Este mes de noviembre
quedará marcado en el calendario todo lo acontecido en la tierra donde vivo. No
siempre coincide en Cádiz la Cumbre Iberoamericana, la incesante llegada de pateras al puerto de
Tarifa y las moscas cojoneras de los llanitos protestando a nivel de
embajadores de España e Inglaterra, con el argumento que los pescadores vecinos
se están buscando el pan de sus hijos donde siempre lo hiciesen sus antepasados
y ahora les toca a ellos.
No sería bueno largar
todo lo que tengo dentro sobre los llanitos, el vecino glotón que cada vez que
se le antoja, le pega una patada a la tapia medianera y la vuelve a colocar un
poco más dentro de nuestro huerto. Vecino que siempre que se han quedado sin
agua, llama a la puerta para enganchar la manguera a nuestro grifo. Por
supuesto que la línea de teléfono pasa por nuestra fachada que si nos negásemos
se quedaría sin teléfonos fijos. Lo más fastidioso, es, que la basura la
deposita en nuestra tierra y cada vez que se le avería uno de los miles de petroleros, todo el petróleo llena de mierda nuestras costas. Tienen la sede social treinta mil empresas
para una población de quince mil habitantes. Paraíso fiscal. Supongo que no
seré yo solo de todos los campogibraltareños el que se acuerde de sus
ancestros ya enterrados cada vez que me encuentro un vehículo en la carretera
con matricula de su graciosa majestad. Cuando dice el cura de mi parroquia que
“todos somos hijos de Dios”, yo le contesto: Menos los llanitos que ellos
siguen empecinados que son hijos de la Gran Bretaña.
El tema que más me
llega al alma, puesto que antes fui yo emigrante (está bien escrito lo de emigrantes puesto que
en el siglo XXI, existen países y fronteras legalmente, pero no para el currito
que tiene que buscar el pan de cada día para él y su familia) son ellos
(dichosos ellos que lograron llegar y no se los tragó el estrecho) los que casi siempre remando en lanchas de plástico llegan a la Tarifa de los fenicios,
romanos, árabes, … Tanto me llega al alma el tema de los que pretende llegar
como sea a Europa, que he dejado de dar paseos por el litoral del estrecho (paisaje
que la naturaleza cambia de tonalidades de colores cada media hora cada día del
año) por temor a encontrarme en cualquier recodo, en cualquier cala con un
cadáver y que no sea de una ballena, de un delfín, de algún animal marino.
Qué decir del último, el
que este fin de semana se está celebrando en Cádiz. No estoy pensando en todos
los jefes de estado que llegaron y se comieron unos cuantos ostiones, unas
galeras o unas gambas de San Lúcas. Lo
que pienso es de cómo han preparado a la capital más guapa situada donde
empieza o termina Europa. Como en mí todo tiene un antecedente, que son mis
vivencias de niñez y juventud, Cádiz se parece a la guapa de mi pueblo, qué, al
llegar un fotógrafo de fuera de Benínar y verla, comenzó a fotografiar en cada
postura que ella ponía lavando en el río. Por delante por detrás, (como Dalí
pinto a Gala asomada a la ventana), por los laterales, desde arriba, en cada
una de dichas fotos Carmen salía preciosa. Yo en estos momentos me acuerdo de la
más guapa cuando se preparó para ser la madrina de cuando se casó su hijo.
¡Quitaba el sentío!. Arrancaba suspiros de todo aquellos que la miraban. Ni la
ha habido ni la habrá una madrina tan guapa como ella. Pues así está Cádiz en
este noviembre del 2012, como la guapa de Benínar cuando fue madrina. La novia
(en aquel tiempo) que debía ser la protagonista, (la cumbre hoy), pasa a
segundo plano puesto qué, la ciudad de acogida brilla muchísimo más que todo lo
demás.
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