Se ha
marchado, nos ha dejado Lolica la de
Ramón a sus cincuenta años y todos los que la conocíamos, nos ha frenado la
vida, nos ha obligado a pensar pero sobre todo en la muerte. Nos invadió la tristeza.
¿Cómo es posible que se marchase de la noche a la mañana una mujer tan llena de
vitalidad?. Es de las muertes más despacha que recuerdo.
Su marido no
hacía más que repetirme: Que me hace mucha falta.
Por supuesto que no podía
responder al tener un nudo en la garganta y en aquellos momentos tan solo me
salían lágrimas.
No recuerdo ningún
entierro, de beninera, más lleno de gente y de más silencio. Nosotros tan dados
a nada más vernos a preguntarnos por los familiares, por la vida como nos va, de los recueros de
siempre, al tener el alma desgarrada, los corrillos que formábamos eran para
guardar silencio.
Me decía un
paisano, que todos nosotros (no quedamos más que benineros, benineros, los
bautizados con el agua bendita de la Cañarroda nada más que personas
jubiladas) que deberíamos estar donde
ella se encontraba en el tanatorio y ella allí de pie despidiéndonos,
basándonos en lo inexplicable (así definíamos los paisanos a este tipo de
acontecimientos). ¿Que se marchen los jóvenes y nos quedemos los mayores?. Es difícil
digerir que en tan solo unas horas la
que estaba llena de vida, la que cuidaba a su madre, su marido, sus hijos, sus nietos, su invernadero, su casa,
la primera en acudir cada vez que se convocaba algo de, o sobre Benínar, se
encuentre en el tanatorio de cuerpo presente. Me lleno de sufrimiento cuando me
pongo en el lugar, en la piel de su hijo de dieciséis años, en su marido, del
resto de sus hijos, en su madre ya cerca de noventa años, cuando se sienten en
la mesa esperando la comida, el beso, el abrazo, la palmada de ánimo para salir
a la calle para comerse el mundo y todo eso se ha marchado en un pis paz para
siempre.
¿Cómo se
puede explicar a la tía Lola que su hija, la que le cuidaba no va a volver?. ¿Cómo se viven esos duelos?.
¿Cómo recuperarse de dicho dolor?. Pienso que en eso nos diferenciamos (entre
otras cosas) de los modernos, de los americanos, por ejemplo, en que nosotros
los alpujarreños, los pueblos primitivos, que no recurrimos a las gamas de
pastillas para evadirnos de este zarpazo que nos da la vida. La ausencia la
tenemos que digerir aunque tengamos que comulgar con ruedas de molino tantas
veces como sean necesarias.
Yo necesito
una canción para tararear cuando me llega a la memoria su recuerdo y encontré,
una. Lo de predicar con el ejemplo, con la boca cerrada, subiendo ladrillos
mientras descansaban a su alrededor y sobre todo lo de sembrar. La beninera que
más ha sembrado, ha regado, ha cultivado, etc. La que nunca dejó de ser llueca.
Va la canción:
“No pretendas nunca amarrar cosas de Dios;
pues Jesús tan sólo dijo: “Id y predicar”. Si las amarramos proclamamos nuestro
yo. Nuestra misión tan sólo es la de sembrar. Y regar todo aquello que
planté. No olvidar que en su nombre yo sembré. Y al sembrar en Jesús los
liberé, ¡Oh, Seño”. ¡Ohooooo!, ¡Ohooooo!”.
1 comentario:
Un sentido homenaje el que haces a tu prima Lola, que Dios la tenga en gloria, y de mucha fuerza a su familia para sobrellevar su ausencia.
Juan Gutiérrez.
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