jueves, 12 de diciembre de 2013

Tienda de pueblo II.



Los de mi generación somos los que hemos pasado la línea del pueblo a la ciudad. Nacer, crecer y una vez en producción nos hemos marchado para escasamente volver el fin de semana y por supuesto el no retorno a ese espacio único en el que han vivido generaciones y generaciones de cada uno de nosotros. Espero como agua de mayo a los políticos que sean capaces de potenciar las aldeas, pero sobre todo deseo que los lugareños quieran poner sus esfuerzos en levantar su aldea, su lugar de nacimiento. Aún se está a tiempo ya que existen suficiente número de personas que aún conservan los lazos de unión con la tierra que le vio nacer donde pasaron los primeros años de su vida.
Los bares y la tienda es lo que aún sigue y no en todos los municipios de menos de quinientos habitantes que serán los últimos que cierran sus puertas después de ser mantenidas por las personas mayores que irán cerrando conforme se jubilen sus propietarios. Son muy pocos los jóvenes que quieren seguir el negocio de sus padres y si continúan es por supuesto fuera de ese pueblo.
Por lo que he visto nadie se ha parado a pensar que una tienda de pueblo es el banco de alimentos. Banco ya que es el único espacio en Andalucía donde aún  pueden comprar fiado todos los vecinos.  Es el único lugar donde comprador y vendedor estudian las posibilidades de acomodar sueldo y disponibilidad. Es el único lugar donde aún sobre vive el trueque en su justa medida de precio. Es un reconocimiento entre el que presta y el que recoge sin nada de firmas ni avales de por medio. Comprador y vendedor tienen confianza plena que aquel retiro de mercancías será abonado aunque no se sepa cuándo.

Recuerdo en especial sobre los años sesenta, una pastora en Benínar con siete hijos que su único recurso era la manada de cabras, disponían de dinero en metálico, cada vez que por temporada en la primavera principalmente vendían los quesos, para que sus dedos tocasen una vez al año por lo menos la textura de los billetes, vendían la lana de las pocas ovejas que tenían,   si es que los vellones no los tenían que entregar como pago de la utilización de los pastos; los chotillos a finales de año que consistía en un repaso de cuentas pendientes, que ajustando precios y mercancías se volvía a retirar fiado de la tienda. De una manada de ciento y pico de cabras salió aquella familia adelante y cuando llegaba a la tienda a comprar, terminaban sus lamentos diciendo: Comer había que comer todos los días y si no le daban fiado, haber como se podía poner la hoya en el fuego.

Las tiendas de pueblo jamás han pasado por la cabeza de todos los gobernantes de la democracia, de los de Madrid y de los de Sevilla  liberarlos de gravámenes, aplicar subvenciones a un servicio a la comunidad imprescindible para todas aquellas personas que no tienen medios de desplazamiento, que aún sobreviven en un medio rural.
Cada vez que se cierra una tienda rural se les cierra la despensa a todas aquellas personas que por unas circunstancias o por otras continúan viviendo en todos los pueblos de Andalucía que tienen menos de quinientos  habitantes, que en Almería tenemos (según estadísticas) sobre unos treinta y tres, más unas cuantas pedanías. Es poner una cantidad de personas que aún continúan viviendo en su lugar de origen prácticamente en el dilema de la supervivencia. Pero lo más lamentable es que dichos establecimientos sean cerrados por tener que ingresar a las administraciones públicas periódicamente unas cantidades que atacan directamente a la yugular de aquella tienda que aún se mantiene en dicho pueblo.
En base al dicho: "El que tiene tienda que la atienda y si no que la venda". Posiblemente,  el coche del tendero o la tendera siempre han estado a disposición las veinticuatro horas en el caso de llevar a urgencias a alguien al hospital a propios y foráneos.

Esos panaderos que todos los días recorren cientos de kilómetros repartiendo el pan a todas aquellas personas mayores que son los que viven en el pueblo realizan una labor social impagable. Por parte de la administración sin reconocer. Los aldeanos se tienen que desplazar  y en  vez de esperar el transporte público, (que todas estar aldeas no lo tienen) están sentados en el malecón esperando que pase el panadero para la ida y al tendero para la vuelta. Veremos cuando dura esa prestación social.

En muchos pueblos  ya desaparecieron las escuelas, se marchó el médico, el enfermero, el cura, , pero que desaparezcan las tiendas por culpa de los impuestos es dar la definitiva vuelta de tuerca para la desaparición de las aldeas.

Otro tema presidenta que ni se le ocurra preguntar a los que se encuentren por la calle si es que pernocta en alguna aldea:
¿Tienen localizados, totalizados, cuantos están dados de alta en las aldeas  que rodean las poblaciones cuando realmente donde viven es en la ciudad?. Una pista:

¿Cuántos vehículos están dados de alta en las aldeas, cuando realmente duermen en ellas algún que otro fin de semana?. 

No hay comentarios: