martes, 11 de marzo de 2014

Murió Antonio con el mancajillo en la mano.

En Benínar la tía Leocadia diseñó una forma de vida que con la muerte de Antonio Fernández Enriquez queda rota definitivamente. Como si se tratase de alta política, en este caso el diseño no vale y es necesario confeccionar otro que se adapte a los nuevos tiempos. El que ella inventó  no quiere decir que no sirva para satisfacer las necesidades básicas que necesitan las personas cuando llegan a una cierta edad, es que ya las nuevas generaciones deciden cuando una persona es o no es útil.
Leocadia centra su vida en que todas sus hijas permaneciesen juntas y para que su diseño funcionara se marcha de Benínar para centrase en Adra y alrededores más en concreto en Las Cuatro Higueras, barriada entre Balerma y Adra.
Yo pienso que el diseño de los invernaderos la primera que pensó en ellos fue  Leocadia, puesto que, con las hectáreas que podían reunir sus dos hijas como no fuese en cultivos intensivos de invernadero aquel terreno no daba para mantener las dos familias y las que se irían incorporando al núcleo familiar.
De la misma forma que se inventó los invernaderos, ella pensó, mi corona, mi matriarcado lo legaré a mis dos hijas y ellas que hagan lo mismo con las suyas, de tal forma que mi diseño perdure por lo menos un siglo. Su diseño se centraba en ser útil y sentirse útil. Siempre. Hasta la muerte. Aquel lugar elegido será donde permanecerán todos juntos ayudándose mutuamente, repartiéndose las responsabilidades según las capacidades de cada uno hasta el agotamiento.
Leocadia no se si llegó a ver toda aquella finca con los invernaderos construidos, lo que sí que vio, estaba segura que pasaría, es que todos se irían convirtiendo en personas mayores y los viejos de aquella gran familia trabajarían hasta que sus fuerzas se agotasen,  que todos formando un solo frente viviesen sintiéndose útiles hasta que perdiesen el sentido de la responsabilidad.
En aquel espacio se debería levantar un monolito formado por un conjunto de brazos que sostienen a un crío recién nacido. He escrito bien lo del recién nacido puesto que poner en movimiento a un hijo cuesta más de veinte años y las personas mayores que allí han vivido, que yo recuerde seis, muy pocos años han necesitado de los brazos de los demás para estar funcionando, hasta que les llegó la muerte. Hasta que se agotaron por ley de vida.
El matriarcado de María, Dolores y de Marilola, que son las que en la actualidad poseen dicho peso sobre sus hombros en ningún  momento se han salido del guión trasmitido aprendido y aplicado  por la abuela Leocadia. No sé si ellas están dispuestas a modificar el guión de la abuela el de toda la vida, pero creo que las circunstancias, la vida moderna, presiento que no será lo mismo.
Terminan de mandarme un correo con el siguiente título:
Carta desde un geriátrico.
De pena;  y además cerca de donde vivo existe dos que a uno de ellos suelo visitar de vez en cuando. Allí llegan o los dejan cuando alguien ha decidido que ya no son útiles.
Nuestro querido Antonio ha llegado a los noventa y dos años, delgado como un silbido y sin ir periódicamente al ambulatorio a que el médico le actualizase la tarjeta 21. Él ha decidido el momento de sentarse frente a los que fueron sus compañeros durante toda su vida y ver cómo iban  encarando y seleccionando los pimientos, berenjenas, (…), completando cajas, seleccionando los más grandes, eliminando los manchados, los torcidos.  Nuestro querido Antonio él decidió valorar su utilidad a los noventa años, nada más y nada menos y su familia respetó su decisión de estar de mirón viendo como otros trabajan.      
Ha muerto un agricultor en el Poniente de Almería y ni va a salir en los periódicos ni en los medios de comunicación y que yo recuerde no he visto ningún monumento en los pueblos de la zona donde se reconozca la labor de tantos agricultores que se han dejado la piel en el trabajo diario y hasta ahora suelen morir con el mancajillo en la mano. La de lecciones magistrales que nos han dado siendo casi todos analfabetos, pero gracias a ellos Almería tiene un potencial agrícola que otras quisieran tener.


1 comentario:

Juan Gutiérrez dijo...

Magnífico artículo el que le has dedicado a Antonio y a toda esa familia tan entrañable.

Juan Gutiérrez.