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VA DE AMIGOS
QUE DEJAN HUELLA.
ANTONIO EL DE CARPO.
Los animales
en Benínar siempre se vieron de dos formas; como ayuda al trabajo (burras y
mulos) o como base del alimento, como eran los animales de corral. Si que había el ciento y la madre de cazadores (el "presidente de dicha asoción", el líder, el cura del pueblo) Se podían
contar con los dedos de la mano los perros que había en el pueblo. Otro tema
eran los gatos que se reproducían de forma natural sin que las personas
interviniesen. Nadie los alimentaba. Vivían de los alimentos que escasamente se olvidaban fuera de las despensas y de lo que cazaban sobre todo en los alrededores del pueblo.
Comentario
aparte no sé si he colgado un artículo que tengo escrito sobre los gatos
alpujarreños. Es de suponer que mucho más alpujarreños que los mismos moriscos,
puesto que ellos estaban cuando llegaron los moros y siguen estando en los
terraos y miradores alpujarreños. Cuando os los encontréis, fijaros en su mirada
y preguntaros que es lo que os están diciendo.
Volviendo al
tema de los dos animales de compañía perros y gatos, empezaré por los que
recuerdo a finales de los años cincuenta en mi pueblo Benínar.
Antonio el de Carpo.
Recuerdo que
a finales de 1950, nuestro paisano Antonio, soltero y con escasísimas tierras
que cultivar y por supuesto nadie le llamaba para darle un jornal, de alguna
forma tenía que alimentarse, y lo tenía difícil, mejor dicho muy difícil, ya
que de vestirse rompía todos los moldes establecidos en comparación de cómo
vestían sus paisanos. Cualquiera que llegase al pueblo podía identificarlo por
los andrajos que llevaba puestos. En la actualidad, en el 2016, vive en mi barrio un alemán que viste con el
mismo estilo que Antonio el de Carpo. Quizás fuese el primer jipi del mundo
mundial, que nació en Benínar y nosotros sin apreciar dicha forma de vivir que posteriormente apareció en
la TV (dicen que nacieron en el 1960 en Estados Unidos) y los benineros no
supimos asociar aquella forma de vivir, y de actuar de cómo era el creador, el
primer jipi, nuestro paisano Antonio el
de Carpo.
Antonio
montó un negocio basándose en los conejos y los que no vendía él se los comía,
al menos estaba bien alimentado. Pero llegó la mixomatosis y arruinó su negocio,
precintó su despensa.
Pronto tenía
que montar otro y fue el de los perros de caza en el que puso más ilusión y
explicaciones a sus paisanos que cuando montó el negocio de los conejos, pero
como él tenía que alimentarse y después los perros y para todos no había
alimentos pues a Antonio se les fueron muriendo los perros y otro negocio que
había montado que fracasó. Antonio tenía
la cara deformada de tantos abrideros de boca.
Antonio
tenía “yuyo” por las zorras. No podía soportar los ladridos del zorro; lo contó a algún beninerillo gracioso, este se fue de la lengua, lo fue contando y todos los jóvenes para cabrear a Antonio imitaban el ladrido del zorro para
sacar de quicios al pobre hombre. Muchas noches, (casi todas del año) para la
gente joven era su única diversión para correr y reír por las calles del pueblo
y Antonio detrás de ellos, amenazándoles y tirándole piedras.
Si se le preguntase a alguno de los benineros que
aún viven dirían que se cachondeaban los jóvenes del pueblo del pobre hombre y yo creo que
nadie valoró la posibilidad de una forma de interpretar Antonio por las calles
del pueblo el coro de los esclavos de “Nabucco”, de Verdi, que todos los benineros hemos
cantado miles de veces.
2 comentarios:
Eres quien mejor narra la realidad de beninar.
Por cierto, qué fue de él ¿se marchó a San Agustín?
Decía Antonio que la zorra emitía el sonido ¡Cucu Guat!
Que el "Cucu" lo aguantaba bien, pero que con el "Guat" no podía.
Ha sido bonito que lo recuerdes.
Un abrazo.
Antonio el de Carpo era todo un personaje. Gastamos ríos de tinta en escribir su vida, historias y anécdotas y siempre queda algo por contar.
Miles de benineros han pasado sin pena ni gloria y Antonio con sus sanas "locuras" ocupa una página completa en la historia de nuestro pueblo.
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