martes, 31 de diciembre de 2013

Aterramientos y tan pancho se quedó el delegado.



Además de los problemas que fueron apareciendo durante todos los años de existencia del pantano de Benínar y que ninguno se ha resuelto, ahora el delegado territorial en la materia dice que tiene problemas de aterramientos. Solicito información al diccionario y me da tres posibilidades: Acumulación de tierra. Terror. Humillación. Los benineros tenemos entendido desde que nos  lo decían nuestros abuelos, la primera solución no es, puesto qué, quien ha aportado las tierras para la construcción  de todos los bancales y paratas que había en el pueblo siempre fueron las  llovías y el delegado dice: , "porque si el año se presenta seco podemos tener graves problemas de 'aterramientos'".  ¿Será la palabra terror?. Si es así, es el terror que puede aparecer, que siempre están presentes  en la cuenca baja del río, si apareciese una tormenta de las ya conocidas por los benineros y por los abderitanos. La palabra que reune lo que quería  expresar el delegado es la palabra “humillación para los benineros”. Es lo más parecido a la realidad. Es lo que yo siento, humillación cada vez que sale cualquier noticia sobre el dichoso pantano. Me siento humillado al realizar una obra con la intención de aportar agua para los invernaderos del El Ejido, que digo un pueblo para todos los del Poniente Almeriense e incluso para abastecer a la capital, y dicha construcción ha sido un fracaso. Nos lo vendieron en aquellos días de las obras que el pantano sería lo fundamental para el progreso del Almería y visitando las hemerotecas se puede comprobar, y según las estadísticas de los casi 500 hectómetros cúbicos que se gastaron en la temporada agrícola del  2012 al 2013, (el año que llovió tanto) tan solo aportó el pantano 15. Con estos datos que dan las estadísticas en vez de sentirnos los benineros orgullosos de aportar nada más y nada menos que todo el agua que necesitan los invernaderos, los datos nos dan argumentos para sentirnos de todo menos orgullosos por nuestra aportación.
Todos nos sentimos orgullosos de aportar según nuestras posibilidades (a los benineros nos expulsaron de nuestro pueblo) lo que necesita un proyecto que aporta beneficios a la comunidad. Después del tiempo transcurrido y ver que dicho proyecto le han aparecido grietas y se escapa el agua, (es el argumento que se dan cuando abren las compuertas cuando llueve en la zona) es tanta la que se pierde que el presupuesto del arreglo supera casi los costes de la construcción de la presa. Es tanto el importe del arreglo que nunca (dudo que se tengan localizados por donde se va el agua, ya que, antes de la construcción de la presa estuvieron dos años haciendo perforaciones para analizar el subsuelo) se dispuso de dicha cantidad de euros ni nunca se tendrán. Que la tierra acumulada es tanta que se utilizará (existe un reportaje donde la alcaldesa de Adra tocaba las palmas de contenta por la llegada de muchísimos camiones de arena) para aumentar las playas de Adra. Que cualquier pozo de la zona aporta casi la misma cantidad de agua que aporta la presa. Son tantos los errores cometidos en su construcción, que la aportación de cada beninero nos da de todo menos satisfacción. Aportamos nuestras casas, nuestra iglesia, nuestras calles, donde transcurrió nuestra niñez,  juventud y todo lo relacionado con nuestras raíces. !Ay!, señor delegado si usted supiese.

Seguro que el delegado se equivoca utilizando la palabra “aterramientos en el pantano de Benínar”.    

jueves, 12 de diciembre de 2013

Tienda de pueblo II.



Los de mi generación somos los que hemos pasado la línea del pueblo a la ciudad. Nacer, crecer y una vez en producción nos hemos marchado para escasamente volver el fin de semana y por supuesto el no retorno a ese espacio único en el que han vivido generaciones y generaciones de cada uno de nosotros. Espero como agua de mayo a los políticos que sean capaces de potenciar las aldeas, pero sobre todo deseo que los lugareños quieran poner sus esfuerzos en levantar su aldea, su lugar de nacimiento. Aún se está a tiempo ya que existen suficiente número de personas que aún conservan los lazos de unión con la tierra que le vio nacer donde pasaron los primeros años de su vida.
Los bares y la tienda es lo que aún sigue y no en todos los municipios de menos de quinientos habitantes que serán los últimos que cierran sus puertas después de ser mantenidas por las personas mayores que irán cerrando conforme se jubilen sus propietarios. Son muy pocos los jóvenes que quieren seguir el negocio de sus padres y si continúan es por supuesto fuera de ese pueblo.
Por lo que he visto nadie se ha parado a pensar que una tienda de pueblo es el banco de alimentos. Banco ya que es el único espacio en Andalucía donde aún  pueden comprar fiado todos los vecinos.  Es el único lugar donde comprador y vendedor estudian las posibilidades de acomodar sueldo y disponibilidad. Es el único lugar donde aún sobre vive el trueque en su justa medida de precio. Es un reconocimiento entre el que presta y el que recoge sin nada de firmas ni avales de por medio. Comprador y vendedor tienen confianza plena que aquel retiro de mercancías será abonado aunque no se sepa cuándo.

