viernes, 4 de noviembre de 2011

ACEITUNAS ALIÑADAS CON CHIRRINES. (v)

Mientras a estilo tradicional me he buscado un martilojo (en Benínar se le decía a una piedra de tamaño de un bollo que utilizaban las partidoras de almendras), una buena piedra base, una buena espuerta de aceitunas y vestido para la ocasión, me he puesto a partirlas.

Recuerdo que en mi pueblo dicho trabajo estaba destinado a los viejos, a las niñas y a las mujeres. ¿Se iban a dedicar a perder el tiempo a dichos menesteres las fuerza viva, las llenas de recursos por si surgiese algún problema a resolver, los machos, los hombres?. Pues bien, mientras partía las aceitunas, me he estado acordando de la infinidad de atropellos que se fueron cometiendo con todo el entorno vegetal de Benínar.

No encuentro testimonios que lo pueda acreditar que en los cerros del pueblo habría grandes encinas, (como ahora nos las podemos encontrar fácilmente en casi toda La Alpujarra alta) que cuando llegaron los moros se las encontrarían y al no encontrarle utilidad, si alguna estorbaba las fueron eliminando para sembrar una morera para la producción de la seda.

Hasta mis días escuché con frecuencia la frase: “Los árboles que se siembren serán los que den fruto y se puedan vender”. Encinas y moreras (no los olivos que hoy nos los encontramos centenarios para la obtención del aceite) permanecerían juntas durante siglos, hasta que llegaron los mineros que al necesitar madera para la fundición del plomo las fueron eliminando. En el mismo siglo XIX y comienzos del XX, se exterminan las encinas, las moreras, todo lo que se pudiese quemar. Empezaron los mineros, les seguirían, la madera necesaria para los hornos de yeso y de cal. Exterminados los árboles “inútiles”, (se entendían aquellos que no se le encontraban utilidad como los almendros, olivos e higueras), se comienza a quemar los matorrales, las bolinas, las matas blancas, los pendejos y las atochas. Esta última planta también aportaría (en la actualidad la mayoría de los montes están repoblados de atochas, que puede ser como consecuencia de su fácil regeneración), el esparto tan útil para todo lo referente a cuerdas.

Al ver una de las fotos antiguas (que me las ha felicitado José Rodriguez, el del Canónigo) donde aparecen mis dos abuelos (Faustino y Ramón en los años cuarenta en la boda de mi tío Pepe con Clarica) en la era de dicho cortijo, se contempla a lo lejos todas las lomas de Los Meloncillos sin el más mínimo vestigio de vegetación. También podría ser, que los secanos estuviesen llenos de barbechos, y si además era el invierno no se distingue a lo lejos a los almendros y las higueras ya que habían perdido sus hojas.

Como en esta ocasión me estoy refiriendo a LOS NEGOCIOS DE BENINAR, me quiero detener en los años cincuenta y sesenta, cuando don Fermín Enciso el gran comerciante de Berja (que lo mismo exportaba, uvas del barco, alcaparras o esencias, que sus herederos vendiron la tarjeta de exportación a un alemán), que montó un gran alambique en la Fuente del Murallón para destilar el tomillo en su variedad chirrínes.

En esta ocasión aquel alambique tenía la misión de eliminar de todos los montes dicho tomillo. Recuerdo en especial a nuestra familia de gitanos del pueblo, que les llegó un hermano (sordomudo) de la madre, Amparo ( también sordomuda), donde centro mi imagen, es, en aquel gitano con una carga de tomillo sobre sus espaldas (los tomillos se pagaban en arrobas, es decir mazos de 11,5 kilos) que en aquellos tiempos me parecía inhumano que se cargase de aquella forma una persona y el trayecto a recorrer fuese de una media de cinco kilómetros de ida y otros tantos de vuelta.

El los tomillos chirrines además de ser útil en el pueblo para aliñar a las aceitunas, en cierta medida en aquellos tiempos también saqué la conclusión que era una forma de marcar los distintos extractos sociales. Los que buscaban chirrines eran precisamente todas aquellas personas que eran más pobres que las Ánimas Benditas, (los pobres de los pobres), que por supuesto no tenían un animal, un mulo o una burra para poder cargar a dichos animales en vez de cargarse ellos con el haz y que a su vez los pocos jornales que se daban en el pueblo ya estaban adjudicados y precisamente a ellos no les tocó un jornal, aquella forma de encontrar trabajo, de ser contratados.

Como las aceitunas recién partidas están muy buenas sobre todo las primeras aunque no estén aliñadas con hinojos, ajos, pimiento rojo y cáscara de limón, en ésta ocasión me parece que el chirrines no formará parte del aliño, en cierta medida en homenaje a aquel sordomudo hermano de Amparo que se buscaba la vida cargándose como una bestia de matas de chirrines, para convertirlos en perfumes, por ejemplo.

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