Hemos retrocedido en casi dos años lo superado en toda una década. Lo del “estado del bienestar” lo será para unos pocos puesto que un porcentaje considerable de los que en éste verano visitan las playas desde Isla Cristina en Huelva hasta Mazarrón, cuando acuden en familia los fines de semana a bañarse en el mar, vuelven con sus carteras vacías. La comida de los chiringuitos o de los bares cercanos a la raya del agua ya no está a su alcance.
La fachada principal de mi casa da a uno de los aparcamientos de la playa y en la última década del siglo pasado llegaban las familias con sus neveras portátiles llenas de bebidas y sus taperguel con sus tortillas y filetes empanados. En este verano se vuelve a ver las mismas estampas.
Al comienzo del verano vuelvo a escuchar por mi calle la armónica del afilador pero tocada por labios nuevos.
Con el mismo modelo de altavoz que utilizan en sus manifestaciones los indignados llegan a mi barriada los que venden pescado, sandías, melones, patatas o tapizan tresillos. La España del progreso se ha convertido en la España del retroceso.
Los medios de comunicación locales vuelven a retomar las mismas frases con los mismos argumentos que se empleaban en la España del contrabando, en éste caso con nuestro vecino Gibraltar. Estos mis paisanos campo gibraltareños, argumentando que como no tienen nada que hacer durante todo el día; antes de salir para cruzar la frontera van de vecino en vecino intentado que se les encargue, un cartón de tabaco, unos kilos de azúcar, leche condensada, chocolate y un tanque de gasolina.
En la pasada noche de San Juan en la playa había muchísimas más hogueras de barbacoas que hogueras de divertimento.
Como ya reflejé en un comentario anterior que en ninguna de las reclamaciones de los indignados (imaginen lo que piensan los políticos) aparecía las reivindicaciones sobre los que trabajan y viven del campo que lo que producen quien realmente se beneficia son los intermediarios, seguro que los “indignados intelectuales” no saben que existen los que viven del contrabando con Gibraltar, ni que ha vuelto el flautista que afila cuchillos a las calles, ni a los padres de familia que utilizan el maletero del coche para ir a las barriadas pregonando sardinas y boquerones.
Espero que cuando los indignados toquen poder las primeras medidas que tomen sean aquellas que vuelvan a eliminar de nuestras barriadas a los vendedores ambulantes y los que viven del contrabando con Gibraltar ya que se les ha ofrecido un trabajo digno, y, que las neveras y los taperguel no vuelvan de nuevo a las playas.
Yo reivindico de Europa lo que termino de escribir y que después mi playa tenga el distintivo de bandera azul.
1 comentario:
Es la triste realidad!!
"Mal de muchos consuelo de tontos", como decíamos en Benínar...
Esta crisis es mundial.
Juan.
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