jueves, 16 de septiembre de 2010

DICHOS BENINEROS

Cuando en Benínar nos juntábamos unos cuantos en una sombra, jadeando en pleno verano alguien, solía decir:
“Quien fuese en el invierno cura y en el verano pastor”.
Aclaro para los que no han llegado a conocer a un cura con sotana, y con bonete que en nuestro pueblo era casi pecado pillar a un cura sin dicha prenda. Era la línea de investigación más importante para los beninerillos, averiguar lo que había debajo de unas faldas, en este caso una sotana, abotonada desde la punta de los pies hasta el cuello. ¡Trescientos botones!. ¡Más!. Lo de envidiar al cura en el invierno radicaba en la sospecha, que debajo de la sotana el cura podía llevar puesto todo el contenido del ropero (perdón, el arca, puesto que en Benínar no había roperos) para no pasar frío. La envidia al pastor, consistía, en que los meses de verano se marchaba del pueblo a las laderas de Sierra Nevada. “Probrecillos aquellos paisanos”, que tenían que dormir con manta en pleno mes de agosto. Recomendaciones había que buscarse para ser ayudante de pastor.

El tema que se escribe surge como consecuencia que ha llegado un invitado a casa, le he llevado a visitar Castellar, por su castillo y por su pantano, en mitad del campo nos hemos tropezado con un pastor, (las personas de campo tienen la sabiduría y la ironía en su justo equilibrio) hemos parado el coche para hablar con él y nos ha contado lo siguiente:
- “Nosotros los jubilados vivimos en este pueblo mejor que en otros sitios. Como nos queda una paguita (…), (el campero, retiene mentalmente el importe, nos mira fijamente y comienza a girar las manos pero no suelta prenda). Contesta: Na. Después de estar trabajando desde que era un crío guardando ganado y ser minero, (…). Na. Menos mal que todos los jubilados tenemos nuestros animales (…). Gracias a Felipe González. Él, "el gran capitán" (elevando el brazo izquierdo y apretando el puño). Logró ganar el pleito y que las tierras volviesen a propiedad de todos los del pueblo; por ello cada uno de los jubilados tenemos nuestros animales que llevamos a pastar a las tierras reconquistadas”.

Al escuchar al campero, chasco los dedos y comienzo a pensar:
¿Mira que sin pedir permiso a nadie los que estamos jubilad@s, beniner@s, nos podemos agenciar una manailla de cabras u ovejas, construir un corralillo, (…), con una “solución habitacional” al lado y de camino vivir en Benínar?.
He pedido presupuesto de lo que vale una cabra, e incluso, no descarto la posibilidad de alquilarlas por temporada.
Me hace ilusión volver a guardar chotos como guardaba mi padre, cuando era zagalón en el Cejoz, sobre todo en el verano.
Termino con otro dicho beninero: “No existe un lugar mejor para montar una huerta, teniendo el estiércol seguro, y el agua en la misma puerta”.

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