Sois únicos
e irrepetibles los tres, (los que vivís en Cataluña y manteneis el foro en plena actualidad) los que tiráis del carro de los recuerdos, los que
estáis pendientes que la llama permanezca encendida, los que os encargáis día
tras día de zarandearnos a todos los que nacimos, dimos nuestros primeros
pasos, jugamos y nos enamoramos en sus
calles. Hacéis muy bien para que Benínar no caiga en el olvido. Os digo esto,
ahora que yo reconozco vuestro esfuerzo ("ser agradecido es de bien nacido") y pretendo hacerlo público por el empeño que ponéis en el día a día.
Sin ir más lejos, creo
que las personas que menciono a continuación se marcharon a la tumba sin que se
le reconociese su labor y sobre todo que los benineros le dijesen de viva voz
mirándoles a la cara: La comunidad os está muy agradecidos por la labor que
desempeñáis.
Me he
acordado de forma comparativa a vuestra labor a nuestra paisana Frasquita la
que mantenía la llama de las mariposas dentro de la ermita todos los días del
año. Cada tarde se pasaba con su escoba, con su paños para quitar el polvo y
con su arcusa de acetite para reponer aquellas mariposas que siempre estaban
encendidas. Por delante de la ermita pasaban todos los días toda la gente del
pueblo en su ir y venir del campo, miraban, se santiguaban y rezaban. Todo estaba en orden. Los muertos descansan en paz. Pensaban sobre todo, aquellas mujeres
con el pañuelo sobre su cabeza y vestidas de negro. Hasta la mañana siguiente al clarear el día o al ponerse el sol, que vuelva otro vez a recordarlos. Se confiaban que Frasquita siempre las tendría encendidas
a cambio de nada. No sé como hubiese reaccionado el pueblo al ver que las
mariposas de las Ánimas Benditas estaban apagadas, cuando cada vecino del
pueblo en cada llama de cada una de ellas tenía encomendada el alma de algún
familiar muerto o desaparecido. Si dicho mantenimiento hubiese fallado, hubiese
aparecido un problema de conciencia en cada beninero, al pensar que su difunto
pudiese pensar que ya le habían olvidado, nadie se acordaba de él o de ella. No sé, qué
revuelo se hubiese producido en el pueblo si un día alguien al mirar por aquel
ventanuco hubiese visto que las mariposas estaban apagadas.
Me he
acordado de Frasquito el Sacristán cuando no habían relojes en Benínar (creo
que los despertadores no llegaron nunca, puesto que para eso estaba la posición
de la luna y las estrellas o las claras del día) y había que levantarse a una
hora determinada para llegar a Dalías, Turón, Murtas o Berja para vender la vitualla de lo que se producía
en las huertas del pueblo. Todos los arrieros se pasaban la noche ante por la
casa de Frasquito para dar el comunicado donde quería vender su mercancía el
día siguiente y por tanto, a la hora le tenía que porrear la puerta para que se
levantase. Creo que Frasquito, jamás pudo dormir a pierna suelta, como dormían
el resto de sus paisanos. Creo que nuestro entrañable paisano fue el primero
que se planteó los estudios de astrología. Lamentablemente no nos dejó nada escrito ni enseñó a nadie, sus conclusiones de mirar tantas veces el firmamento. Creo
que se murió sin conocer que los americanos fueron los primeros en pisar la
luna.
No sé que
hubiese ocurrido si no hubiese asumido la responsabilidad de ir casa por casa
con su jeringa, las pastillas correspondientes, el alcohol y el algodón, con su
botiquín, mejor dicho en su delantal, la Niña Carlota para atender a cada uno
de los enfermos las veinticuatro horas durante muchas décadas en Benínar.
Cuando terminaba el tratamiento jamás cobró por sus servicios y sí creo, que fuese
avalista, o al menos intercedía entre la
boticaria de Berja ante la familia del enfermo para pagar sus medicinas en los
tramos acordados; cuando se recogiese la almendra, la uva, o el aceite. La Niña
Carlota se murió sin conocer la palabra comisión.
Que hubiese
sido de muchas mocicas de Beninar sin la diseñadora oficial, Rosa la del Molino
del Puente nuestra única y excelente modista que durante muchas décadas cuando
acudían a ella las que solo tenían el dinero justo para la compra de la tela,
le hubiese cerrado la puerta, o entrar
en un tira y afloja sobre el precio de su trabajo, les decía: Siéntate a mi
lado, yo te corto el traje, pongo el hilo, te lo pruebo y tu lo coses, para ser
la mocica más guapa en la plaza el día de San Roque.
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