Recuerdo en especial sobre los años sesenta, una pastora en Benínar con siete hijos que su único recurso era la manada de cabras, disponían de dinero en metálico, cada vez que por temporada en la primavera principalmente vendían los quesos, para que sus dedos tocasen una vez al año por lo menos la textura de los billetes, vendían la lana de las pocas ovejas que tenían,   si es que los vellones no los tenían que entregar como pago de la utilización de los pastos; los chotillos a finales de año que consistía en un repaso de cuentas pendientes, que ajustando precios y mercancías se volvía a retirar fiado de la tienda. De una manada de ciento y pico de cabras salió aquella familia adelante y cuando llegaba a la tienda a comprar, terminaban sus lamentos diciendo: Comer había que comer todos los días y si no le daban fiado, haber como se podía poner la hoya en el fuego.

Las tiendas de pueblo jamás han pasado por la cabeza de todos los gobernantes de la democracia, de los de Madrid y de los de Sevilla  liberarlos de gravámenes, aplicar subvenciones a un servicio a la comunidad imprescindible para todas aquellas personas que no tienen medios de desplazamiento, que aún sobreviven en un medio rural.
Cada vez que se cierra una tienda rural se les cierra la despensa a todas aquellas personas que por unas circunstancias o por otras continúan viviendo en todos los pueblos de Andalucía que tienen menos de quinientos  habitantes, que en Almería tenemos (según estadísticas) sobre unos treinta y tres, más unas cuantas pedanías. Es poner una cantidad de personas que aún continúan viviendo en su lugar de origen prácticamente en el dilema de la supervivencia. Pero lo más lamentable es que dichos establecimientos sean cerrados por tener que ingresar a las administraciones públicas periódicamente unas cantidades que atacan directamente a la yugular de aquella tienda que aún se mantiene en dicho pueblo.
En base al dicho: "El que tiene tienda que la atienda y si no que la venda". Posiblemente,  el coche del tendero o la tendera siempre han estado a disposición las veinticuatro horas en el caso de llevar a urgencias a alguien al hospital a propios y foráneos.

Esos panaderos que todos los días recorren cientos de kilómetros repartiendo el pan a todas aquellas personas mayores que son los que viven en el pueblo realizan una labor social impagable. Por parte de la administración sin reconocer. Los aldeanos se tienen que desplazar  y en  vez de esperar el transporte público, (que todas estar aldeas no lo tienen) están sentados en el malecón esperando que pase el panadero para la ida y al tendero para la vuelta. Veremos cuando dura esa prestación social.

En muchos pueblos  ya desaparecieron las escuelas, se marchó el médico, el enfermero, el cura, , pero que desaparezcan las tiendas por culpa de los impuestos es dar la definitiva vuelta de tuerca para la desaparición de las aldeas.

Otro tema presidenta que ni se le ocurra preguntar a los que se encuentren por la calle si es que pernocta en alguna aldea:
¿Tienen localizados, totalizados, cuantos están dados de alta en las aldeas  que rodean las poblaciones cuando realmente donde viven es en la ciudad?. Una pista:

¿Cuántos vehículos están dados de alta en las aldeas, cuando realmente duermen en ellas algún que otro fin de semana?. 

martes, 10 de diciembre de 2013

¿Una tienda?. ¿Y eso que es lo que es señora presidenta?.


 Un beninerillo se tenía que jugar el puesto cada día de estar sentado en el pupitre al lado de la ventana y contestarle el que había llegado antes: ¡Ha ¡. ¡ Lo siento!.  Llegue antes. ¿Qué me das?. No seas malaje,  (dice otro compañero) que tiene que estar pendiente por si aparece por el Collado la fiscalía.  Aquel imberbe vigilante tenía que  estar pendiente de todo vehículo que entraba al pueblo. Tenía que estar sentado sobre sus tobillos para estirase y llegar a la ventana, y compaginarlo con lo que decía el maestro. Por aquel tiempo todos los vehículos que llegaban a Benínar eran reconocidos desde lejos. Al aparecer uno distinto a lo lejos, aquel beninerillo tenía que salir corriendo (como se solía decir dándose patadas en el culo) desde la escuela hasta su casa para que su madre la tendera cerrase la tienda ya que por aquellos finales de años cincuenta la inspecciones llegaban por los pueblos alpujarreños y tanto los bares como las tiendas tenían que estar dados de alta, que ello significaba, que el dueño del establecimiento tenía que estar dado de alta en la Seguridad Social y pagar sus impuestos. Menos mal que aquel tipo de guardias duro poco tiempo, el suficiente hasta que, dichos emprendedores fueron convencidos por paisanos que trabajaban dentro de la administración que el cotizar significaba que llegado a la vejez se cobraría una paga, (la paga de jubilado en Benínar se llevó muchísimas noches enteras sin dormir a todas las personas mayores, muchas más noches que la mosca del sueño de García Márquez) hasta que no llego tal convencimiento lo que se entendía en Benínar es que unos señores de la capital, llegaban al pueblo poniendo multas por tener una tienda o un bar. Los dueños de aquellos establecimientos ponían a sus hijos a vigilar la entrada de coches al pueblo para dar  con la puerta en las narices a los inspectores y que todo paisanos que fuese preguntado donde estaba la tienda o el bar tenía que contestar, que no entendían la pregunta ni sabía nada, ni conocía a nadie relacionados con aquellos nombres. Así funcionó el boicot a los inspectores a aquellos extranjeros sospechosos de formar parte de la administración.  

