martes, 12 de febrero de 2013

Las atochas de la discordia

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La Molineta VII.

El malagueño no aguanta la tensión en Benínar entre los mineros y los seguidores de el Moruno. Él cree que se marcha definitivamente a su ciudad, Málaga, pero las atochas, de la discordia, los productos manufacturados del esparto le hicieron razonar.
 En la casona de Málaga se aburre. La dueña de la casa cada día le tiene preparado un encuentro con alguna moza. Según ella, su tía, se le estaba pasando la edad para casarse. Por parte del amo Heredia, le está organizando cacerías casi todos los días para que se relacionase con los empresarios, tanto nacionales como internacionales, para ver si encontraba un trabajo donde se sintiese cómodo. Ni los noviazgos de la dueña ni las cacerías del amo y señor le terminan de satisfacer. Desde siempre acarició la idea de formar parte de la familia siendo él el que aportase un nuevo negocio. Un día paseando por el muelle encuentra su futuro negocio y además, casi nadie de los encargados de las distintas empresas que formaban el conglomerado familiar dominaban el tema. A esto se le une que como la Frenillo él creía que no tendrá otra amante.
Decide exponer al mandamás su proyecto;  al que aprueba o deniega los negocios de la familia. El Heredia dueño y señor le está escuchando sin interrumpirlo en ningún momento y además la cara del que tiene que dar el visto bueno a todo, en ningún momento ha perdido la sonrisa. Cuando ha terminado la exposición el que escucha le pregunta:
-         ¿Cuántos albañiles necesitas?.
-         ¿Estás de acuerdo?.
A         Ay de mí si no te consintiera tus peticiones. Más tarde o más temprano tendría que concedértelas, ya que tu tía montaría todas las estrategias hasta que su sobrino lograse su objetivo.
No espera ni un minuto más para salir de Málaga con dirección a Peñarroda, que era el lugar que había decidido vivir con su amante y cuando llega al cortijo, allí no había nadie.
La Frenillo sintiéndose abandonada se enfrenta a que le tocasen la garganta, el dilema que le había desafiado toda su vida. Se sentía abandonada y sin salida. Se dejo convencer por un curandero con el argumento, que su amante le había dejado como consecuencia no poder hablar.  
El malagueño la busca desesperadamente y se la encuentra en  casa unos amigos postrada en la cama, casi entre la vida y la muerte, ya que había sido operada de la garganta. Había cogido una infección y estaban esperando que se recuperase a base de colocarle sanguijuelas para que absorbiesen el mal que tenía en la garganta. Aquel estado de gravedad le da la oportunidad al malagueño de poder expresar aquello que había desaparecido en él desde hacía mucho tiempo, la ternura. No se separa del lado de ella hasta que poco a poco se va recuperando. Pasan los días y la primera vez que a la Frenillo la sientan en una mecedora a la sombra de un naranjo de aquella casa de Berja, él sentado a su vera le explica el proyecto que ya había expuesto al dueño y señor en Málaga.

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