Gratitud para todos aquellos
que entran y escriben en el foro al seguir alimentando el recuerdo del pueblo
amado y desaparecido. Desaparecido físicamente pero no en el recuerdo y por
ello aún continúa existiendo, respirando con cada anécdota, en cada
nostalgia cada vez que se encuentran unos cuantos benineros para celebrar y
recordar aquel pueblo que fue sacrificado al dios del agua almacenada para que
creciesen y se multiplicasen los invernaderos en el Poniente de Almería.
Benínar tiene hijos que fueron
a la universidad y nietos de aquellos que fueron bautizados en aquel pueblo
alpujarreño, que se les supone el dominio de la escritura, que no aparecen, aún
no han dicho “esta boca es mía” y que debían de aportar sus recuerdos para
hacer cada vez más grande la HISTORIA DE BENINAR. Si muchos de nosotros no
guardamos aquellos objetos cotidianos de nuestra casa del pueblo, y nos
lamentamos, se nos pone un nudo en el estómago, cada vez que nos acordamos de ellos, estos universitarios, se arrepentirán por no dejar escrito sus vivencias o las historias de sus padres. ¿Escucharon
las historias de sus abuelos?.
No todos los nacidos en ese rincón
de La Alpujarra muestran interés en que el nombre de Benínar siga apareciendo
constantemente en los medios de comunicación. De todos los que quedamos, tan
solo un puñado seguimos insistiendo en que la memoria de nuestro pueblo perdure
en el tiempo. Somos pocos pero en cierta medida se vuelve a repetir el tema
sefardí a finales del siglo XX, ya que
fuimos expulsados de nuestras casas, de nuestro pueblo pero no de la añoranza de nuestro entorno.
Fueron muy pocos los que estuvieron pendientes de ir guardando todos
aquellos objetos que forman parte del recuerdo, que fueron imprescindibles para
que aquella sociedad rural funcionase, que en la actualidad podrían estar todos
juntos en un edificio, en un museo con el nombre de nuestro pueblo.
Enumero unos cuantos objetos
que no están controlados y no se sabe si
quedaron enterrados o están en otros lugares al apoderarse de ellos
algún oportunista, (con el mirar para otra parte de los responsables de la
construcción de la presa de aquel espolio que se estaba produciendo cuando
todas las viviendas fueron derribadas por una máquina). Por ejemplo: Los
pupitres de la escuela, la pizarra, los tinteros. La puerta del sol. La otra
gran puerta de entrada de la iglesia. La pila de bautismo, el sagrario, aquel que en su puerta tenía el relieve del
ave que alimenta a sus crías, los candelabros, los reclinatorios, el arca donde
se guardaban las velas para los entierros. Las puertas de ciertas casas, con
sus rejas y ventanas. Los lebrillos, artesas, aquellas vasijas de
cobre o de latón que tenían remiendos por todas partes. Las piletas
(recipientes construidos partiendo de una piedra del Cucanal). Cribas, serones, gerpiles, los aperos de labranza. Los rulos con sus piedras de las almazaras y
de los molinos. Teníamos cuatro molinos de harina y dos almazaras. Las dos prensas de las dos almazaras, las piedras de partir
almendras con sus martilojos (no pasaron horas y horas, días y días nuestras
madres o nuestras abuelas). Las horcas de las eras, las palas que sacaban el
pan recién hecho en los hornos. Las romanas y romanillas que iban de casa en
casa cuando se necesitaban. Las devanaderas. Los candelabros que se utilizaban en cada
velatorio. Las labores de ganchillo o las de bolillo guardados en aquellas
arcas. Que de sueños e ilusiones se ponían en aquellos trabajos las que se iban
a casar en las que participaban madres, abuelas, vecinas para preparar el ajuar de la
niña. Todo eso forma parte de una sociedad en la que se desenvolvieron
generaciones y generaciones de nuestros antepasados.
La caja de los muertos. Donde
se portaban a los muertos pobres desde su casa al cementerio y una vez allí se
enterraban directamente en el suelo en el hoyo que algún familiar había
preparado. Aún el recuerdo, lo más fuerte, cuando: Los que se morían en los
cortijos o en las barriadas, por supuesto los pobres, eran
portados encima de una puerta por cuatro
personas, hasta llegar a la iglesia donde ya en la caja de Las Ánimas después de
la misa se les llevaban al cementerio a enterrarlos directamente en el suelo.
Los jefazos del pantano
decidieron llevar al nuevo cementerio aquellos restos que estaban en los
nichos, los restos que estaban en el suelo, (de todos los pobres de Benínar que
no se podían costear una caja) se les ocurrió cubrirlos con una losa de
hormigón que en la actualidad está totalmente descuartizada. No sé quien la
hizo añicos, si los de dentro o los de fuera.
Si
alguna vez se decide la construcción de un museo (aquí realmente quien puede
aportar la gran mayoría es HIJOS DE BENINAR, en la persona de Paco Ruiz) con lo poco que aún queda yo aportaré entre
otras cosas el picaporte de mi casa. El picaporte representaba en el pueblo la
llamada, (que desolación si no se espera una llamada, si no tienes quien te
llame) de lo que se esperaba o también de lo inesperado.
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