lunes, 14 de abril de 2014

Prefiero cavar que ir al gimnasio.


Recuerdo algunos benineros que disfrutaban cavando, sobre todo cuando se llegaba a la última cavada, se miraba atrás y se contemplaba el huerto preparado para la siembra;  como el pintor al terminar un cuadro o el artesano su última pieza. Recuerdo que Eugenia Doucet, recién llagada a Benínar   no podía resistir contemplar a un beninero que pasaba por delante de su casa con la azada al hombro. Decía que era la mejor fotografía que había visto en toda su vida de cómo andaba erguido andando por la calle empinada como andar por el llano. Que aquel hombre era el descrito por García Lorca: “…, la vara de mimbre de Antoñico el Camborio”. Bien es verdad que es necesario haber nacido con dicho don,  como estar dotado para percibir sonidos y disfrutar de ellos, o, juntarlos todos en una composición musical, componer, crear el  ritmo, el son; el percibir olor, texturas  del estado de la tierra, eso lo disfrutan solo unos cuantos.
A lo que me quiero referir, es que cada vez se está perdiendo  disfrutar cavando, del olor especial que tiene la tierra cuando admite la azada. Utilizo la comparación para que todo el mundo me entienda, se parece al olor que tienen las hembras cuando entran en celo y lo perciben los machos de su especie. 
Hoy he terminado de cavar el huerto y he siento la satisfacción de tener preparada la tierra para recibir las semillas y que crezcan las plantas. Dicha satisfacción es superior a sentir el cansancio. Es superior a que mis hijos aún no se han incorporado  a la siembra del huerto y no encuentro la forma de convencerlos. Es superior a los desánimos  que me intentan trasmitir  mis colegas jubilados que tienen huerto y lo han abandonado por las epidemias que suelen aparecer que comprar los insecticidas, al final salen los productos más caros que si se compran en un supermercado. La satisfacción de la tierra labrada solo lo puedo compartir con muy poca personas y mucho menos con los que viven en una capital que tan lejos viven de la tierra de la que se alimentan.   
Recuerdo que cuando mis hijos eran pequeños y visitábamos a los primos de Almería en la casa de sus abuelos maternos, en la puerta de la casa descargaban un camión de arena para que los críos pequeños jugasen en ella y sobre todo según la teoría del que aportaba la arena: “los niños pequeños tienen que comer tierra”. Para disfrutar cavando tienes que mamarlo desde chiquitito y aún así, ese don no cuaja en todas las personas. 
Dos cosas para terminar:
-         No sé que porcentaje de abuelos que nacieron y vivieron en pueblos, el contacto directo con la siembra, con los animales, las fases de la luna y su influencia en  la siembra por ejemplo, que dichos conocimientos morirán con ellos sin poder trasmitírselos a sus nietos. Y si se los transmiten no los comparten. Deberían reclamar un trozo de huerto a sus ayuntamientos para disfrutar de ellos, y enseñar a sus nietos  que las lechugas por ejemplo no salen de las máquinas. Pero sobre todo que vean cómo crecen las plantas y que sus manos toquen la tierra. Recuerdo a un maestro del piano en la actualidad, (me lo recuerda cada vez que nos encontramos) que cuando era pequeño su abuelo vino a casa le enseñé el huerto y el niño exclamaba: “Abuelo hay zanahorias vivas”.

-         Me estoy planteando montar una academia para que los críos del barrio a la vez que van a clases de todas las asignaturas,  al no  existir las que enseñan a nuestros infantes el lenguaje de la tierra, la siembra, …, y como no a cavar, dicho ejercicio físico además de ser más completo que jugar al fútbol, la siembra siempre da resultados, no como estar toda la niñez y adolescencia ejerciendo un deporte, que cuando se llega una determinada edad, casi todos se plantean su continuidad (sobre todo los que no están dotados para el fútbol por ejemplo) puesto qué, dichos deportes,  ni dan garbanzos, ni cebollas, ni boniatos.     

1 comentario:

Paco Ramón Maldonado Ruiz dijo...

Es interesante el artículo sobre la utilización de los terraos para huerto.
Lo principal es que los viejos agricultores están desapareciendo sin dejar los conocimientos adquiridos es sus descendientes.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ecoheroes/2014/05/29/el-abuelo-de-los-tejados-verdes.html