Cuando la
historia queda escrita yo creo que no
muere y cada vez que alguien se encuentra con ella en cierta medida vuelven a
tomar vida. Nos imaginamos los personajes, los colocamos en el escenario y hasta somos capaces de modificar la narrativa. Como no muere, no quiero, no
debo dejar reflejado que aquella destilería que tenían los Regalaos era una
chapuza de destilería.
Sí es cierto que donde estaba la destilería quedo definitivamente como un corral poco
antes que llegasen las máquinas y todo lo destruyeran para la construcción de
la presa; pero si solo dejase eso escrito de corral y lo de borracha dejaría la
historia de aquella casa, de aquella destilería mutilada.
Cuando lo
que dejamos escrito os lo encontréis los descendientes de los: Roda, Añez,
Ruiz, Maldonado, Sánchez, …, para los Martín, Indalecio, Fernández, …, para los
Blancos, Medina, Molina, López, …, los Pérez, Gutiérrez y otros tantos (que me
perdonen) por no acordarme de sus apellidos, pero que tienen sus raíces en Benínar;
para todos ellos quiero dejar constancia que aquella vivienda además de pasar
días felices y entrañables nuestra querida familia Doucet, (algo tendría de
especial al ser la elegida para vivir una familia canadiense después de recorrer
todos los pueblos de Almería y Granada); aquella vivienda era la más genuina al estar
situada en el corazón de Benínar, que su fachada daba a dos calles y a la
carretera donde se esperaba a la Alsina. Donde llegaban o partían los seres entrañables para los benineros.
En aquella
casa para todos los beninerillos de aquella época nos demostraba que con tan
solo una parra se podía ser parralero, que con tan solo un rosal uno podía
enterrarse o revolcarse en pétalos de rosa, todos los días de la primavera, producía tantos, como eran capaces de dar casi todos los rosales de
toda La Alpujarra entera.
Aquella casa
además de tener una destilería que aquel recinto termina siendo un corral,
además de tener la parra y el rosal más grande jamás fue visto en la zona, además fue testigo
en casi todo el siglo XX de todos los que llegaban y entraban al pueblo, pero
sobre todo de permanecer aún en la retina de todos los que eligieron ser
emigrantes. La última imagen que jamás se olvida.
Para todos
los mencionados anteriormente, si alguna vez queréis encontraros con vuestras raíces,
los pocos que nos dedicamos a dejar rastro de nuestro pasado, intentamos
plasmar la realidad de aquel pueblo alpujareño y la realidad está compuesta por
la forma de vivir de una sociedad hermética con sus luces y sus sobras.
La casa de
los Regalaos la podíamos describir donde estaba ubicado el mejor restaurante en
la ruta de las alpujarras, al borde de la carretera, con destilería propia, donde
acudían los benineros a pasar las tardes charlando entre copitas de anís en aquella terraza cuya sombra la
proporcionaba una parra y un rosal inmensos, (lo de la parra, la destilería y
el rosal son ciertos, pero nada más). Si situamos un restaurante, no se
adaptaría a la realidad de aquellos tiempos de aquella forma de vida.
Que no os
pase como a nosotros que echamos mucho
de menos que nuestros abuelos o tatarabuelos, (seguro por ser unos analfabetos),
no dejaron nada escrito que los de mi
generación necesitamos cubrir, conocer,
esa parte del vivir de cada día de nuestros antepasados que es nuestra HISTORIA como la vuestra.
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