domingo, 3 de junio de 2012

DIFUNTOS SIN CEMENTERIO



En estos  últimos días de mayo del 2012, cuando el paro nos ataca directamente a través de nuestros hijos, cuando la banca “dicen que se desmorona”, cuando tantas cosas que escuchamos a través de los medios de comunicación nos llena de zozobra y preocupación, cuando existen más motivos de estar cabreado que optimista, al ir a tirar la basura, me encontré que a todo el rededor del contenedor, el suelo estaba lleno de libros.
Lo primero que pensé fue rescatarlos.  Llenar de libros el carrillo y seguir llenando estanterías en mi casa, pero conforme fui leyendo títulos, me di cuenta que la mayoría ya los tenía y no encontré mentalmente gente entre  mis conocidos  para regalar tantos libros. En aquellos momentos me vi rodeado de los espíritus de los autores con los brazos cruzados esperando que me pusiese en acción.     
Comencé a sacar conclusiones y la primera fue que el que se desprendió de tantos libros, al menos tuvo el detalle de no tirarlos directamente al contendor y pensó que alguien (los traperos de ahora) de los que visitan los contenedores de basura se los llevaría para: “¿Sacar algún dinero por ellos?”. Sin duda alguna es sacar una conclusión positiva de la persona que de esa forma tan macabra se desprende de tantos libros. No es justo que el que tiró tanta enseñanza, historia, pensamientos, progreso, (…), esté sentado, descansando delante de un ordenador o una TV, y satisfecho (sin una mijita siquiera de pesadumbre) con eliminar de esa forma tan poco ética la librería de su casa.
Por otra parte empecé a tomar conciencia de lo acontecido al pensar: ¿Qué medidas tomarán mis herederos cuando hereden todos los libros que tengo si en las nuevas viviendas (y también en las de mis hijos) ya no tienen un sitio destinado a librería?.
Tal y como están de ocupados ahora los políticos como para sugerirles (o que a ellos se les ocurra) un lugar digno para los libros en estos tiempos que se avecinan en los que la junta, la consejería de educación ya comenzó a eliminarlos de las aulas y sustituirlos por el ordenador personal. Ésta nueva generación que empuja, son híbridos parecidos a las rosas y los claveles, son preciosos, pero no huelen. Dicen que a los claveles se les ha eliminado el olor al ser imposible trabajar dentro del invernadero, que se colocan los trabajadores.    
Consolé un poco mí conciencia rescatando:
-          León el Africano, de Amin Maalouf.
-          Utopía, de Tomás Moro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con tus artículos Paco, nos diviertes, nos traes recuerdos; nos ilustras...Y siempre nos haces reflexionar.

Saludos. Juan.

paco maldonado dijo...

Tú, como siempre, adoptas la postura de sembrar en positivo, dando ánimos. Gracias.