Me decía mi
amigo Antonio compañero de la universidad que en Trigueros, pueblo de la
provincia de Huelva, cuando estallo la
Guerra del 1936, el comité se reunía en la iglesia del pueblo. Eliminaron todos
los santos que había en la iglesia y que cuando llegaron a San Antonio Abad, patrón
del pueblo nadie se atrevía a ponerle las manos encima y se aprobó por
unanimidad que se le dice el número uno del carnet del partido comunista. Un
problema menos para aquellos revolucionarios que se disputaban el número uno
del carnet.
En Benínar
ocurrió que aquellos alpujarreños eran mucho más lanzados, en este caso a San
Roque, el patrón, lo arrojaron por encima del puente al agua del río pero como
la escultura es de madera, fue flotando en el agua hasta llegar a una presa y
allí se la encontraron y la guardaron
escondida hasta que terminó la guerra.
Lo que
intento por todos los medios averiguar es la reacción de aquellos benineros, del mil novecientos treinta y seis ante todos
los santos que tenía la iglesia. Es de suponer que actuarían como los de Trigueros.
Bueno peor, ya que a San Roque, se lo quitaron del medio sin pensar que
existían los milagros.
Todo esto
sale a colación por ser reciente la fecha de volver a juntar a todos los santos
que había en la Iglesia de Benínar (que fueron repartidos por las iglesias
cercanas cuando destruyeron la iglesia por “razones del progreso por la
construcción de la presa”) en una ermita reconstruida en la pedanía de Hirmes.
He visto en
la cara de mis paisanos la satisfacción de tener otra vez ante su mirada a
todos aquellos santos juntos y mucho más cuando han escuchado repicar de la campana.
Aún tenemos
entre nosotros (y quiera Dios que sea por mucho tiempo) a paisanos que por su
edad vivieron en aquellos días en que el cura escapó por los pelos vestido de
mujer camino de Berja y como aquellos nuevos dueños del pueblo tomaron posesión
del edificio de la iglesia. Aquel inmueble quedó en manos de personas que les
importaba un carajo aquellos santos. Parece
que ha quedado borrado de la mente de la
otra parte de benineros que ocurrió en aquellos tres años. Ni está
escrito en ninguna parte. Es de suponer, que
todos aquellos santos que había antes de la guerra fueron quitados de en
medio y que los que en la actualidad veneramos son figuras que fueron llegando
al pueblo después que terminase la guerra en tan solo diez años. Sigo
suponiendo que el interior de la iglesia sufría una remodelación para ir
colocando en sus nichos a los santos que llegaron. En mi niñez se decía que la
Virgen de Fátima fue comprada por Emilia en agradecimiento al sanar su hijo
Pedro por pasar una larga enfermedad. De la llegada de las demás imágenes,
nadie me contó nada.
Recurro a
dos imágenes la de Málaga por mi tiempo en dicha ciudad en la universidad y la
imagen que en la ciudad donde vivo Algeciras que levanta pasiones. Todas
aquellas ciudades o pueblos que estuvieron un tiempo en el bando de los
perdedores de la guerra eliminaron parte del patrimonio religioso y Benínar,
Málaga, Algeciras entre otras ciudades sufrieron dichas pérdidas.
El Cristo de la buena Muerte, el que procesionan La legón
en Málaga sufrió varios
ataques y mutilaciones antes de ser definitivamente destruida en 1931 durante
la quema de iglesias y conventos de Málaga del 11 y 12 de mayo de ese mismo año
1931. Hoy en día, fue esculpida en 1941 por Francisco
Palma Burgos, inspirándose
en la imágen original de Pedro de Mena.
Lo que realmente me llena
de interés de todo lo acontecido últimamente con la reconstrucción de la Ermita
de Hirmes de lo último vivido por los
benineros es el interés mostrado por volver otra vez después de 85 años a la reconstrucción de la ermita, volver a
llenarla de santos, de los cuales tan solo se sacan en procesión dos imágenes, la Virgen del Carmen y San
Roque. La Virgen de Fátima, San José, San Marcos, La Inmaculada, el Corazón de
Jesús, el Niño Jesús que fueron procesionados en el día fijado en el calendario, en mi niñez y juventud cada año, y, es más, cuando no llegaba la lluvia y los campos estaban secos se sacaba en
procesión a San Marcos para que fuese propicia la lluvia. Me pregunto: ¿Cuántas
velas se les encenderán a las imágenes no procesionadas y cuantas-os benineros
se pondrán de rodillas delante de dichas
imágenes para encomendarse o encomendar sus impotencias?.
Todos decimos: ¡Por fin
todos vuelven a estar juntos!. Para mí dicha expresión no encaja en mi mente, que estos herederos (los jóvenes sobre todo) del
patrimonio de Benínar entiendan “lo de por fin están juntos” ya que se
caracterizan por su escepticismo y por las escasas veces que encienden velas (carecen
de santos de su devoción o son otros santos distintos de los que están en
Hirmes) y se ponen de rodillas ante los santos de sus antepasados.
Hace escaso tiempo he
estado en Inglaterra y la mayoría de las iglesias están vacías, nada más entrar
en ellas da la impresión que el culto de antes ha desaparecido, que la juventud
no acude a ellas y ya murieron los creyentes. Por último me aparece con
frecuencia en mi mente la siguiente pregunta: ¿Qué le dicen a nuestros hijos y
nietos las imágenes que nosotros hemos logrado juntar otra vez y veneramos?.
Que de milagros tienen que
ponerse a obrar todos los santos de nuestra Ermita de Hirmes para que la
juventud repartida desde Algeciras a Cataluña para que los beninerillos-as se
les hagan devotos, se encomienden a ellos y que suban a verlos y les enciendan
media docena de velas. Una por cada antepasado.
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