En un principio era agradable ver los árboles que rodean mi casa
donde los gorriones se pasaban sobre todo por las tardes armando la grande
disputándose la mejor rama para dormir. Los que pasaban por la calle se
quedaban boquiabiertos al escuchar el alboroto. Por supuesto que la acera
estaba siempre llena de lo que ellos iban soltando durante toda la noche. Las
tórtolas anidaban en el río cercano y tenían la comida preparada para comer
ellas en primer lugar y nada más salir del nido sus crías, las situaban encima del
gallinero, mostrarle la comida. y marcharse rápidamente para sacar la siguiente
nidada. A las tórtolas solo les faltó decirme: Te dejo mis dos hijos para que les des de comer.
Los gorriones tenían más jeta, pues no solo se comían el grano, también, en la temporada de bravas e higos, pues yo tenía que comer los que
a ellos les sobraba y con las uvas, con todas las frutas del
huerto.
Llegó un momento en que las compras de pienso eran tan
frecuentes, que empecé a plantearme de conseguir unos cepos de alambre como los
que utilizábamos los críos en Benínar, que por medio de un amigo los conseguí.
En mi pueblo los críos aportábamos comida a la casa mediante coger pájaros en
el campo. No llegué a utilizarlos por eso del remordimiento de matar un ave. Me
he convertido en un urbanista y todo lo tengo en el supermercado. Renuncié a la
escuela que tuvimos los beninerillos de alimentarnos de las frutas y verduras y
animales que se conseguían en el campo, un capitalino defensor de una naturaleza animales y plantas teóricamente, idílica.
En este febrero del dos mil trece en todo este mes se han hincado, se han
comido en toda Almería y provincia unos
cuantos miles de kilos de animales en filetes. Mis paisanos han comido carne de cualquier animal. Pero
ellos los almerienses no tienen el remordimiento sobre su conciencia de
haberlos sacrificado. Me he pasado unos cuantos años, preguntando por supuesto
por mi tierra e incluso en la extremeña la forma y manera que los gorriones y
las tórtolas se fuesen a alimentar al campo, de donde proceden y que comiesen lo que en cada
momento da la tierra. Me fabriqué una jaula trampa y en una ocasión llegó a
tener dentro tres docenas de gorriones pero ni yo podía sacrificarlos ni nadie
me ayudaba, les abrí la puerta y todos se marcharon, a pesar, que en esta
tierra donde vivo en el Campo de Gibraltar existen bares específicos que una de
sus especialidades de renombre por temporada, son los pajarillos fritos, como
le pasa a los caracoles. Son manjares. Dicen.
Hace poco tiempo me encontré en casa de un familiar en Málaga
con un comedero fabricado con una garrafa de aceite bacía de veinte litros, me
llamó la atención, pregunté y me dieron el siguiente razonamiento: Los
gorriones no llegan al grano, se tienen que meter dentro de la botella y eso no
lo harán nunca. Si colocas los boquetes a una cierta altura podrán meter la
cabeza las gallinas, pero no llegarán las tórtolas. De esta manera estoy un
poco más tranquilo, me he quitado remordimientos adicionales y por supuesto he
dejado de comprar la mitad del grano que antes compraba.
Sé que cada vez veo más claro que pertenezco y pienso como
piensa mucha gente en la UE. Esta decisión mía de que los gorriones y las tórtolas
han de buscarse la vida tal y como cada cual se la busca y no depender del pienso de los demás, es una decisión
coherente que se debe aplicar al tema de las fronteras, las que tengo tan cerca
de donde vivo, el Estrecho de Gibraltar. No es fácil pronunciarse a la ligera
de los que nos llegan de fuera y de compartir lo que tenemos. La satisfacción de
compartir lo que tenemos con los que llegan siempre fue gratificante pero todo
tiene sus medidas.
Y en el tema de los animales y pájaros nuestros hijos deberían
pasar un periodo de tiempo en un pueblo donde los animales, donde vivan en vivo
y en directo que nacen, crecen se reproducen y forman parte de los alimentos,
además de responsabilizarse y disfrutar de ellos que tomen conciencia que las
tajadas que tienen en el plato han delegado en otros, controlarlos, cuidarlos,
alimentarlos y sacrificarlos.
Otro día escribiré sobre la cantidad de patos que tiene el río
que está frente a mi casa que son alimentados diariamente por todos los vecinos
con el pan que se les pone duro y por ello les sobra.
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