sábado, 10 de abril de 2010

CON LOS PELOS ERIZADOS.

Como escribe el sevillano Antonio Burgos en sus dos libros sobre los gatos:
“Son los que se están convencidos desde su nacimiento que la casa les pertenece (no como los hipotecados que saben que les pertenece al banco) y dentro de la casa escogen sus espacios que los defenderán siempre ante cualquier invasor y de todos los humanos de la casa será uno el elegido para colocarse en su regazo, para llegar al sueño profundo, que siempre acudirán a él para que les sirva la comida y el agua”.

En mi casa viven también tres perros que llegaron después que ella, que es de suponer que conforme fueron llegando les fijo sus espacios, mejor dicho les asignó donde podían estar y donde no podían entrar. Les exigió que se apartasen por el camino trazada por ella y que ellos llegaban a su casa, y, por tanto, nunca se les olvidase que ella era la dueña, y, que ellos estaban allí de prestado. Dicho tratado es repasado con la mirada y con los gestos todos los días cuando se cruzan, aunque se encuentren veinte veces al día. Algo parecido a lo que ocurre en el Poniente Almeriense con los que se han asignado ser los indígenas y los foráneos.

En mi casa se puede decir el dicho asignado a los Reyes Católicos: “Tanto monta, monta tanto, (…)”. Yo me siento el rey en las parcelas propias y mi gata es la que tanto al levantarse como al acostarse se da una vuelta por la parcela, por toda la casa y hasta por los armarios.

Por lo que me temo que pueda ocurrir, nada más levantarme, todos los días, cojo la gata, la pongo en mi regazo y le digo lo más serio que me puedo poner, como le diría Fernando a Isabel:

- Me da igual que te laves, que te asees, que no te cambies de ropa interior; pero como se te ocurra subirte a la mimosa donde han puesto su nido los ruiseñores y lo destroces, seguro que nuestras relaciones cambian por completo. Llamo al 091 para que te metan en la cárcel.

Con lo traumatizado que estoy por haber nacido, vivir en Benínar y contemplar en vivo y en directo la llegada de las máquinas para la construcción del pantano, que lo primero que hicieron fue arrancar los árboles donde anidaban, los ruiseñores, los jilgueros, los pichotes, etc. y continuaron rompiendo las casas donde anidaban las golondrinas. Volver a vivir la destrucción de un nido, en mi casa, sería como volver a escuchar la llamada en mi puerta de los tasadores con sus argumentos de tener que abandonarla.

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