lunes, 28 de marzo de 2011

MILONGAS PARA LOS POLLOS


Los últimos datos que termino de bajar de la red sobre el contenido de agua embalsada del Pantano de Benínar.

Agua embalsada (22-03-2011): 26hm3 41.27 %.

Las últimas fotos también bajadas de la red, el pantano tiene abiertas las compuertas y está expulsando agua a pesar de estar a un tercio de su capacidad.

Junto a los datos bajados, al estar en la “semana del agua”, “jornadas de puertas abiertas”, los alumnos de unos cuantos institutos de la zona tienen o han tenido programado visitar las instalaciones del pantano.

Que me hubiese gustado estar presente cuando los alumnos han visitado las instalaciones para escuchar los argumentos de sus profesores y las explicaciones de los empleados de la agencia, … Por supuesto que para cualquier beninero/a, que los hubiese escuchado, responderían sin ninguna duda: ¡Milongas!. Y más milongas, que les han contado a los angelicos. Que de pamplinas para “correr un tupido velo” sobre la realidad de lo ocurrido sobre Benínar y sus habitantes.

Tampoco se trata de empezar contándoles a los adolescentes que el pantano está escacharrao, puesto que los alumnos responderían, que en su entorno, en su cultura, (el coche, la lavadora, el ordenador, etc.), cuando cualquier cosa deja de funcionar se llama o se lleva al especialista y en dos o tres días está arreglado. Que donde está el vaso del pantano había un pueblo, (los palestinos de Almería) que a sus habitantes lo expropiaron y los expulsaron. Todos los que fueron bautizados en la iglesia del siglo XVI, (monumento que fue destruido por las máquinas) periódicamente se reúnen (la llamada de la tierra) para, en cierta medida, homenajear a sus muertos y volver a sacar a sus santos en procesión. Es que resulta, qué, poco tiempo después de la construcción del pantano, han descubierto que existe una vasija subterránea, en el mismo lugar, que almacena agua con la capacidad de siete pantanos. Que han construido pozos, y, que todo el agua que se necesita en los invernaderos sale de los pozos (agua subterráneos), no del pantano. Es qué, resulta, que todos los pinos que se ven, en este espacio, nunca existieron. Lo que recogen las crónicas antiguas, es, que los montes desde Sierra de Gador a las laderas de Sierra Nevada, lo que siempre existió, los árboles autóctonos eran las encinas, los algarrobos, las higueras, los castaños, los cerezos, etc., una flora y fauna, que los pinos han alterado por completo.

Más o menos, que las instalaciones que estáis contemplando, lo real, lo que está recogido en la HISTORIA de la Alpujarra, en concreto sobre Benínar, es: Desde el punto de vista humano, a sus habitantes los expulsaron los arrancaron de sus raíces. Desde el punto de vista social, (está demostrado) los que realmente cuidan de su entorno son sus habitantes, los oriundos con su cultura que representa la producción y aprovechamiento de la tierra. A sus habitantes con la cultura del huerto y corral familiar, se les fijo su casa, su vivienda en un bloque de pisos. Desde el punto de vista ecológico, se destruyeron sus acequias, sus olivos centenarios, sus pequeños ecosistemas y una vez que la tierra fue rotulada, es decir arrasada, se sembró de pinos. Desde el punto de vista de rentabilidad, se tienen unas instalaciones que solo se puede sacar de ellas nada más que un tercio de lo inicialmente proyectado.

Alumnos de los institutos del poniente, pasen, vean y escuchen las milongas:

Del mecanismo,/ tira palante/, de la manera más bonita y popular, … Si Carlos Cano se hubiese enterado de la existencia del pantano de Benínar.

martes, 22 de marzo de 2011

EL RIELAR DE LA LUNA


Palabra nueva para los benineros/as, muy difícil de explicar para el que está escribiendo, teniendo presente, que, sería en los años sesenta cuando aquellos habitantes de un pueblo llamado Benínar, descubren el mar y los/as jóvenes que se podían bañar en el.

Qué lejos estaba por aquellos tiempos que aquellos alpujarreños se sentasen en la playa, en la arena, en luna llena y contemplasen el reflejo de la luz de la luna sobre las aguas cuando los puñeteros vientos, el levante o el poniente las dejan tranquilas.

