miércoles, 5 de junio de 2013

Plateros alpujarreños. Dos

 Beninar. A la feria de Ugíjar.


Las bestias para el transporte del plomo. 
Estamos en puertas de coger las vacaciones y gran parte de la población, marcharnos fuera de nuestro lugar habitual y nos planteamos qué hacer con el animal de compañía el que se la comprado a los niños para que experimenten no sé qué, ¿para ver el grado de responsabilidad que tienen nuestros retoños?. Las estadísticas ponen de manifiesto que son muchos los animales abandonados y la realidad es que para unos cuantos dichos animales se convirtieron en un objeto de usar y tirar. Un ejemplo claro lo tenemos en la Venta Pinto de aquí de Cádiz, cuando termina la época de caza y allí dejan los cazadores a todos aquellos perros que después de las pruebas realizadas en el campo no son útiles para la caza y son abandonados a espera que un alma caritativa se haga cargo de ellos.   

Creo que el no tener para nada en cuenta el estado de estrés, (conozco animales que le salen calvas, como a los humanos se les cae el pelo),  de hambre, de higiene, descansos, ..., cuido  del animal, se daría en todas aquellas bestias que cumplieron el objetivo de sus dueños, que era transportar el plomo desde Sierra de Gador hasta Adra, durante todo el siglo XIX por caminos y trochas cargados al máximo y con unos aparejos de esparto (el estraperlo muy frecuente en aquellos tiempos desde Gibraltar se basaba en dos productos, el tabaco y la ropa no creo que fuese de aparejos para las bestias) que les ocasionarían infinidad de heridas. Es de suponer que los muleros estarían tres cuartos de lo mismo de acumulación de penurias.
   
Las generaciones de todos aquellos animales que fueron utilizados para el  transporte del mineral, sus dueños, los empresarios por los recuerdos trasmitidos no creo que los viesen como compañeros de trabajo, (dicho calificativo de compañero aparece a comienzos del siglo siguiente cuando los dos se van al campo o a la venta de hortalizas)  como tampoco estaban en la misma escala social los muleros y los dueños. Más o menos como refleja la película,  los santos inocentes (relación amo criado) de Alfredo Landa recientemente en TVE. Tal vez por ello nace platero (en otra zona minera, Huelva, como era la Baja Alpujarra) con la intención de dar dignidad y compasión hacia dichos animales que hasta aquellos momentos eran considerados como algo útil y necesario  sin que arrancase la más mínima compasión de sus cuidadores. Aquellos animales (casi seguro) que murieron abandonados cerca del camino en el hueso y en el pellejo y llenos de mataduras infectadas.
Las imágenes dejadas por Goya donde para la muerte de un toro se necesitaba que muriesen varios caballos al ser corneados cuando era picado el toro, (por no haberse inventado el peto que se utiliza en la actualidad) es una muestra hasta qué punto los animales eran considerados como algo de usar y tirar.  Para nada se parecen las albardas, las jáquimas, las cinchas, el resumen el atajarre,  que ahora se ven en los caballos con aquellas que se les ponía a animales del transporte del plomo. Las rozaduras de los serones (que eran llenados hasta el máximo)  le ocasionarían heridas que las prisas por el acarreo le impedirían ser tratadas para que no llegasen a infectarse.

En un momento determinado de la historia, puede que fuese en el 1822, refleja en su libro J.L. Ruiz Marquez : SERMET, Jean. “La España del Sur”. Barcelona 1.956. p. “… formaban un ejército de más de 50.000 mulas que había que alimentar con cebada del Marquesado dada la penuria de la comarca en cereales”. Al margen que fuesen cincuenta mil y que todas fuesen mulas, al margen, no se menciona para nada como iban equipados aquellos animales. El trasiego dura casi un siglo que según la oferta y la demanda del plomo marcaría el número de mulas y muleros por aquellos caminos.    
El primer descubrimiento de la herradura en la península, el primer caso del que se tiene noticias se produjo en el 1883. Se trata de una herradura encontrada en Covalta (Valencia).
En la página 172 del libro EL CABALLO EN LA ANTIGUA IBERIA de Fernando Quesada Sanz y Mar Zamora Merchán, se encuentra una tabla de hallazgos arqueológicos de herraduras antiguas. De los “50.000 animales” localizados en un momento determinado en el acarreo del mineral, con una vida media posiblemente de diez años de trabajo; ¿cuántos animales dejaron su piel en los caminos desde Sierra de Gador a Adra o desde Benínar a Adra?. Habría también que contabilizar los que transportaban la comida desde el Marquesado hasta Adra o Berja. ¿Dónde se reproducían?. Puede que la contestación se encuentre en la Andalucía Oriental dadas las características del los pastos y del terreno.

Cierto es que los de mi generación (de mediados del siglo XX) nos encontramos una herrería regentada por Manuel Blanco, (desconocemos que existiese otra anterior)   que es de suponer montó después de llegar de “hacer las américas”; puede que fuese incluso después de la Guerra Civil de España.    

Los mulos, los burros del transporte del mineral de la Baja Alpujarra casi seguro que irían descalzos y puede que también sus harrieros. El cómo tendrían los cascos los animales  y las plantas de los pies los arrieros, nada más colocándonos de forma imaginativa en dicha situación, uno siente en nuestros pies una sensación de ir andando descalzo por trochas y veredas.

Una anécdota que se contaba en Benínar era sobre un agricultor que al regresar al pueblo (después de haber vendido su carga de hortalizas en Murtas), alguien le ve cojeando y sangrado sus pies y le preguntan:
-         -  ¿Qué te ha ocurrido?.
-         -  El mulo lo espantó una zorra y corriendo detrás de él descalzo me he destrozado los pies.
-         -  ¿Y esos zapatos que tienes nuevos debajo del brazo?.
-         -  Pues menos mal que iba descalzo y no los llevaba puestos.

Puede que fuesen los primeros zapatos que aquel beninero había logrado tener las suficientes peseta para poder comprárselos y en su valoración prefería tener los pies totalmente destrozados (pensando, esto se cura) que sus zapatos recién comprados rotos. Las fatiguitas que había pasado para ahorrar el importe de los zapatos, pensando en ellas, las pesetas, le aliviaba el dolor del estado de sus pies. Pensando en el mulo asustadizo, creo que moriría sin estrenar unas herraduras.

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