En Benínar la tía Leocadia
diseñó una forma de vida que con la muerte de Antonio Fernández Enriquez queda
rota definitivamente. Como si se tratase de alta política, en este caso el
diseño no vale y es necesario confeccionar otro que se adapte a los nuevos
tiempos. El que ella inventó no quiere
decir que no sirva para satisfacer las necesidades básicas que necesitan las
personas cuando llegan a una cierta edad, es que ya las nuevas generaciones
deciden cuando una persona es o no es útil.
Leocadia centra su vida en que
todas sus hijas permaneciesen juntas y para que su diseño funcionara se marcha
de Benínar para centrase en Adra y alrededores más en concreto en Las Cuatro
Higueras, barriada entre Balerma y Adra.
Yo pienso que el diseño de los
invernaderos la primera que pensó en ellos fue
Leocadia, puesto que, con las hectáreas que podían reunir sus dos hijas
como no fuese en cultivos intensivos de invernadero aquel terreno no daba para
mantener las dos familias y las que se irían incorporando al núcleo familiar.
De la misma forma que se
inventó los invernaderos, ella pensó, mi corona, mi matriarcado lo legaré a mis
dos hijas y ellas que hagan lo mismo con las suyas, de tal forma que mi diseño
perdure por lo menos un siglo. Su diseño se centraba en ser útil y sentirse
útil. Siempre. Hasta la muerte. Aquel lugar elegido será donde permanecerán todos juntos ayudándose
mutuamente, repartiéndose las responsabilidades según las capacidades de cada
uno hasta el agotamiento.
Leocadia no se si llegó a ver
toda aquella finca con los invernaderos construidos, lo que sí que vio, estaba
segura que pasaría, es que todos se irían convirtiendo en personas mayores y los
viejos de aquella gran familia trabajarían hasta que sus fuerzas se agotasen, que todos formando un solo frente viviesen
sintiéndose útiles hasta que perdiesen el sentido de la responsabilidad.
En aquel espacio se debería
levantar un monolito formado por un conjunto de brazos que sostienen a un crío
recién nacido. He escrito bien lo del recién nacido puesto que poner en
movimiento a un hijo cuesta más de veinte años y las personas mayores que allí
han vivido, que yo recuerde seis, muy pocos años han necesitado de los brazos
de los demás para estar funcionando, hasta que les llegó la muerte. Hasta que
se agotaron por ley de vida.
El matriarcado de María,
Dolores y de Marilola, que son las que en la actualidad poseen dicho peso sobre
sus hombros en ningún momento se han
salido del guión trasmitido aprendido y aplicado por la abuela Leocadia. No sé si ellas están
dispuestas a modificar el guión de la abuela el de toda la vida, pero creo que
las circunstancias, la vida moderna, presiento que no será lo mismo.
Terminan de mandarme un correo
con el siguiente título:
Carta desde un geriátrico.
De pena; y además cerca de donde vivo existe dos que a
uno de ellos suelo visitar de vez en cuando. Allí llegan o los dejan cuando alguien ha decidido que ya no son útiles.
Nuestro querido Antonio ha
llegado a los noventa y dos años, delgado como un silbido y sin ir periódicamente
al ambulatorio a que el médico le actualizase la tarjeta 21. Él ha decidido el
momento de sentarse frente a los que fueron sus compañeros durante toda su vida
y ver cómo iban encarando y
seleccionando los pimientos, berenjenas, (…), completando cajas, seleccionando
los más grandes, eliminando los manchados, los torcidos. Nuestro querido Antonio él decidió valorar
su utilidad a los noventa años, nada más y nada menos y su familia respetó su
decisión de estar de mirón viendo como otros trabajan.
Ha muerto un agricultor en el
Poniente de Almería y ni va a salir en los periódicos ni en los medios de
comunicación y que yo recuerde no he visto ningún monumento en los pueblos de
la zona donde se reconozca la labor de tantos agricultores que se han dejado la
piel en el trabajo diario y hasta ahora suelen morir con el mancajillo en la
mano. La de lecciones magistrales que nos han dado siendo casi todos analfabetos,
pero gracias a ellos Almería tiene un potencial agrícola que otras quisieran
tener.
1 comentario:
Magnífico artículo el que le has dedicado a Antonio y a toda esa familia tan entrañable.
Juan Gutiérrez.
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