A tan solo una distancia dos horas de camino de herradura de la playa, se sabía que existía el mar al llegar los pescadores a vender lo recién pescado al pueblo. Trascurrieron los siglos y aquellos alpujarreños morían sin haber conocido el mar y sin que aquellos rudos vendedores de pescado supiesen crear el más mínimo interés en su clientela que lo mejor que tenía el mar, no era solo los peces capturados. También es verdad que tanto los vendedores como los compradores, su objetivo era la supervivencia y ésta, empieza por el principio que era alimentar el cuerpo, puesto qué, lo de alimentar el alma, eran otros cantares.

Me temo que aún existen paisanos (que nadie se lo ha dicho) que cuando la luna está llena, en su plenitud, y comienza a salir por el horizonte, es de noche y se encuentra uno en la playa, el espectáculo está servido. No es mi intención explicar lo que aparece ante los ojos, ver la luna llena cuando sale por el horizonte, es de noche y la estamos esperando que salga en la playa. Cada noche para mí que estrena manto la luna lunita cascabelera.

No se parece para nada a un amanecer, aunque el sol intente pintar el horizonte con los mejores colores, ni al manto estrellado que lleva la Macarena, o la Esperanza de Triana por las calles de Sevilla, ni a los fuegos artificiales que se lanzan el día de San Roque, estallan, estando de fondo las aguas del pantano. No existe comparación alguna ver el manto de estrellas, borrachas, flotando sobre el mar que se prepara la luna cuando el mar está en calma y ella en su plenitud. No importa en qué época del año estemos para que la luna baje tantas estrellas como les hace falta para confeccionarse el manto que se prepara.

Si los mortales necesitamos cargarnos de energía sin duda alguna el momento es estar en el sitio para contemplar el rielar de la luna. Bueno, también suele tomar energía el que escribe todos los años a principios de septiembre cuando la Virgen de la Luz en Tarifa, le pone su manto nuevo y todos los tarifeños, con toda la familia, nos ponemos en fila en la Calzada para pasar por debajo de su manto.

Tendré que estudiar mucho más haber si encuentro las palabras certeras para describir lo del rielar de la Luna y los efectos en los tarifeños cuando pasan todos los años por debajo del manto de su patrona.

domingo, 20 de marzo de 2011

ESTÁ VISTO QUE EL ESPECTÁCULO NO ES SOLO PARA MI.


Durante toda esta semana la luna llena ha preparado todo un espectáculo en el Estrecho de Gibraltar, haciendo que el mar retroceda como hacía mucho tiempo no se veía. Hoy precisamente después de ser avisado por una vecina que era el momento de ver la bajamar, la mayor, la más grande, ver los erizos, los burgaillos, lapas, las ortigas de mar, (…), las algas de la horilla que parecían estar en una profunda siesta, hoy he cogido a mis dos perros y he escogido el momento cuando más gente estaba en la playa o en los salientes de la tierra al mar del estrecho.

Me he acordado de dos paisanas. La Sebastiana y de la Bizcocha. Las dos vecinas, y ambas vivían en la plaza del pueblo. Benínar. La Alpujarra. Una sacaba la silla y se sentada en la puerta los tres días que duraban las fiestas y en cambio la otra, cerraba su casa con los cuatro cerrojos y aguantaba las fiestas históricamente encerrada en su casa escuchando como la gente se divertía.

Mi perro spi, se lo ha pasado en grande puesto que ha encontrado en la playa a un gran número de perros que a todos los tenía que saludar, oler, moverle el rabo, todo tipo de carantoñas caninas; en cambio mi perra china, pegada a mis piernas, y diciéndome con la mirada, que cual era el motivo de concentración de tanto perro y por ello que regresásemos cuanto antes a casa.

No sé hasta qué punto me parezco más al spí o a la china. No sé hasta qué punto disfruto más con la playa vacía, cuando les saco de paseo, o con la playa llega de conocidos y todos con ganas de dar una parrafada. No sé hasta qué punto me parezco más a mi perra china, que ha salido a disfrutar de las orillas del mar cuando estan luciendo lo escondido como las mocicas benineras la carnes blancas por encima de las rodillas, al arremangarse las faldas cuando tenían que pasar el río, por éste tiempo primaveral, sus tesoros casi siempre escondidos o tapados.

Me parezca a quien me parezca, intento por todos los medios no ser etiquetado tan extrovertido como La Sebastiana que vivía los tres días de fiesta disfrutando a tope, ni introvertido como la Bizcocha que se encerraba y soportaba el bullicio de la gente divirtiéndose. Ni saludando a todo el mundo conocido o desconocido como el spí, ni huyendo de todo bicho viviente por sistema como mi perra china.

