martes, 6 de noviembre de 2012

LA MOLINETA (I)



LA ZANJA DE FAUSTINO. 

Una joven de rompe y raja, de postín, encandilaba a los hombres y dejaba con los ojos perdidos a las mujeres, llega a Benínar  y nadie sabía su procedencia. Nadie la conocía por referencias ni por la técnica de “la pinta” (parecido con los rasgos familiares). Siempre contestaba con una sonrisa cuando se le preguntaba su origen o a cualquier otra pregunta. Con una mano atrás y otra delante, más pobre que las ánimas benditas, al llegar sin un hatillo. Ha comenzado a andar por las calles y se ha sentado en el  escalón de  una puerta en la Calle Ancha. Va corriendo de boca en boca por todas las calles del pueblo (para las mujeres una mocica y para los hombres una diosa) que ha aparecido una desconocida  y como siempre son los infantes los que salen corriendo para llegar los primeros para encontrarse con aquella recién llegada. Después de ser analizada e interrogada a la persona recién llegada, los niños solían ser crueles o todo lo contrario, correr a casa para traerle un trozo de pan cuando se encontraban con alguien que llegaba al pueblo por primera vez. Una vecina que estaba barriendo su puerta cuando la vio llegar, que se sentó en el escalón de tres puertas más abajo, la observa en todo momento y ve como se le van acercando mocosos que no hacen más que preguntarle sin que ella dijese palabra alguna. Se acerca la autóctona al grupo y con la escoba en la mano dice al corro de zagales que la dejen en paz con el argumento que aquella persona tenía frenillo.    
La mujer que barría su puerta se desvive por encontrarle una casa que la acogiese para que trabajase como criada. Consigue encontrársela pero lo que no podría ni conseguir ni evitar era el asedio de todos los jóvenes, hasta que llega a oídos de un encargado de las minas de la llegada de aquella mujer al pueblo. A aquella mujer le hacía falta como el agua de mayo la protección de un hombre, que tan solo uno se fijase en ella, que el resto de los hombres sacasen la conclusión de estar los dos enamorados. Pues bien, todos los hombres llegaron al convencimiento, sacan la conclusión que aquella hembra ya tenía macho y por ello, ya podía  salir y entrar al pueblo cuando tenía que ir a lavar al río o a por un cántaro de agua sin ser acosada. El encargado Faustino cuando se encuentra la primera vez con la moza del frenillo se miran  y mantienen la mirada lánguida el tiempo suficiente como para que los estaban presenciando dicho encuentro presenciasen una de las cosas más hermosas y raras que podía pasar en Benínar.
Aquel encargado que estaba en el pueblo a la fuerza, la mirada de aquella joven lo apacigua y comienza a ver con otros ojos aquel pueblo alpujarreño. Sentado en el Cerro de la Balsica contemplando aquel valle, piensa y razona que aquel pueblo necesita otro molino de harina, una almazara y una molineta.     
Llega como tantas veces donde se encontraba el cortijo de Aurelio, que para él aquel trozo de terreno representaba la frontera y en aquella tarde en su mente tiene la planificación del derribo de aquel muro que encontraron generaciones y generaciones de benineros y que fueron incapaces de derribar. Por culpa de aquel accidente natural la población de Benínar estaba viviendo cicateramente de  los alimentos que se producían en unos cuantos bancales regados por la acequia principal del pueblo.
Quiere formar un ejército formado por los niños mineros, jornaleros e incluir a aquellos que van por los caminos recogiendo excremento de los animales. Reúne a todas las mujeres en la plaza después de una novena y les dice:
-          Vuestros hombres trabajan bajo mis órdenes por un puñado de monedas de sol a sol, …
A vosotras y vuestros hijos  os presento un proyecto de aumentar el doble las tierras de regadío y por ello el doble de alimento. Mañana por la mañana os espero en el cortijo de Aurelio con azadas y espuertas.
Al otro día al despuntar el alba mujeres y niños parecían abejas en la puerta de la colmena dispuestos a emprender el vuelo hacia donde se encontraba la floración más grande jamás conocida para dar los viajes que fuesen necesarios para llenar los panales, hasta que el néctar saliese por la piquera de la colmena. 
Faustino tiene en una mano una espuerta llena de yeso que empieza a marcar una raya blanca, que comenzaba donde terminaba en aquel momento la Acequia de la Vega y por donde tenía que trascurrir hasta el otro lado de aquella colina. Al bajar (para empezar a marcar) justo al lugar donde tenían que comenzar la escavación, se da cuenta por primera vez que aquella obra ya fue iniciada con anterioridad pero fue abandonado el proyecto.  
Desde lo alto de la loma ve que empezaron con coraje pero de forma desorganizada y comienzan a destacar aquellas mujeres que intentan organizar a los demás pero sin doblar la cintura. Se marcha lleno de pesadumbre pensando que antes de una semana aquel proyecto se quedaría sin trabajadores voluntarios.  Comienza a hacerse una serie de preguntas:
-          ¿Cómo es posible que ejecutar aquella zanja aún a nadie (de todas las generaciones pasadas) se le ocurrió a sabiendas que aquella obra aumentaba el doble la zona de riego y por ello los huertos?.
-          Trabajar en mejoras para la comunidad: ¿Cómo se puede explicar dicho concepto a una sociedad donde la mayoría son analfabetos?.
-          ¿Qué formas de solidaridad existen en el pueblo, en esta comunidad tan cerrada e incomunicada?.
Todos los días nada más levantarse Faustino va casi corriendo a ver el progreso de la zanja. Cada día comprueba que avanza más lento a ir abandonado progresivamente las mujeres y quedar nada más que críos que se toman al trabajo como un juego al no estar pendiente de ellos los mayores.
Un día estando en los pozos de extracción de mineral se le acerca un mozo al encargado y le dice:
-          ¿Sabes cuantas veces comenzaron la construcción de la zanja (que yo sepa) desde que el pueblo pasó de los quinientos habitantes?.
-          No.
-          Pues son unas cuantas querido “mesías”.
-          ¿Cuál es la razón de abandonar los que empiezan?.
Se miran los dos, pero el obrero Ramón vuelve al tajo al ver que son unos cuantos los oídos que orientaban sus orejas (como lo hacen los mulos y los burros buscando sonidos) para escuchar lo que estaban hablando.
Aquel comentario le sienta lo mismo que al profesor que casi tiene la pizarra llena de contenido, se vuelve, mira para atrás y nadie está pendiente, nadie le sigue. Faustino borra con coraje todo lo que tiene confeccionado en su mente del proyecto de la zanja, decide ir a donde se estaba construyendo para mandar a “cada mochuelo a su olivo”, pero cuando llega, se encuentra que solo estaban trabajando la frenillo y dos niñas más. Al verlo llegar la joven le recibe con una amplia sonrisa y vuelve a ruborizarse como lo hace cada vez que se encuentran.

