Terminada la Semana Santa en Benínar, el grupo de personas
que aparecen en la foto están esperando que llegue la alsina, ya que se marchaban
el cura y los seminaristas que en aquellos comienzos de los años setenta estaban toda la semana
en el pueblo dedicados a explicar a aquellos alpujarreños la importancia de la
muerte y resurrección de Cristo.
La foto no
tendría trascendencia si no nos fijamos en un detalle que tan solo conocen unos
cuantos. El negro que toca la
guitarra con el paso del tiempo sería
nombrarían obispo y nuestra paisana Lola Sánchez, el africano le pide ser su
madrina en dicho nombramiento y por ello tiene que trasladarse a Roma. Una
beninera invitada en el Vaticano.
Para nuestra
paisana la llegada de aquel seminarista claretiano a Benínar, significó que
ella fuese la única alpujarreña en toda la historia. Como me dijo cuando me contó el acontecimiento:
- Paco allí
no solo estaba yo. Allí estaban todos los benineros-as. Yo los estaba
representando y recordando uno a uno.
Lola que estuvo presente en dicho nombramiento
con la categoría de madrina y colocada en la primera fila, la primera después
del altar donde el Papa Juan Pablo II dijo la misa en la explanada del Vaticano. A tan solo unos metros de distancia del Papa, allí estaba Lola
Sánchez.
Continuaba diciéndome:
- Cuando estaba besando el anillo del Papa, ese beso no
era solo mio era de todos los benineros. ¿Acaso cuando un beniner@ se encuentra en
lo más alto, en lo sublime, no se
acuerda de cada uno de nosotros empezando por todos los que vivíamos desde el
cortijillo de los gitanos y terminando por Faustino el de la Vegeta?. Perdón, terminando en Esteban (mamica).
Necesito encontrar los últimos retoques de lo que ha
representado (para mí al menos) para
Benínar la figura de Lola Sánchez para publicarla en este blog.
Dice el cura de mi parroquia, en las misas de los difuntos, cuando se trata de una persona cercana con la que se convivía casi a diario, (siempre que la feligresía fuese de confianza para no romper los protocolos):
Dice el cura de mi parroquia, en las misas de los difuntos, cuando se trata de una persona cercana con la que se convivía casi a diario, (siempre que la feligresía fuese de confianza para no romper los protocolos):
-
No resaltéis ahora las virtudes de la difunta-o,
si a ella, o a el, no había escuchado de
vuestros labios:
¡En vida hermano en vida!.
PD:
La foto es tomada por Eugenia Doucet.
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