En el blogs de Juanma ( http://www.beninar.com/) aparece una foto que le han mandado desde Brasil donde se ven caras, rostros de benineras-os, alpujarreñas-os. En casi todas las caras puedo ver un fuerte parecido a los-as, personas que me cruce en la calle (ya en la España democrática) o que vivimos juntos todas las fiestas de S. Roque.
Todo el mundo se ha planteado alguna vez cuando se ha cruzado en la calle con una persona determinada, que esos andares, esas expresiones, ese rostro lo guarda en su memoria, pero el lugar donde lo ha encontrado lo coge fuera de juego. Nos hemos acercado y hemos pronunciado una sola palabra que tenemos en común (en el caso nuestro diríamos la palabra Benínar) y recibiríamos una fuerte emoción o una tremenda decepción. Este tipo de encuentros quedan grabados para siempre en la retina y en la memoria de todas las personas.
Si fuese a Argentina, Brasil, Paraguay, etc. Y me tropezase en la calle con un rostro alpujarreño y si para más inri fuese de mi pueblo Benínar , ese viaje lo encuadraría como el viaje único pasando a segundo plano todas aquellas visitas turísticas realizadas a dichas naciones.
Yo pertenezco a ese grupo de personas, que anulan todas las demás visitas programadas y dedicaría todo el tiempo de estancia en ese país, a comernos unas migas, a los remolinos de la plaza, a coger almendras en el Pabilos, etc. Estoy totalmente seguro que aunque sea la cuarta o quinta generación de benineros-as ya argentinos, tienen grabada en su memoria, lo que se fue trasmitido de padres a hijos como identidad propia que le diferencia al resto de todas las personas que le rodean.
Recuerdo a mi abuela Antonia como si en estos momentos estuviese delante de mí, aunque murió en el 1976 que guardó durante toda su vida el momento en que se despidieron toda la familia de la tía Juana (padres e hijos) que se marchaban a Argentina.
Que momentos de angustia queda para siempre grabada en la memoria tanto de los que se marchan como los que se quedan (parecido a como se revelaban las fotografías antiguamente sumergida por completo para que lentamente vaya apareciendo la imagen grabada), desde que se exterioriza la decisión de marcharse hasta que se culmina con la despedida.
En estos tiempos de globalización no creo que esta generación de internet, sepa valorar aquellos momentos de desesperación en aquel pueblo alpujarreño, a últimos del siglo XIX y comienzos del XX, en que Benínar cada familia o cada vecino tenía que vivir aquel calvario (pareció a los que se entierran con vida) de despedir a unos seres queridos que ya no se volverán a ver más en la vida. Ni punto de comparación, mucho más dolorosa con todas aquellas personas que llegan desde África a estas costas del Campo de Gibraltar, (Europa), donde resido.
Esa angustia de despedir a parte de su familia, como la de tener a tres de sus hijos como soldados en la Guerra Civil de España acompañaron a mi abuela Antonia durante toda su vida. Quizás por dicho motivo, jamás vi en sus ojos una lágrima (todas las que tenía que derramar ya se derramaron), como jamás ví expresiones de satisfacción o de profunda pena. Los golpes fuertes que da la vida ella los tragó exageradamente antes de cumplir los cuarenta años.