martes, 26 de julio de 2016

Los cadáveres encontrados se cuentan los desaparecidos se estima, ...

Fotografía de un zancudo o mosquito sobre la piel
En los medios de comunicación aparecen que este año, este verano,  se llegará a la cota de tres millones de pasajeros que crucen el Estrecho de Gibraltar con dirección a Marruecos.
También escucho en los medios de comunicación que un mosquito, como es capaz de contaminar a los deportistas en las olimpiadas, algunos de ellos están tomando medidas. Una de ellas no participando.
Yo de la contaminación (del mosquito de origen   europeo sin nombre )  fui testigo cuando llegó  Benínar sería sobre los años  cincuenta, hasta que logró que la población se quedase casi de mil habitantes a los trescientos. Los que traían la contaminación eran los mismos benineros que se habían marchado principalmente a Cataluña y llegaban de vacaciones (esa palabra v a c i o n e s, la tenían que explicar por aquellos años a cada paisano que se encontraban por la calle y saludaban) a las fiestas del patrón San Roque, por estas fechas, en el mes de agosto.
Aquella contaminación lenta duró casi dos décadas desde los cincuenta a los setenta sí que era peligrosa, ya que afectaba al celebro. No a unos cuantos. A todo los habitantes en general, de todos los pueblos de  La Alpujarra. Aquellos contaminados por el mosquito europeo afectaba de dos formas, los que se llenaban de cólera, movían la cabeza de un lado para otro mientras apretaban los labios  y  los otros afectados, eran los que estaban  presente en una conversación  pero  ausentes, su mente estaba en otra parte.
Los más afectados que se les notaba en su forma de mirar despreciativa. Creaba en ellos una especie de  cólera al ver que los que antes trabajaban en sus tierras, que dependían de ellos para todo, se habían marchado de Benínar y en pocos años llegaban al pueblo  y algunos hasta con coche y sin maleta de cartón. No solo habían estado a su entera disposición el trabajador, de la yunta, de la azada, de la oz, de disponer de ellos las veinticuatro horas para regar de noche cuando escaseaba el agua de La Acequia de la Vega. También  entraban en el contrato todos los miembros de su familia, que normalmente se les pagaba con aquellos alimentos que sobraba en la casa del rico. La mujer para lavar en el río la ropa de la señora,  para fregar la casona de rodillas, para encalarla, para partir las almendras. ¿Y los críos?. Tenían que dejar la escuela casi a los diez años  para que guardasen las cabras que estaban en el corral del que contrataba  para que en la casa del señorico hubiese leche, que si sobraba los niños jornaleros les podía tocar ese día un vaso de leche.
Los otros que quedaban contaminados eran los braceros, (los que manifestaban su estado estando ausentes, pensando en otra cosa) los que no tenían tierra o de la poca que eran dueños no les daba ni siquiera para comer. Esta contaminación era en cierta medida pasajera, ya que el afectado al afectado se les notaba mucho más en su forma de ser, de andar, de relacionarse, de no estar pendiente en las conversaciones al tener su mente en otra parte. Los afectados al tomar la decisión de irse a trabajar a las minas de Figols o a las empresas de textil que existían e toda la cuenca del río Llobregat, habían quedado  sanos de dicha contaminación del mosquito sin nombre, “del mosquito europeo” aunque luego entrase en la (en otro mosquito también sin catalogar). La  añoranza. El que provoca la no adaptación a aquella forma de vida, que  en más o menos medida a algunos toman la decisión  de volver de nuevo a Benínar y enfocar su vida de otra forma.
Quien ha visitado Marruecos,  esos pueblos de la Cordillera del Atlas y los del desierto y los de más abajo,  cuando llegan sus paisanos con esos coches, cuando ellos lo que tienen como medio de transporte es una burra, con esas maletas llenas de ropa cuando ellos ni siquiera tienen un armario ya que la ropa que tienen es la de quitaipón, cuando miran sus ojos con gafas de sol, cuando miran sus manos y las comparan con las de ellos toda llenas de callos como los pies, cuando dicen los desertores del arado, los que se marcharon,  que sus hijos están estudiando,  ¡no se qué!  y los hijos de los que aún viven en la aldea han tenido que dejar la escuela por tener que ayudar en el campo a su familia, cuando ven y ven, y comparan y comparan, yo, cada vez que veo esas colas de coches en el puerto de Algeciras, de esos coches, con el techo cargado de cosas para regalar a sus vecinos y parientes, de objetos que posiblemente han recogido de la basura, de las grandes ciudades, yo, sigo pensando que en el siglo XXI, ese tipo de contaminante, ese tipo de mosquito que contagia a los de la otra horilla, que  a la CIENCIA, a los LABORATORIOS, les resbala esta forma de contaminación y hasta ahora nadie le ha puesto  nombre y apellidos a ese mosquito a investigarlo, a sabiendas que en el Mediterráneo todos los años suelen dejar un buen número de desaparecidos, puesto que los cadáveres que aparecen esos sí que se cuentan. Los desaparecidos se calculan.
No va a tardar tiempo en encontrarse la vacuna de ese mosquito europeo que cuando afecta a los africanos, son capaces de tirarse al mar aunque saben (no sé si conscientes) perfectamente que no saben nadar.               

 

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