Me llega a la mente el comportamiento de algunos paisanos, cuyos nombres, Dios me libre, dejar escrito, de unos cuantos benineros/as, que ni escucharon ni pusieron en práctica la palabra divertimiento.

viernes, 11 de marzo de 2011

ENTRE CALAS Y ZAPATEROS


Todos los años por este tiempo nos podemos encontrar con una señora mayor que porta una gran capacha llena de calas a la entrada de la Plaza de Abastos de Algeciras.

- ¡Manojitos a cinco euros!.

Va diciendo la señora al que pasa por su vera.

Los madrileños tienen la violetera, los de Málaga al biznaguero y los algecireños tenemos a la tarifeña que empezó vendiendo calas para alimentar a los críos y ahora por este tiempo, que ya sus pájaros volaron del nido, es capaz de regalar manojitos de calas.

En una ocasión le sugerí que en dicho manojito pusiese unos ramitos de mimosas (que tantas tenemos y tan variadas en cualquier sitio del Campo de Gibraltar) y la señora me miró de arriba abajo dándome a entender que la profesional era ella.

La imagen de dicha flor ( Zantedeschia aethiopica, que en esta tierra gaditana las podemos encontrar en cualquier humedal y son unos cuantos) yo la tengo asociada (como tantas otras) al Molino de Lola la del Canónigo, el que fuese con anterioridad como el Molino de Constanza, el que estaba encima de una gran roca como si fuese un mirador del río. Era el lugar de Benínar de donde salían la mayoría de las flores con las que se adornaban el altar en la iglesia desde el Miércoles de Ceniza hasta todo el mes de mayo. Aún tengo en los pelillos de la nariz, el olor que tenía la iglesia (al abrirla cuando ejercía la labor de monaguillo), desde marzo a agosto. En aquellos tiempos olían las flores y la cera de las velas.

Recuerdo que en la zona donde estaba la compuerta por donde entraba el agua al cubo del molino, en ese lugar estaban los bulbos de las calas, las azucenas en la variedad “Lirio de San Antonio”, las rizomas de los lirios o los túberos de los nardos. Flores de gran perfume que comenzaban a florecer con las calas en febrero y terminaban con los nardos en agosto.

Creo que, por el mes de marzo, en especial, además de las calas el olor a azahar de los naranjos, los melocotoneros, los ciruelos y los albaricoqueros en flor, (los ramos a lo bestia, con que obsequiaban los dioses griegos a sus diosas), el sonido del agua brabucona al obligarla la molinera a mover la piedra del molino, que después, ya sin fuerzas se despeñaba entre las rocas, hasta volver de nuevo al río. El trinar de todos los pájaros que llegaban para pasar el invierno, que se picaban con el croar de las ranas, para atestiguar quien lo hacía más fuerte y mejor. Todo aquel conjunto bien merecía la pena encontrar una piedra, sentarse y esperar a irse del molino cuando el sol lo decidía. Por todo esto y por la amabilidad de la molinera Lola y su hija Mercedes, era obligado llevar a dicho lugar, a todos los “extranjeros” (que podían estar viviendo o ser de la capital, Almería, pero como no era del pueblo, así se catalogaba a todo aquel que llegase). El jardín botánico que tenía Benínar.

No me puedo olvidar de los que se llevaban mi mirada durante mucho tiempo cuando estaba sentado en la piedra, que eran, los zapateros de agua (esquiadores de fondo) en aquella acequia, la que más caudal podía llevar en Benínar. Tardes llenas de sosiego entre calas y zapateros de agua.

Me queda por describir dos espacios únicos (que el pantano se los llevó por delante), además del molino mencionado, el Cortijo de la Mecila, su paseo, (espacio comprendido del cortijo a la fuente) bajo la sombra de un frondoso parral, con rosales y claves de todos los colores sembrados a ambos lados y la bóveda del paseo que también tenía el cortijo de arriba del Marchar de Turón, que puede que sea el que aún podemos visitar.

Termino reivindicando: ¿Fueron enterrados?. ¿Vendidos?. Desgraciadamente para los benineros, desaparecidos, las máquinas y utensilios de los tres molinos de harina y de las tres almazaras, industrias que tendrían casi seguro siglos sirviendo a Benínar y a todos los pueblos cercanos. Aún viven los responsables de aquel atropello del patrimonio industrial de aquel pueblo alpujarreño.

