martes, 28 de junio de 2016

Las brevas no daban para tantas carreras

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Tenía que continuar con el tema de los animales, pero me ha llegado la necesidad o el recuerdo de mi abuelo paterno que en este tiempo era cuando maduraban las bravas en Benínar. 
En plaza de Benínar se están analizando las breveras o las brevas, pero de otra manera y ha sido el motivo de este escrito.
Me imagino aquellas tardes en Benínar donde parte de la familia salía a la vega para coger y envasar aquellas brevas que dentro de la zona alpujarreña nos identificaban. 
Mientras los hombres subían a aquellas breveras teniendo que afianzar las ramas para no caerse, la otra parte de la familia acudía a los brazales para coger manojos de mastranzos para forrar los capachos, con la intención que la piel de la brava no quedase dañada por el esparto con que se construían los capachos.   
Mi abuelo Ramón, por las tardes, con parte de la familia marchaba a La Vegueta donde estaban unas breveras gigantes que estaban llenas de fruto.
Lo primero era forrar los capachos de mantranzos una hierba con un olor especial que se empleaba siempre que estos se llenaban de fruta. 
Recuerdo la plaza de abastos de Berja (hoy vacía destinada a no se qué) que nada más entrar en ella el olor a maestranzos era lo primero que te impactaba.
En los pueblos cercanos cada vez que decíamos: 
Yo soy beninero. Contestaban: ¡Y con brevas!. 
De la misma forma que el vino de la zona Murtas y Turón era y lo es,  excelente,  que todos los de la zona preferíamos y degustábamos. Las brevas de mi pueblo eran únicas.

Ramón se levantaría de madrugada con el cielo lleno de estrellas, cargaría los dos capachos en la mula y cogido al rabo del animal tomarían los dos camino a Murtas. Digo Murtas por ser uno de los pueblos cercanos que menos árboles frutales tenía y por ello, ofrecerle a un murteño unas brevas ralladas se les haría la boca agua y compraría, cansados de la dieta única, comer matanza como en aquellos tiempos era casi lo único que se comía. Tocino y pan y por la noche al volver a casa después de estar todo el día trabajando en el campo un puchero con huesos de cerdo. También cabía la posibilidad de comerse unas migas de madrugada, para irse a trabajar al campo.  
Las frutas que se recolectaban en  Benínar al verlas, ellas solas se vendían, pero la influencia del vendedor era decisiva y la sonrisa de mi abuelo y la calidad de sus brevas eran las que primero se agotaban de todos los vendedores que acudía a vender.
De la misma forma que hoy nadie se extraña en ver a un perro como es capaz de llevar a su amo ciego donde está previsto llegar, de la misma forma, la mula de mi abuelo, nada más pasar por la puerta del herrador, o de la tía Leocadia, sabía donde era el destino. Mi abuelo desde ese momento cogido al rabo de la mula sabía que podía cerrar los ojos y en un duerme vela,  pasado la fuente del Murallón  mi abuelo estaba caminando y dormido  todo el trayecto de la rambla que al llegar a la Cuesta de Murtas. Empezaban las claras del día, mi abuelo ya había dado su cabezadita y ya le falta poco para entrar en el pueblo de Murtas y empezar a pregonar:
Mermelada de Brevas de la Contraviesa
¡A las buenas brevas, las de Benínar, las mejores!.
La mayoría de las veces se vendían por docenas a dos reales y las pequeñas, las perrunillas que se regalaban.
A Murtas acudían los compradores de los cortijos cercanos y por supuesto no se les podía vender igual (no erancompradores habituales) y en esta ocasión empezaba el regateo donde mi abuelo había obtenido la licenciatura en la universidad de la vida.
Como sabía identificar a los dueños de los cortijos , quizás por su vestimenta o por su forma de hablar, a estos les costaba la docena a peseta. Los señoritingos de Graná se les identificaba a la legua y mi abuelo era capaz de venderle las brevas y el cenachillo de esparto lleno de brevas. 
Los cenachillos se los hacía su prima Gaicos, la soltera que era una forma de ganarse la vida.
Con la sonrisa de oreja a oreja, viendo los capachos vacíos llegaba la segunda parte de aquel viaje. Ir a la taberna. Amarraba la mula a la ventana  de la taberna y a charlar con los que allí estaban para estar enterado del panorama de  aquellos momentos de los cortijos de Murtas y Turón . Era la hora de la siesta de la mula, cuando el animal se relajaba, cerraba los ojos y sabía que a partir de aquellos momentos el tiempo se detenía. No es que tomase el número de copas para emborrachase, pero si llegar al nivel inferior de coger una pea.
A la vuelta mi abuelo se solía comprar un kilo de sardinas (las arenques) que llegaban a La Alpujarra en unos toneles de madera, una buena hogaza de pan, llenaba su bota de vino, se subía en la mula y de vuelta de nuevo al pueblo.

