viernes, 7 de diciembre de 2012

FRUTAS DE BENÍNAR


¡Al kakis bueno!.
¡Al kakis de calidad!.
¡Con el color de la cara de una serrana cuando las calles están llenas de nueve!.
¡Kakis de Benínar con el sabor de los panales de las abejas!.
¡Tan dulces como la almibar!.

El motocarro de Paco el de Ramón estaría aparcado en cualquier calle de los pueblos de Murtas o de Turón con cuatro cajillas de kakis, tan solo una de azufaifas y otra de níspolas, que en nuestro pueblo se decían de pudrir.

Benínar tenía brevas a mogollón pero muy pocos árboles frutales. Los había y los recuerdo donde estaban situados; como recuerdo que los beninerillos hacíamos guardia para poder probar dichos manjares. 
Recuerdo que Eugenia la canadiense cuando llegó por primera vez a Benínar, y ver el suelo del naranjal lleno de ellas del huerto de los Fernandez ponía la misma expresión que un cantaor de flamenco con la siguiente letra: !Ahay!. !Ahay!. Nosotros comprándolas a primeros de mes a dolar la unidad para cada uno de la familia y aquí en el suelo pudriéndose.

Con tan solo probar dos o tres azufaifas de las que tenía Isabel la de Isabel Roda, eran suficiente para que en ese día nuestro paladar imprimiese en la memoria otro de los tantos sabores que se recuerdan de cuando uno era niño.

Las níspolas y la platanera que tenía Guadalupe en aquel huerto debajo del puente. Los beninerillos montábamos toda una estrategia para aprendernos el itinerario de su propietaria desde que se levantaba hasta que se acostaba para poder probarlos.
No se podía escapar cada época del año sin haber probado aquellas frutas.

Hasta que no llegaron los polos que fabricaba Doloricas la de la tienda, los beninerillos no probábamos nada dulce puesto que en el pueblo vender caramelos en las tiendas se consideraba todo un lujo fuera del alcance de la gran mayoría de los críos.

Hoy en cualquier huerto de cualquier beninero – haberlos ailos - nos podemos encontrar tal variedad de árboles frutales, que se puede decir que de cosecha propia se está comiendo fruta todo el año. Qué decir de las gradas y de los chirimoyos. Cuando empezaron mi vecina Carmen decía: Niño, es que quitan el sentío. Y uno disfrutando viendo como una gota del chirimoyo regalado avanza de la mano al codo..

Pero sobre todo las uvas: Clarillas, molineras, del barco, del cuerno, negras y seguro que se me escapa alguna variedad. Mi amigo Antonio el extremeño, me ha prometido una parra que da dos cosechas. Yo le contesté: !Anda!. Como las breveras de Benínar que daban brevas y por Santa Ana y Santiago, higos.

En nuestro pueblo recuerdo espantar los gorriones que acudían a comerse las espigas del trigo, pero en el tema de uvas eran tantas que apenas se notaba que los gorriones cobrasen su ración de cada día, puesto que para eso también eran benineros y todos los nacidos en aquel valle tenían que comer. ¿O no?. Sin bautizar, claro está; pero nacer, nacían en nuestro pueblo y, casi todos debajo de las tejas del tejado de la iglesia.

Recuerdo a una paisana cabreada lamentarse, ya que los frutos del árbol que había guardado noche y día esperando que madurasen, habían desaparecido a lo que otra vecina le decía:
- Se los habrán comido los gorriones. ¿No hay huesos en el suelo?. Está claro. Los gorriones.
A lo que contestaba la desolada con las manos en la cintura en plan de guerra.
- ¿Los que caminan dando zancadas o los que caminan dando saltos?. ¡Si los llego a coger, …!.
- Tanto unos como otros no dejan de ser gorriones.

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