domingo, 11 de mayo de 2014

Museo de Benínar

 
    Gratitud para todos aquellos que entran y escriben en el foro al seguir alimentando el recuerdo del pueblo amado y desaparecido. Desaparecido físicamente pero no en el recuerdo y por ello aún continúa existiendo, respirando con cada anécdota, en cada nostalgia cada vez que se encuentran unos cuantos benineros para celebrar y recordar aquel pueblo que fue sacrificado al dios del agua almacenada para que creciesen y se multiplicasen los invernaderos en el Poniente de Almería.
Benínar tiene hijos que fueron a la universidad y nietos de aquellos que fueron bautizados en aquel pueblo alpujarreño, que se les supone el dominio de la escritura, que no aparecen, aún no han dicho “esta boca es mía” y que debían de aportar sus recuerdos para hacer cada vez más grande la HISTORIA DE BENINAR. Si muchos de nosotros no guardamos aquellos objetos cotidianos de nuestra casa del pueblo, y nos lamentamos, se nos pone un nudo en el estómago,  cada vez que nos acordamos de ellos, estos universitarios, se arrepentirán por no dejar escrito sus vivencias o las historias de sus padres. ¿Escucharon las historias de sus abuelos?. 
No todos los nacidos en ese rincón de La Alpujarra muestran interés en que el nombre de Benínar siga apareciendo constantemente en los medios de comunicación. De todos los que quedamos, tan solo un puñado seguimos insistiendo en que la memoria de nuestro pueblo perdure en el tiempo. Somos pocos pero en cierta medida se vuelve a repetir el tema sefardí a finales del siglo XX, ya  que fuimos expulsados de nuestras casas, de nuestro pueblo pero no de la añoranza de nuestro entorno.
Fueron muy pocos los que  estuvieron pendientes de ir guardando todos aquellos objetos que forman parte del recuerdo, que fueron imprescindibles para que aquella sociedad rural funcionase, que en la actualidad podrían estar todos juntos en un edificio, en un museo con el nombre de nuestro pueblo.
Enumero unos cuantos objetos que no están controlados y no se sabe si  quedaron enterrados o están en otros lugares al apoderarse de ellos algún oportunista, (con el mirar para otra parte de los responsables de la construcción de la presa de aquel espolio que se estaba produciendo cuando todas las viviendas fueron derribadas por una máquina). Por ejemplo: Los pupitres de la escuela, la pizarra, los tinteros. La puerta del sol. La otra gran puerta de entrada de la iglesia. La pila de bautismo, el sagrario,  aquel que en su puerta tenía el relieve del ave que alimenta a sus crías, los candelabros, los reclinatorios, el arca donde se guardaban las velas para los entierros. Las puertas de ciertas casas, con sus rejas y ventanas. Los lebrillos, artesas, aquellas vasijas de cobre o de latón que tenían remiendos por todas partes. Las piletas (recipientes construidos partiendo de una piedra del Cucanal). Cribas, serones, gerpiles, los aperos de labranza. Los rulos con sus piedras de las almazaras y de los molinos. Teníamos cuatro molinos de harina y dos almazaras. Las dos prensas de las dos almazaras, las piedras de partir almendras con sus martilojos (no pasaron horas y horas, días y días nuestras madres o nuestras abuelas). Las horcas de las eras, las palas que sacaban el pan recién hecho en los hornos. Las romanas y romanillas que iban de casa en casa cuando se necesitaban. Las devanaderas. Los candelabros que se utilizaban en cada velatorio. Las labores de ganchillo o las de bolillo guardados en aquellas arcas. Que de sueños e ilusiones se ponían en aquellos trabajos las que se iban a casar en las que participaban madres, abuelas, vecinas para preparar el ajuar de la niña. Todo eso forma parte de una sociedad en la que se desenvolvieron generaciones y generaciones de nuestros antepasados.
La caja de los muertos. Donde se portaban a los muertos pobres desde su casa al cementerio y una vez allí se enterraban directamente en el suelo en el hoyo que algún familiar había preparado. Aún el recuerdo, lo más fuerte, cuando: Los que se morían en los cortijos o en las barriadas, por supuesto los pobres,   eran portados  encima de una puerta por cuatro personas, hasta llegar a la iglesia donde ya en la caja de Las Ánimas después de la misa se les llevaban al cementerio a enterrarlos directamente en el suelo.  
Los jefazos del pantano decidieron llevar al nuevo cementerio aquellos restos que estaban en los nichos, los restos que estaban en el suelo, (de todos los pobres de Benínar que no se podían costear una caja) se les ocurrió cubrirlos con una losa de hormigón que en la actualidad está totalmente descuartizada. No sé quien la hizo añicos, si los de dentro o los de fuera.
Si alguna vez se decide la construcción de un museo (aquí realmente quien puede aportar la gran mayoría es HIJOS DE BENINAR, en la persona de Paco Ruiz)  con lo poco que aún queda yo aportaré entre otras cosas el picaporte de mi casa. El picaporte representaba en el pueblo la llamada, (que desolación si no se espera una llamada, si no tienes quien te llame) de lo que se esperaba o también de lo inesperado.