Sé que pronto, está al caer la fecha en la que cumple noventa y nueve años la abuela de Benínar . Sé que su hijo cada vez que llega a casa ella le está esperando para recoger una fotocopia de todo aquello que se ha publicado sobre su pueblo. Sé que pese a su edad es capaz de mantener una conversación con cualquier paisano sin que se aprecie que le falla la memoria y la coherencia, por ello con una lucidez que cualquiera sueña con tenerla si es que llega a cumplir dicha edad. Por último sé, que tiene unos hijos y nietos que han sido pilares fundamentales para que ella llegue a esa edad con una buena salud y con dicha lucidez envidiable.
Dos mujeres nacidas ambas a
comienzos del XX, que fueron amigas siempre, casi hermanas y que coinciden en trasladarse
a vivir en Granada capital a comienzos de la década de los setenta del siglo pasado (desde que fuimos
expulsados de nuestro querido pueblo alpujarreño, Benínar). Ambas viven de
forma holgada la guerra civil, la posguerra, las dos revoluciones la industrial
y la de los sentimientos y que vejez más distinta les ha tocado vivir. Me
refiero a Pepa (decir Pepa en Benínar no era necesario añadir nada más para
identificarla) y a Lola Blanco. Dos mujeres con una personalidad impresionante,
una con hijos y otra sola. Lola por su carácter, sola, nadie sabe cuando cumple años ni cuantos
tiene. “Genio y figura” fue siempre al tomar decisiones sin dejar que nada ni nadie
se las condicionase.
No se puede escribir con
rotundidad que una vive los últimos días de su vida rodeada de su familia y la
otra totalmente sola por no tener hijos. Tal y como está la sociedad en la
actualidad el cumplir los últimos años de la vida sola o acompañada no es razón
principal que se tenga o no se tenga hijos, que se tenga más o menos dinero,
que mantengas la cabeza más o menos bien amueblada; depende de cómo fuiste
invirtiendo tus sentimientos para que en
los últimos años se pueda llegar a la más absoluta soledad o celebrar el cumpleaños
rodeada de tus seres queridos.
Aparece en mi memoria otras beninera como fueron los últimos años de
Barbarica o de la Bizcocha ambas sin hijos. Una más pobre que las Ánimas
Benditas y es atendida hasta su muerte por sus vecinas con verdadera dedicación,
la otra, la Bizcocha con bancalillos (que heredan familiares que vivían en Barcelona y como consecuencia de las expropiaciones acuden al
pueblo solo y exclusivo para recibir la herencia), es atendida como se debe
cuidar a un anciano por sus vecinas en especial por la Tía Lola la de Ramón.
La sociedad cambia, la forma de
pensar y de atender a los ancianos. Ha sufrido una transformación impresionante,
pero aún existen dos factores fundamentales, donde permanece casi intacta la
caridad a las personas mayores, y es, el vivir en un pueblo (¿o en una ciudad?), y
en la inversión en sentimientos acerca de los que te rodean.
La tía Pepa la cartera, al
final no cuenta las perrillas ahorradas, los euros ahorrados, lo que realmente
cuenta es donde y como se fue invirtiendo los sentimientos en los que te
rodean, sean hijos o sean vecinos. La Cartera de Benínar ha ido colocando sus
esfuerzos, sus desvelos, su entrega incondicional, el dolor que nos da la vida los
propios de cada persona siempre fueron colocados por ella en segundo lugar,
nunca esperó que la atendiesen puesto que ella estaba para atender a los demás.
Su cariño lo fue dejando en buenas
manos, en buena gente y ahora cuando cumple noventa y nueve años, llena de paz
y sosiego no representa una carga para los que la rodean. Si sus vivencias y
convivencias hubiese sido complicada o egoísta hoy nadie sabría que pronto será
su cumpleaños al celebrarlo en otro lugar distinto de donde se encuentran los
suyos sus hijos y sus nietos en la más absoluta soledad.
La recuerdo que por estas
fechas llena de energía con el cubo de cal en la mano, dejaba cada rincón de su
casa “como los chorros del oro”, llevando y trayendo cacharros a fregar en la
Acequia del Lugar, preparando su casa para el día de la Virgen del Carmen. Era
la primera que contagiaba a toda la comunidad que había que tener ardiles y no
dejar para última hora encalar. !Cada casa tenía que quedar blanca y reluciente!.
Pepa la del
cartero era la mujer con más ardiles de Benínar y no exagero si digo de toda La
Alpujarra entera.
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