5 comentarios:

JuanMa dijo...

Paco, cada vez mejor. Estas son las historias que merecen la pena.

Anónimo dijo...

Una estupenda narración Paco.

Me quedo con la duda de si la historia es real, y si los protagonistas existieron. Si es así, te felicito por la historia y por lo bien que la has contado.

Ese Faustino y ese Ramón, muy bien pudieron ser tus abuelos...Y la bella desconocida??

Saludos. J. Gutiérrez.

paco maldonado dijo...

Juan:
¿Existió la zanja?. ¿Y el Molino de Andrés Perejil?. ¿Y la Almazara de los Carpos?. ¿Y La Molineta?. ¿La Acequia de la Vega no llegaba hasta las Cebadillas después de regar muchos pagos?.
De Canadá me llegó una foto del sin fin de la prensa de la almazara de los Carpos para que yo identificase dicho artilugio. Los canadienses me dijeron donde la tomaron.
Creo que conocerías el Molino de Andrés Perejil y La Molineta. Dichos espacios no se me van de la cabeza por ser únicos y en ellos me sentía realmente estasiado.
¿Quién construyó la zanja?. ¿Para qué?. ¿Cuándo?. ¿Crees que de toda la documentación que tenemos los benineros podemos encontrar la contestación a todas las preguntas planteadas.
Por último; solo nosotros podemos dejar escrito (tomando como base nuestros recuerdos) todos aquellos espacios y ponerle los nombres de aquellas personas que para nosotros fueron protagonistas.
¿Me permites que le ponga el nombre de Angelicas a la que nombro con el apodo “la frenillo”?. Yo quiero que aparezcan determinadas personas como protagonistas de mis escritos, personas que las quise muchísimo y que las recuerdo con frecuencia?.
Saludos

paco maldonado dijo...

JuAm. Tu sabes. Unas salen medio bien y otras no tanto. Las pretensiones es que vosotros los jóvenes de alguna forma o manera la imagen de Benínar sea cada vez más amplia.
Saludos.

Anónimo dijo...

Tengo que quitqrme el sombrero. si son reales o no tus relatos son estupendos.Algunos los leo en la pgina de Juanma,eres unfenomeno sigue deleitandonos con tus escritos. GRACIAS