En el camino de vuelta, a la altura del Cortijo del Canónigo, era cuando mi abuelo se enfrentaba a la realidad al contar las pesetas que llevaba.
El maestro del pueblo conjuntamente con el cura una noche se presentan en casa de mi abuelo y le proponen:
Tu hijo Paco destaca por encima de los demás críos de la escuela y el cura y yo hemos llegado a la siguiente conclusión. Costeamos parte de la carrera de tu hijo en Granada, pero tú tienes que aportar, más o menos  tanto, ... Mi abuelo en aquellos momentos piensa en la venta de las bravas y  en un principio acepta las condiciones impuestas por el cura y el maestro de escuela por lo menos hasta que pasase el verano.
Terminan las brevas, terminan los higos, terminan las frutas y hortalizas del verano, que mi abuelo fue a vender tanto a Murtas, Turón y Berja   y vuelven el cura con el maestro a casa de mi abuelo  para que se cumpliese la promesa de mandar a su hijo Paco a la universidad.
Mi abuelo saca la taleguilla con todo lo que había ahorrado con aquellas ventas , todo lo que tenía ahorrado, se queda un rato,  ¡largísimo! mirando a aquellas dos personas que están impaciente por la contestación, y mi abuelo Ramón le contesta:
Tengo cinco hijos y a los cinco no les puedo dar una carrera. ¿Qué pensarían sus hermanos si ellos se quedan en el pueblo trabajando y él se marcha a Granada?.
Mi abuelo Ramón en aquellos momentos no se podía imaginar que cuando llegase la Guerra Civil de España, a tres de sus hijos (unos no habían cumplido los veinte años y otros terminaban de cumplirlos) se los llevaron y en concreto mi padre, estuvo tres años de guerra y tres años haciendo la mili. 
Seis años que no apareció por el pueblo.
Cuando los adolescentes, vuelven de nuevo a incorporarse a  clase, aquel nuevo curso, el maestro pregunta por Paquito el de Ramón y alguien le contesta que Paquillo estaba guardando una piarilla de chotos en el Cejor y que no volvería ya más a la escuela.
De aquella historia el nieto de Ramón se entera  cuando termina la carrera y a la vuelva a Benínar toda la familia en la furgoneta, Paco el de Ramón con la mirada perdida le cuenta a su hijo que en él se cumple el sueño de su adolescencia.                       
   

5 comentarios:

Francisco Félix Maldonado Calvache dijo...

Amigo Paco.
En aquella época, en todo los pueblos las penurias se heredaban de padres a hijos, no había diferencia entre la vida que había llevado el abuelo, el padre o la que llevaría el hijo. Para salir de aquel enquistamiento sólo había dos salidas, estudiar o emigrar.
Pocos eran los que tenían el capital necesario o lo arriesgaban en educación. De los primeros puedo citar a la familia Sánchez Quero, de sobra conocidos. De los segundos a mi bisabuela Angustias Sánchez Sánchez, que siendo viuda se fue con sus hijos a Almería en los años 20 para que su hija María estudiase Magisterio, su hijo Juan aprendiera el oficio de ebanista y Aurelio trabajase. Una vez cumplido este fin regresaron.
El beninero siempre ha trabajado como una mula, de la salida a la puesta de sol, desde que se aprendía a andar hasta que la artrosis te inutilizaba, la diferencia estaba en que fuera de Benínar ese trabajo te hacía progresar social y económicamente.

Anónimo dijo...

Tengo también algo escrito sobre Adoración y su marido que fueron capaces de costear nada más y nada menos que una carrera a su hija María en Grana. La otra María al menos contaba con los recursos de un molino. Es otra historia.
Que yo recuerde esa familia (la de Adoración)los recursos eran más bien escasos y me pregunto: ¿De donde sacaron ese dinero?.
A estas alturas de la vida ese dato del dinero, ese esfuerzo es comparable desde el punto de vista sentimental a María y su marido que después de visitar toda Europa y mucho más, siempre los días de las fiestas de San Roque allí estaban en el Cerro de las Viñas.
!Dios!, que pena no haberle dedicado unas charlas a dicho matrimonio.
Me viene a la cabeza la canción: "Cuando salí de mi tierra, volví la cara llorando, porque lo que más quería atrás me lo iba dejando, ...". La cantaba por aquellos tiempos Juanito Valderrama.
María y Miguelín cuando se marcharon y tardaría la vuelta un tiempo, cuando iban por el Pecho el Algarrobo seguro que iban diciendo: (Son unos fandangos de Huelva).
"Aunque me voy no me voy
aunque me voy no me ausento
aunque me voy no me voy
te llevo en el pensamiento".
¿Hacemos una lista de todos aquellos que se marcharon sacudiéndose el polvo de sus zapatillas (que yo recuerde el último que lo hizo fue el cura don Francisco que yo era su monaguillo) como muestra del juramento al Cejor que jamás volverían a pisar aquella tierra?.

