martes, 8 de marzo de 2011

AGUA EL DEN.EL CARMEN


Ya estamos en plenos carnavales, cierro los ojos, me sitúo a la entrada del pueblo y recuerdo como algunos mozos vuelven de la vega después de haber estado preparando la tierra para las vituallas de primavera y verano con una ramita de albahaca o con un ramito de azahar en la oreja. Escrito está que tan solo unos cuantos puesto que no todos estaban enamorados. ¿Acaso el amor no presenta estados provocativos para que al encontrarse con la amada crea, le quite el ramo pensando que es un detalle para ella?. ¿Acaso los hombres no se les ve con ramos de flores a la vuelta a casa?. Siempre defendí que cuando los benineros llegaban con esas guisas al pueblo portando flores en la oreja (otros el cigarrillo liado posiblemente de algunas hojas secas al ir y a la vuelta) daban la impresión que todo el día trabajando duro en el campo no había mermado en lo más mínimo la capacidad de sonreír a la vuelta.

No me quiero enfrascar en el examen que en todo momento hacían mis paisanos/as, a todos los hombres portando flores aunque fuese en las orejas, puesto que, en todo momento sabían que eran, tenían que ser machos y por ello se analizaba si actuaban como machos desde que se levantaban hasta que se acostaban, aunque se les consintiese llevar a algunos el ramito en la oreja.

Me quiero centrar en el motivo que me ha llegado para ponerme a escribir, y, es que en todos los pagos de Benínar, por estas fechas se olía a azahar. Desde los naranjos del Paco Manzano en el Rincón hasta los naranjos de Antonio Cuerdas en la Mecila, pasando por los huertos que tenían todas las casas que rodeaban el pueblo, el olor a la flor del naranjo mis paisanos lo inventaron mucho antes que los sevillanos cuando fueron sembrando naranjos sus calles.

Perfumes, agua del Carmen para el mar de amores, cuando se recolectaba las flores de los naranjos para tener remedios no solo para el cuerpo. El azahar, tal y como lo preparaban las benineras, era el recurso último y el que daba mejores resultados para curar no solo las alteraciones del cuerpo; una tacita de aquello que preparaba, en la candela, calentado en un puchero, tan solo con el calor de las ascuas, en Benínar resucitaba hasta los muertos. Para que el efecto fuese completo, en la cabecera de la cama se le colgaba un ramito de flores del naranjo o de jazmines, de albahaca, de cualquier mata aromática y después del sueño todo era distinto al despertar, aunque se durmiese en un colchón de farfolla.

Agua del Carmen para quitarse las arrugas aquellas que se las habían encontrado en la cara al mirarse al espejo. Para embadurnar aquella zona del cuerpo, que a los beninerillos no les dejaba dormir. Para que los suspiros no fuesen tan sonoros y tan constantes a todas aquellas zagalonas y más tallitas que habían tocado con la yema de los dedos su príncipe azul y se le había escapado.

2 comentarios:

Jazmín dijo...

Recuerdo haber ido varios años por semana sta. a Beninar, y al leer lo q has escrito se ha inundado todo dentro de mi, de olor ha azahar. Es curioso q al recordar un olor te traiga tan bellos pensamientos. , siempre me ha gustado mucho la primavera para pasar unos dias allí,despues de desaparecer el pueblo he vuelto muchas smas. Sta. a Berja q tambien es un pueblo q me encanta y q huele muy bien.

Saludos.

paco maldonado dijo...

Que bonito lo de la inundación.
Tendré que poner otro nudo más en el pañuelo, (la agenda de los benineros) como se hacía en nuestro pueblo, en Benínar para cuando recolecte el azahar guardarte una bolsita.
Saludos.