Terminada la guerra civil
y coincide por aquel tiempo en que las lluvias son escasas, no solo un año si
unos cuantos, la producción agraria no
daba para que todos tuviesen seguro un trozo de pan, es en el 1948, cuando
termina la racha de aquella sequía y en Benínar aquel año pasa a los anales
como el año el hambre.
Me contaba un
paisano que sobre los años 44-45,
comenzó a trabajar cuando tenía 10 o 12 años, guardando borregos en el
Meloncillo.
Al ver que su padre se había marchado a la guerra y no
regresaba le pregunta aquel zagal a su madre que cuando regresaba su padre y su
madre le contesta:
- Ojalá tardase unos cuantos años más ya que si estuviese aquí cada año te
nacía un nuevo hermano.
El sueldo para el pastorcillo estaba en aquellos tiempos, en una peseta y la comida. Partiendo de la base que aquel negocio durante un año solo tenía el beneficio de la venta de borregos nacidos en aquel año. A aquellas ovejas no se les ordeñaban por dos motivos, el primero por estar la manada de ovejas a casi siete kilómetros del pueblo y la segunda razón por ser aquellos años muy escasos en pastos. Por ello la producción de queso era nulo al año.
Aquel trabajo no duraba todo el año. Duraba el tiempo
en que se destetaban, se pastoreaban dos o tres meses y se podían vender los borregos. La guardería de aquellos
animales estaba en los parajes de El Meloncillo y El Pabilo a siete kilómetros del pueblo. Vendidos los borregos,
las borregas se devolvían con la manada de ovejas y aquel zagal se queda sin trabajo.
Vuelta de nuevo al pueblo a encontrar trabajo, en el que estaba especializado: Pastorcillo.
Por recomendaciones, por lástima, por compasión, … ese
era el currículum que podía aportar aquel aprendiz de pastor que formaba parte
de una buena camada de bocas que como los pajarillos cada vez que escuchaban el
sonido todos abren la boca, en este caso cuando escuchaban el sonido de unas herraduras, acudían todos a la puerta por si
quien llegaba, eran las herraduras de la suerte. Especifico suerte, porque no en
todos los casos aquellas bocas quedaban saciadas.
La competencia que tenía aquel pastorcillo era
tremenda de zagales de su misma edad en el pueblo y mismas circunstancias que
necesitaban tener algún trabajillo. Me decía el nombre y donde vivía de un
zagal de doce años que se le calló el pelo, se quedó calvo sin encontrar razón
alguna que el hambre. El trabajo de pastorcillo tenía la ventaja que cuando picaba el hambre
y se estaba solo en el campo sin que nadie lo viese, se enganchaba a la teta de
una cabra procurando que los tragos afectasen lo menos posible al volumen de la
ubre.
Por fin es contratado para cuidar tres cabras.
Un día cuando regresa del pastoreo, cuando se recogían
los benineros cuando ya no se podía
trabajar en el campo por falta de luz, la dueña de las cabras le dice al
aprendiz:
- !Has estado jugando o perdiendo el tiempo!. !No te das cuenta que tienen la barriga vacía las cabras!. ¡Te das cuenta que las ubres esta, casi vacías!.
El pastorcillo jugándose el tipo le contesta:
- Te preocupa como tienen la barriga las cabras y te trae sin cuidado como tengo yo la barriga.
- !Has estado jugando o perdiendo el tiempo!. !No te das cuenta que tienen la barriga vacía las cabras!. ¡Te das cuenta que las ubres esta, casi vacías!.
El pastorcillo jugándose el tipo le contesta:
- Te preocupa como tienen la barriga las cabras y te trae sin cuidado como tengo yo la barriga.
En aquellos tiempos no se podía responder de aquella manera tan desafiante; es despedido y al otro día a presentar otra vez el currículum que lo tenía grabado en la cara.
La cara, al manifestar de forma palpable el hambre era
la parte más importante en el currículum. Su cuerpo canijo era
estremecedor.
Nuestro paisano en el 1.951, llega a zancadas a su casa, faltándole la respiración y recuperado el resuello comienza a darle puñetazos al viento a la vez que le dice a su madre:
- Se va a construir una casa para el médico. Me he encontrado al alcalde Frasquito Baños y me ha dicho si quería trabajar cobrando 20 pesetas y que si fuese albañil cobraría cinco pesetas más.
- Pero deja de dar puñetazos a las musarañas - le está diciendo la madre - y termina. ¿Las 20 pesetas que son al mes o al día?.
Nuestro paisano en el 1.951, llega a zancadas a su casa, faltándole la respiración y recuperado el resuello comienza a darle puñetazos al viento a la vez que le dice a su madre:
- Se va a construir una casa para el médico. Me he encontrado al alcalde Frasquito Baños y me ha dicho si quería trabajar cobrando 20 pesetas y que si fuese albañil cobraría cinco pesetas más.
- Pero deja de dar puñetazos a las musarañas - le está diciendo la madre - y termina. ¿Las 20 pesetas que son al mes o al día?.
- ¡Al día mama, al diiiiiiiiaaaaaaaaa!.
Le miro un rato a los ojos intentando expresar toda la
ternura que era capaz de soltar en aquellos momentos a aquel paisano que está recordando su pasado porque yo se lo he preguntado, pensando que aquello que
había vivido aquella generación de zagales en Benínar debería quedar escrito
para que todas las generaciones posteriores valorasen de donde se parte y hasta
donde nos han situado ellos.
Dicen los
medios de comunicación que un tercio de las comidas de los hogares se tira a la
basura. Los patos que viven en el rio donde yo vivo, al atardecer, cuando le
tiran el pan que sobra en las casas, a esa hora están tan hartos, que no se
mueven de donde están. Cuando acudo ya casi a la hora de cierre al supermercado
y veo que ha sobrado un poco de boquerones, un poco de sardinas, etc., donde irán
esos “desperdicios”. Cuando acudo a mi parroquia y veo la de bolsas de ropa que
los encargados se ven desbordados, no puedo más que acordarme de mis paisanos que
vivieron en todos los pueblos de La Alpujarra en aquellos años después de la
guerra. Cada vez que cruzo la carretera de Algeciras a Tarifa y se contempla el
Estrecho de Gibraltar que a tan solo catorce kilómetros unos cuantos grupos de africanos
están esperando, sueñan con llegar a este lado, me acuerdo de mis paisanos con
nombres y apellidos que cuando emigraron lo hicieron en las mismas
circunstancias y que en su gran mayoría cuando piensan en Benínar piensan en
todas las calamidades que pasaron en su niñez y reniegan de su tierra. Es
tremendo pensar que casi todos mis paisanos que tomaron la decisión de
marcharse renieguen a sus montes, el río, las fuentes, las calles donde dieron
sus primeros pasos, sus primeros juegos con los niños de su edad, recogieron sus
primeras alcaparras de los montes, escucharon los trinos de los pájaros y sobre todo donde se
encuentran enterrados sus descendientes, no comprendo cómo se puede renunciar a
todo eso. A todos esos que aun no han llegado a esa simbiosis con su tierra, la
tierra de sus ancestros, que cierren los ojos y se pongan a escuchar: https://www.youtube.com/watch?v=M_gSydN_BYM
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