En estos últimos días de mayo del 2012, cuando el paro
nos ataca directamente a través de nuestros hijos, cuando la banca “dicen que se
desmorona”, cuando tantas cosas que escuchamos a través de los medios de
comunicación nos llena de zozobra y preocupación, cuando existen más motivos de
estar cabreado que optimista, al ir a tirar la basura, me encontré que a todo el
rededor del contenedor, el suelo estaba lleno de libros.
Lo primero que pensé fue rescatarlos.
Llenar de libros el carrillo y seguir
llenando estanterías en mi casa, pero conforme fui leyendo títulos, me di
cuenta que la mayoría ya los tenía y no encontré mentalmente gente entre mis conocidos
para regalar tantos libros. En aquellos momentos me vi rodeado de los
espíritus de los autores con los brazos cruzados esperando que me pusiese en
acción.
Comencé a sacar conclusiones
y la primera fue que el que se desprendió de tantos libros, al menos tuvo el
detalle de no tirarlos directamente al contendor y pensó que alguien (los
traperos de ahora) de los que visitan los contenedores de basura se los
llevaría para: “¿Sacar algún dinero por ellos?”. Sin duda alguna es sacar una
conclusión positiva de la persona que de esa forma tan macabra se desprende de
tantos libros. No es justo que el que tiró tanta enseñanza, historia,
pensamientos, progreso, (…), esté sentado, descansando delante de un ordenador
o una TV, y satisfecho (sin una mijita siquiera de pesadumbre) con eliminar de
esa forma tan poco ética la librería de su casa.
Por otra parte empecé a tomar
conciencia de lo acontecido al pensar: ¿Qué medidas tomarán mis herederos
cuando hereden todos los libros que tengo si en las nuevas viviendas (y también
en las de mis hijos) ya no tienen un sitio destinado a librería?.
Tal y como están de ocupados
ahora los políticos como para sugerirles (o que a ellos se les ocurra) un lugar
digno para los libros en estos tiempos que se avecinan en los que la junta, la
consejería de educación ya comenzó a eliminarlos de las aulas y sustituirlos
por el ordenador personal. Ésta nueva generación que empuja, son híbridos parecidos
a las rosas y los claveles, son preciosos, pero no huelen. Dicen que a los
claveles se les ha eliminado el olor al ser imposible trabajar dentro del
invernadero, que se colocan los trabajadores.
Consolé un poco mí conciencia
rescatando:
-
León el
Africano, de Amin Maalouf.
-
Utopía,
de Tomás Moro.
2 comentarios:
Con tus artículos Paco, nos diviertes, nos traes recuerdos; nos ilustras...Y siempre nos haces reflexionar.
Saludos. Juan.
Tú, como siempre, adoptas la postura de sembrar en positivo, dando ánimos. Gracias.
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