jueves, 24 de septiembre de 2015

El último matriarcado de Almeria


                 La foto se titula: El último matriarcado - Los mosou

Yo he vivido en un pueblo, Benínar, donde el matriarcado  era palpable y ese estatus, esa forma de ser social no se cambia ni se planifica a ser de otra forma en tan solo un siglo.

Cuando Indaloxes en su escrito en Plaza de Benínar apunta sobre el encuentro de una bebé ahogada en el río:
Se organizaron partidas para buscar a la madre, nada se encontró, solo el río conoce ese secreto”.
En la Benínar que yo conozco, no se organizaban partidas ya que todo estaba calculado y previsto.

Hay principios que duran mucho tiempo y sobre todo si se refiere a la continuidad de la especie, que cuesta mucho eliminar. El comportamiento del macho o padre sí que ha evolucionado con el paso del tiempo pero la madre que nos parió sigue siendo la madre que nos parió, dio teta, etc, etc. Los hijos siempre en Benínar han marcado el jugo de una pareja, la razón de la existencia del pueblo.
Yo viví en Beninar la llegada de bebés en madres solteras y la reacción de la población era ayudar a la madre a sacar adelante a aquellos recién llegados aunque no estuviese planificada  su presencia. Bien por la influencia de la Iglesia o la reacción de la propia población, (...), por la supervivencia, como se decía en el pueblo: “A lo hecho pecho”.  
En el 1870 estamos hablando de una población que en Benínar, en cierta medida no es estable, gente que llegaba y no siempre se quedaba. Las estadísticas muestran que desde ese año, hasta últimos de ese siglo, llega a tener el pueblo por encima  del millar de habitantes, por la demanda de la mano de obra que en aquellos tiempos requerían las minas de plomo.   

En aquella población todo estaba controlado, no existían los secretos, todo estaba bajo el control de todos. Allí se sabía cuando se llegaba, cuando se marchaban y las razones de organizar el viaje. Por supuesto que los que se marchaban tenían sus argumentos, pero “las chismosas” (aquellas matriarcas tenían que encontrar la razón de todo) “sacando puntas  y señales”.  Nada de lo que ocurría a su alrededor se le escapaba de su control.
Aquellas matriarcas sabían interpretar lo que decía una cara, lo que significaba un gesto, pero sobre todo los ruidos a su alrededor. A aquellas benineras les llegaban los sonidos nítidos de sus vecinos y no controlaban, estaban pendientes por si necesitaban en cualquier momento ayuda.

Otro control sobre la natalidad se realizaba sobre el padre. Todos los niños-as que nacían fuera del matrimonio antes de que naciesen ya se sabía quien era el padre de la criatura. En la propia lógica si aquellas mujeres no habían salido del pueblo, un macho la dejó preñada tenía que ser del pueblo. Nadie viaja y menos las solteras, y que cuando  tenían que salir iban con su correspondiente controladora.
Si una mujer soltera se quedaba preñada, era un desafío para las “chismosas”, para encontrar el padre de la criatura. Y lo conseguían. Y aquel progenitor tenía que escuchar las conclusiones de las chismosas. A aquellas mujeres no se les escapaba nada “ni tenían pelos en la lengua”. "Le hablaban de tu al lucero el Alba" (sobre todo si el lucero era beninero). Si en la alimentación el padre se desentendía, allí estaban aquel grupo de matriarcas, para que el alimento no faltase; y "se le restregase al padre cuando encartaba" su escasa o nula atención a lo que engendró.

Siempre existió una especie de comité de mujeres que cuando aparecía un problema de trascendencia, daban la cara al problema y era cuando las “chismosas”  reculaban ya que dicho problema quedaban en las mejores manos.    

El matriarcado era tan fuerte y con unos resultados que las respaldaban que cada una de ellas se consideraba imprescindible y en aquella civilización realmente lo era. La mayoría de los niños se les conocía en el pueblo por ser hijo-a de fulanica, no por su apellido. Bueno. Como todas las reglas tienen sus excepciones también habían críos identificados con el apellido de su padre.

Si algún paisano está pensando que yo puedo deducir que aquella criatura podía ser de los gitanos que acampaban en el río, tampoco podría ser de aquellas familias que periódicamente aparecían acampadas debajo del puente ya que dicha población, me refiero a los gitanos, siempre han demostrado ser respetuosas con la vida.


Si apareció un bebé ahogada en el río por lo vivido en aquella población de Benínar , seguro que su madre o sus padres no pertenecía a aquella población. 

PD.
He colocado dicha foto por llamarme mucho la atención por aquellos pueblos indígenas por la similitud que guardan con los beninaros. Somos barridos de la faz de la tierra por el "llamado progreso". Entre otras razones.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Me duele más la pérdida del olfato que las articulaciones



 

El olor me llena de recuerdos.
El olfato, el sentido centinela.
El que  siempre está en vela.
En el que siempre confiamos, y nos fiaremos siempre,
aunque estemos a oscuras sin luna o sin estrellas
El que me avisa y me prepara,
me condiciona los pasos
me acerca o me retira.
Quien me prepara el cómo será la escena.
Que recibimos al nacer sin influencias.
Como el alfarero una masa de barro
que iremos formando siempre.
La orza, llenándola, de aromas y de esencias  
que hicimos y hacemos cada uno a nuestra manera.
El que nos une a la tierra de procedencia.

La llave de la memoria del fichero de la cabeza,
el que sabe en qué estantería está el documento,
qué página de nuestra historia tenemos que abrir.
El que nos llena de añoranza y nos serena.
Cuando te digo o te dije te quiero
será cierto o no tan cierto
dependiendo a lo que huela,
lo que muestras o demuestras.
Los olores siempre nos invaden
de los pies a la cabeza
dependiendo donde naces


Por las calles o veredas  que atraviesas.

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