Saco esto a colación por estar en un pequeño pueblo de Huelva que tiene dos bares que abren por la noche y una tienda con la puerta cerrada, que al preguntar la razón de estar cerrados argumentaron lo mismito que argumentaba aquella beninera que tenía una tienda: 
El negocio no da para pagar impuestos en un pueblo que solo somos ciento y pico de habitantes casi todos mayores, que están acostumbrados a vivir de la leche de la cabrilla, de los huevos de las gallinas, de los árboles frutales y de las papas del huerto.


Otro gallo cantaría si nuestra presidenta  se le ocurriese elegir una casa rural en uno de tantos pueblos de nuestra Andalucía que solo quedan ya mayores y que en un momento dado necesitase comprar un tetrabrik de leche o media docena de yogures (para los niños) y le dijese el vecindario que se tenía que desplazar quince kilómetros hasta Aracena para encontrar una tienda,  para encontrar lo olvidado. Seguro que los del pueblo donde he pasado unos días, al saber que era ella la jefa de los inspectores, seguro que reaccionaban como en los años cincuenta reaccionaban los benineros al preguntarle un extranjero por una tienda. Contestarían a nuestra presidenta: ¿Una tienda?. ¿Y eso que es lo que es en nuestro pueblo señora presidenta?.  Deme más pistas. ¿De qué está hablando?".

lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Existen algunos tipos de lazos entre La Alpujarra y el norte de África?



Con el follón que ha ocurrido en mi ciudad Algeciras, sobre la visita de Picardo (no deja de ser el alcalde de Gibraltar el edil de una ciudad de treinta mil habitantes) al ser invitado por la universidad de Cádiz para dar una conferencia y ser recibido en la puerta con pancartas (y decirle de todo menos guapo), y tener que marcharse escoltado de vuelta a su pueblo sin poder dar la conferencia, todos los que estamos empadronados en Cádiz y provincia no nos hacemos más que la siguiente pregunta: 
¿Quién puñetas invita al vecino más indeseable?. 
La cuestión es que todos los medios de comunicación de la comarca del Campo de Gibraltar en esa misma noche analizaron dicho acontecimiento y por supuesto que tenía que estar presente el analizador más puntero que no es otro que el que fuese alcalde de Algeciras D. Patricio González.
Del resumen de todo lo que se dijo (análisis y vuelta a empezar a volver a analizar las relaciones vecinales de Gibraltar con su comarca) para mí el colofón fue cuando el que fuese alcalde de la ciudad donde estoy empadronado dijo:
En esta semana que se cumple el aniversario de cuando me casé, como siempre nos solemos ir unos días a un pueblo de La Alpujarra de su ladera sur.

Este hombre que desde siempre está por la labor de acercamiento de la dos orillas del Estrecho de Gibraltar, que casi todas las semanas tiene un acto en el que tiene que estar presente en Marruecos, que posiblemente es el campogibraltareño que mejor conoce todos los pueblos de la Cordillera del Atlas, decide celebrar sus aniversarios de boda en nuestra tierra, La Alpujarra.

Todo esto sale a colación al llamarme desde la biblioteca de Almería hace unos días pidiéndome la dirección de Eugenia Doucet para que acudiese a una serie de conferencias que se estaban organizando para dar en los distintos pueblos alpujarreños, supongo que de los que pertenecen a La Alpuajarra de la provincia de Almería.

Puede que exista  un investigador que no deje de averiguar y de hacerse presente en todo lo que es el territorio que tenemos frente a todo el litoral de La Alpujarra, que se dedique a crear lazos de amistad y colaboración, estar presente en todos los actos culturales que se realizan o se pueden organizar. Si existiese este o estos personajes algo tendrían que ver las dos diputaciones de Granada y Almería, y, deberían visitar en estos días a este campogibraltareño que está en nuestra tierra para cambiar impresiones y en cierta medida programar los actos culturales para el año próximo.