Recuerdo con añoranza a mi vecina Angelícas la ciega que estoy seguro que mi madre en determinados momentos cuando era un bebe, me dejaría en sus brazos para que me cuidase mientras mi madre necesitaba un respiro.
Siempre le vi vestida de la misma forma y para ella no existía, ninguna fiesta, ni Semana Santa, ni las fiestas de San Roque, ni invierno ni verano siempre igual.
Nunca la vi llorar ni lamentarse. Casi siempre trabajando en aquellos trabajos como partiendo almendras, esfarfollando o haciendo tomiza de esparto. Su sobrina política llamada también Angelícas era la que en sus últimos días estaba pendiente de ella. No se la edad en la que quedó ciega. Lo que no recuerdo es ver a un médico que la visitase por estar enferma. Me daba compasión y cuando era un niño o un joven creo no haber tenido conciencia de su estado para poder ayudarle aunque nunca la vi lamentarse ni que pidiese ayuda. Viviendo en una casa con tres tramos de escaleras y yo viviendo frente a ella jamás escuche caer ni pedir ayuda.
Cada vez que me encuentro en la calle con alguna mujer ciega siempre me acuerdo de ella, mi vecina la ciega viviendo a tope con resignación la ceguera.
Ciega pero estoy no torpe.
Ciega pero sorda no.
Ciega pero libre vivo.
En el sueño o durmiendo
Dios me manda a algún ángel,
y hablamos San Roque y yo.
Angelicas no se si lo intentó
que una caña la guiase
por las calles de su pueblo
para poder platicar, hablar compartir
con todas aquellas colegas
que estaban en su puerta sentadas al sol.
Que no niño que estoy ciega
y mi sitio; El que me toco.
Si yo he visto todas esas cosas
cuando cuando tenía visión,
que el sol tostase mi cara.
Me jarte de ver estrellas
que la lluvia me empapase,
de coger y oler la mejor flor.
Viviendo en mi casa sola,
Dios me manda a algún angel
para platicar los dos
No añoro otra vida.
Esta vida es la que me ha tocado.
Ellos, los que pueden ver, dicen la peor.
Le decía a mi vecina
al sentir la compasión:
Vente conmigo a la plaza
la banda de música comienza a tocar.
Vente conmigo pa el río
donde tú puedas lavar.
Vente conmigo a la fuente
que te puedas refrescar
Vente que se va la primavera
la vega huele a azahar.
¡Que ciego es el mundo niño!.
¡Que ciego los hombres son!
Piensan, niño, que no existo
que también en mi cabeza
se ha apagado la luz.
Cuando por la calle voy
oigo hombres comentar.
De mi tienen compasión.
Que juntándose uno a otro
Hablan bajando la voz.
Que dicen: ¡Pobre ciega!
Que no ve la luz del sol.
Hay en mi UNA LUZ DIVINA
que brilla en mi corazón.
Como negar que soy ciega
pero mi espíritu no.
Yo pienso. ¿Lo dirán ellos?.
¡Pobre ciega!, digo yo:
¡Pobres ciegos!, ¡Que no ven
más luz que la luz del sol!
¡Pobre ciega!, digo yo:
¡Pobres ciegos!, ¡Que no ven
más luz que la luz del sol!
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