determinada época del año, suelen soltar “un polvillo” que afecta a las partes más sensibles del cuerpo, a determinadas personas. Es de suponer que ningún extraño a la familia los había visto, pero todos decían:

“Los tiene además en carne viva”.

En aquel pueblo tan falto de noticias las conjeturas de la postura en la que estaba el afectado era visto y analizado dependiendo del grado de imaginación de los que participaban en la conversación. Tampoco era plan de llamar a la puerta del afectado:

¿Oiga, (...)?.

Lo cierto es que las cañaveras en aquellos tiempos tenían múltiples aplicaciones, desde fabricar el mango de una escoba, el soplador para las ascuas, para dar palos a los almendros o los olivos para que cayesen los frutos donde no llegaban las manos; pero sobre todo para formar la estructura donde se amarraban los tomates y haciendo cañizos, se colocaban encima de los palos retorcidos de álamo para formar el techo de cada una de las habitaciones de las casas. También se recuerda como la camioneta de Pedro, por éste tiempo, cargada de manojos de cañaveras salía por el Collado para ser vendidos en los pueblos cercanos.

En ésta época en concreto, cuando el verano estaba en sus últimas bocanadas, había que esperar el momento para recopilar las cañas que se necesitaban en el año, intentando evitar la alergia, pero sobre todo que no circulase agua por el río, ya que eran cargados los manojos sobre las bestias y uno de sus extremos iban arrastrando. Imposible que aquel tipo de carga pasase por el Cajorrillo.

Con el jopo de la cañavera, los beninerillos (no las niñas, ellas estaban en otros menesteres) construían una lanzadera de huesos de almecinas, (como se ve en la TV como cazan los indios del Amazonas con cerbatanas los monos que están en las copas de los árboles) que colocados a la entrada del pueblo se divertían al ver como reaccionaban, burr@ y arrier@ al recibir el disparo del chaval escondido en los tarajes de la ramblilla.

Las cañas también se empleaban para la construcción de los tres kioscos que se montaban en las fiestas del pueblo. Bajo su sombra todos los años nacían la mayoría de las parejas de novios mientras se degustaba un sabroso helado de avellana.

Infinidad de anécdotas, ocurridas y otras imaginadas están centradas en los cañaverales. Ninguna planta tenía tanta utilidad y tantas historias centradas en los cañaverales de Benínar.

Todos los años este tipo de faena ocasionaba algún accidente laboral de cierta gravedad, puesto que dicho trabajo como tantos otros, la Seguridad e Higiene en el Trabajo aún no se había inventado.

2 comentarios:

paco maldonado dijo...

Se me olvido los canastos de caña.
- Donde todas las mujeres guardaban su costura. Donde las novias guardaban su ajuar mientras lo componían.
- Los canastos representaban lo que hoy representan las bolsas de plástico.
- Los gitanos errantes, los que acampaban en el río junto a la Fuenecilla la Virgen, de los cañaverales fabricando canastos sacaban las cuatro perragordas para poder comprar (…).
Termino con lo que me contaba la abuela de Indaloxes, que decía el cura anterior a don José Villegas:
- “Antes que a una mujer se le estropee la cabeza es preferible que se le vaya el culo como a las canastas”.
- ¿Lo entiendes niño?. “Es preferible que una mujer se acueste con el primero que encuentre, es decir (…), que se le vaya la cabeza”.
Ahora que lo pienso: Una, dos, tres, … ¡Ohú!, cuantas canastas sin culo conozco.

Anónimo dijo...

Tienes razón, cuanto provecho se le sacaba a las cañas en Benínar. Bueno, en nuetro pueblo se le sacaba provecho a todo; no se tiraba nada.

Tantas canastas!!

Un saludo, Juan Gutiérrez.