martes, 8 de marzo de 2011

AGUA EL DEN.EL CARMEN


Ya estamos en plenos carnavales, cierro los ojos, me sitúo a la entrada del pueblo y recuerdo como algunos mozos vuelven de la vega después de haber estado preparando la tierra para las vituallas de primavera y verano con una ramita de albahaca o con un ramito de azahar en la oreja. Escrito está que tan solo unos cuantos puesto que no todos estaban enamorados. ¿Acaso el amor no presenta estados provocativos para que al encontrarse con la amada crea, le quite el ramo pensando que es un detalle para ella?. ¿Acaso los hombres no se les ve con ramos de flores a la vuelta a casa?. Siempre defendí que cuando los benineros llegaban con esas guisas al pueblo portando flores en la oreja (otros el cigarrillo liado posiblemente de algunas hojas secas al ir y a la vuelta) daban la impresión que todo el día trabajando duro en el campo no había mermado en lo más mínimo la capacidad de sonreír a la vuelta.

No me quiero enfrascar en el examen que en todo momento hacían mis paisanos/as, a todos los hombres portando flores aunque fuese en las orejas, puesto que, en todo momento sabían que eran, tenían que ser machos y por ello se analizaba si actuaban como machos desde que se levantaban hasta que se acostaban, aunque se les consintiese llevar a algunos el ramito en la oreja.

Me quiero centrar en el motivo que me ha llegado para ponerme a escribir, y, es que en todos los pagos de Benínar, por estas fechas se olía a azahar. Desde los naranjos del Paco Manzano en el Rincón hasta los naranjos de Antonio Cuerdas en la Mecila, pasando por los huertos que tenían todas las casas que rodeaban el pueblo, el olor a la flor del naranjo mis paisanos lo inventaron mucho antes que los sevillanos cuando fueron sembrando naranjos sus calles.

Perfumes, agua del Carmen para el mar de amores, cuando se recolectaba las flores de los naranjos para tener remedios no solo para el cuerpo. El azahar, tal y como lo preparaban las benineras, era el recurso último y el que daba mejores resultados para curar no solo las alteraciones del cuerpo; una tacita de aquello que preparaba, en la candela, calentado en un puchero, tan solo con el calor de las ascuas, en Benínar resucitaba hasta los muertos. Para que el efecto fuese completo, en la cabecera de la cama se le colgaba un ramito de flores del naranjo o de jazmines, de albahaca, de cualquier mata aromática y después del sueño todo era distinto al despertar, aunque se durmiese en un colchón de farfolla.

Agua del Carmen para quitarse las arrugas aquellas que se las habían encontrado en la cara al mirarse al espejo. Para embadurnar aquella zona del cuerpo, que a los beninerillos no les dejaba dormir. Para que los suspiros no fuesen tan sonoros y tan constantes a todas aquellas zagalonas y más tallitas que habían tocado con la yema de los dedos su príncipe azul y se le había escapado.

jueves, 3 de marzo de 2011

IGUALICO.


La Dehesa Extremeña en cada momento del día tiene sonidos y silencios que en esta época del año son especiales para que todos los sentidos lleguen al disfrute, a la borrachera, a su plenitud.

La tarde fue especial al contemplar desde un altillo como el campo se ha colocado sus mejores galas. Todos los colores que se pueden ver en todos los cuadros de cualquier museo, seguro que fueron copiados de aquellos parajes. Me imagino los museos concurridísimos de gente y aquellos espacios tan solo para mi acompañantes y para mí.

En la dehesa donde llegan las grullas de los países del norte de Europa para llenar sus reservas de grasa a base de bellotas, no podía marcharme ese día sin escuchar el zumbido de los escarabajos. Millones de coleópteros se están desplazando a mi alrededor y yo solo puedo escucharlos. Algo parecido como el que vive al lado de una gran vía de circulación que escucha el zumbido de los motores de explosión. ¡Igualico!.

Al caer la tarde, casi con las primeras estrellas, cuando ya la mayoría de los pajarillos dejaron de trinar y se refugiaron para pasar la noche, cuando las bandadas de grullas se perdieron en el horizonte, llega un momento especial de silencio pleno, hasta que comienza a apreciarse un leve zumbido que va progresivamente creciendo. Es cuando los escarabajos tan negros como la noche empiezan su trabajo reciclando todo el estiércol de la jornada.

Borrachos los sentidos de la vista y el oído, el olor a carne asada me guía para llegar hasta el patio de una casa en el pueblo donde en las ascuas de una chimenea, se estaban asando todo lo que nos puede dar el cerdo ibérico.

La noche ya es madrigada entre plato y plato de sabrosa carne regada con vino de Huelva, cuando la guitarra es colocada en una esquina, agotada, exprimida; de las gargantas salieron las mejores canciones y de las manos las mejores palmas.