Paco Ramón Maldonado Ruiz dijo...

!Que se me olvida lo mejor!, que es el agradecimiento de ver que has dejado unos cuantos comentarios.
Me satisfacen y me animan.
Gracias amigo Paco y a los que también dejaron su comentario.

Unknown dijo...

Amigo Paco,
En primer lugar quiero agradecerte las palabras que nos dedicas y seguidamente os detallaré cómo consiguieron Pedro y Adoración el dinero para costear mis estudios.
Pues bien; Pedro, un gran trabajador, igual hacía una calera que iba a la monda de Motril y durante todo el año iba los domingos a Murtas con su carga de lo que daba el tiempo: en verano las hortalizas que el mismo criaba y en invierno naranjas, uvas, ristras de ajos y algunas calabazas.
Adoración, la mujer que siempre le acompañó en todos los trabajos; limpiaba uvas en la campaña de Berja, buscaba alcaparras desde que salía la primera luz del día, incluso mi hermana Lola siendo una niña ya acompañaba a mi madre a limpiar uva y a buscar alcaparras.
Puedo decir que tuve una familia maravillosa, les doy las gracias, siempre me he sentido muy orgullosa de ellos.
Si algún mes no podían juntar las 500pts que necesitaban para mandarme, mi madre se las padía a Lola Blanco, la madre de Lola Sánchez, y como podía se las iba pagando.
Yo cuando pude me metí a trabajar en la casa del ingeniero que hizo el pantano de Cubillas, don Manuel Prieto Moreno. Cuidé de sus tres hijas y dos niños. Los llevaba por la mañana al colegio y yo me iba a mis estudios, al medio día los llevaba a casa y por la tarde les preparaba los deberes para el día siguiente.
Por este trabajo me daban 500pts y la comida, esto fué un alivio para mis padres.
Más tarde me hice cargo del funcionamiento y administración de la Residencia donde siempre viví en Granada, C/ Afán de Ribera nº5.
Así hasta que terminé la carrera en Junio y en Septiembre ya tenía escuela. La primera fué la de nuestro querido Beninar, después cuatro años en Hirmes. En total 5 años que trabajé antes de casarme.
Tengo la satisfacción de haber compensado un poco a mis padres del gran sacrificio que hicieron, pues todo lo que cobré en aquellos 5 años fué para la casa.
Creo que con este relato haya quedado claro de dónde salió el dinero de mi carrera.
Y ahora os cuento desde que me casé.
Miguel ha sido para mi la persona más maravillosa que nadie pueda imaginar. Hemos sido muy felices.
Nos fuimos a vivir a Canarias, de allí al Sahara donde nacieron mis hijos Miguel Angel y Mari Carmen. En el Sáhara pasamos los mejores años de nuestra vida. Después en Motril también nos fué muy bien.
Hemos viajado mucho, desde pasar un mes en la islas Mauricio en el océano Indico, hasta recorrer toda Europa para llegar al Cabo Norte en Noruega, donde durante 15 días, en el mes de julio, no vimos la noche.
Ahora sólo me quedan los recuerdos y el cariño de mis hijos y mis cuatro nietos que son estupendos y me dan todo su amor.
Se acerca la fecha de las fiestas de San Roque, mi deseo es que lo paséis muy bien y que ningún momento dejo de pensar en vosotros benineros y en nuestro querido pueblo.
Felices fiestas 2016.

Paco Ramón Maldonado Ruiz dijo...

Este año 2017 nada más llegar a la plazoleta de entrada al edificio del campig, Comencé a pensar que aquello no estaba igual que antes. Se lo digo a mi hijo y me dice:
falta la carabana.
La carabana de Miguel y María. Le contesté.
La verdad es que cada vez que me acuerdo de ellos empiezo por Adoración y su esposo Pedro. Me voy a su cortijo. Me vuelvo y me siento en la puerta de la abuela que vivíaal lado demia Mamanona. Donde acudían toda la familia en las fiestas del pueblo.
Para mi aquella familia era especial ya que cuando me fuí a estudiar a Almeria con 14 años me acogieron en su casa durante todo el curso.
Que de recuerdos.