Después de pasar tres días en La Alpujarra y
reflexionar sobre el tema de los asiáticos con este último comentario quiero
terminar con lo de los chinos al Sur de Granada. Mis ideas en todos los
conceptos de lo que representa, de cómo se piensa en mi tierra o pensamos los
alpujarreños y de cómo sospecho que piensan y actúan los chinos que me
encuentro todos los días en todos los comercios de mi ciudad y sobre todo en
los polígonos industriales, creo que no encaja ni debe de encajar.
Pensaba que si los asiáticos hubiesen llegado a
La Alpujarra ésta sufriría una transformación hasta el punto de perder su
identidad. Sus jamones, sus quesos, las castañas, el aceite, el vino, etc., su
comercialización estarían en manos de dichos comerciantes chinos y por ello a
estos productos les pasaría como les pasa a la ropa, bolsos, zapatos, etc., que
se pueden comprar en sus establecimientos. Pensaba que al apoderarse de la
comercialización de lo que allí se produce los productos de mi tierra perderían
lo auténtico, lo genuino que en la actualidad tienen.
En lo referente a gastronomía no me he encontrado
ni pizzerías, hamburgueserías, ni nada que tenga sabor a chino. De vez en
cuando me encontraba con una tienda de pueblo, es decir que ni los mercadonas ni sus colegas han puesto su
chiringuito en dicha tierra.
Mientras que en las ciudades por la noche nos
podemos encontrar con gente que busca que comer en los contenedores de basura,
a los moradores de La Alpujarra les sobra de todo. Tienen castañas que no son
capaces de comer, las manzanas, granadas, membrillos, etc., se pudren en el suelo debajo del árbol y en
los huertos, se ven tomateras sin recoger, coliflores que se dejaron subir por
no tener consumidores y almendros que no se recogieron en su tiempo al lado de
las carreteras esperando que alguien los abaleen, higueras que sus frutos están
en el suelo esperando a los animales que llegan de otros continentes para que
se alimenten. Tampoco me tropecé con furgonetas en la carretera ofreciendo
dichos productos, como por ejemplo las vemos en las carreteras de la costa,
desde Motril a La Mamola.
Terminado el ciclo anual de los frutos con las
castañas, ya estaban floreciendo los nísperos que son los que comienzan el ciclo de las frutas.
Bendita tierra La Alpujarra que produce alimentos
sobre todo frutas y hortalizas el triple (por decir una cantidad) de lo que
necesitan los que allí viven.
Las
diputaciones de Granada y de Almería deberían poner chiringuitos para que los
que los que la visitan puedan comprar todos los libros publicados sobre dicha
tierra para que los que repiten una y otra vez antes de llegar concreticen las
rutas a seguir.
Contaminado
mejor dicho distorsionado por los medios de comunicación y después de pasar
años sin recorrer la ladera sur de Sierra Nevada y después de pasar allí tres
días visitando pueblos, en mi caso he vuelto a ordenar como estaba en mi cabeza
el cómo es mi tierra. Desde los años
setenta que me marché definitivamente de ella sigue siendo la tierra descrita
en la Biblia, “donde mana leche y miel”. La tierra prometida donde me gustaría
terminar los últimos días de mi vida.
Me he
tropezado con unos cuantos Gerald Brenan, (que dicho sea de paso nunca entendí todo lo
que dicho escritor escribió de mi tierra), con unos cuantos autobuses de
turistas en Trevelez y pare Uds., de contar. Todo me lo he encontrado como lo
dejé hace cuarenta años. Ni Canal Sur ni todas las TV juntas han podido
modificar sus calles, sus costumbres, sus acequias y sus huertos.
Claro que les gusta a mis
paisanos alpujarreños los Carnavales de Cádiz (aunque dicho sea de paso las
letrillas casi nadie las entiende), las ferias, las sevillanas y los fandangos
y sobre todo los caballos, pero ni se han comprado uno, (siempre fue un lujo
tener un caballo que nadie se lo permitía), ni han perdido el tiempo en el
empeño de saber bailar unas sevillanas, ni se han puesto a disputarse entre
ellos para ver quien saca el paso de Semana Santa con más lujo, ni saben que
diferencia existe entre portadores de trono y costaleros. Me gusta mi tierra
que no se ha dejado contaminar ni por los pisha, ni los miarmas, ni por el
killo, ni por los de la malafolla.
Dr. Antonio
Castillo Martín
Las aguas de
Sierra Nevada. A. Castillo (1993)
De las 42
lagunas de aguas relativamente permanentes que hay en la Sierra, la mayor parte
se localizan en la vertiente Sur; casi la mitad, unas 17, se conservan en la
cuenca del río Trevélez, y 11 más en la cuenca del río Poqueira. En la
vertiente Norte solo existen unas 10 lagunas de aguas estables.
Son muchas
las acequias que aún se conservan, pero vale la pena deleitarse contemplando
algunas de ellas, como la acequia Alta de Capileira, la acequia Baja que corre
paralela a la anterior, la acequia de La Andadera, la de La Cabaña Vieja en La
Hoya de La Mora, la acequia Chica de la loma del Calvario, la de La Fuente y
Papeles en la loma de Maitena, la de las Albardas y Bacares en Trevélez, la de
los Castillejos en Bubión...
Las lagunas son el corazón y las acequias las venas principales que alimentan a la infinidad de huertos que tiene cada pueblo. Las acequias y los huertos heredados de todos los pueblos que pasaron por La Alpujarra. ¡Dios que herencia!.
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